Durante la mayor parte de mi vida, me ha costado reconocer e identificar las impresiones del Espíritu, de mis propios pensamientos o preocupaciones.
Después de compartir mis frustraciones con mis amigos, familiares y obispos, me di cuenta de dos cosas: 1) No era la única miembro de la Iglesia que luchaba con esto y 2) No tenía muchas soluciones.
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Sabemos que el Espíritu Santo nos habla a través de los sentimientos, entonces, ¿cómo podemos saber qué emociones son dadas por Dios y no por la ansiedad? Gálatas 5: 22-23 dice:
“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”
Al Espíritu Santo se le conoce por ser una voz apacible y delicada, y la mayor parte del tiempo, los sentimientos relacionados a él son bondad, templanza y todas las mencionadas.
Pero. ¿qué pasa cuando necesitas una respuesta en cuanto a una decisión importante en tu vida, como con quién casarte o qué trabajo aceptar?
Cuando me enfrento a esas grandes decisiones, mi ansiedad empieza a surgir.
Pienso demasiado en las cosas y me preocupo por el resultado de cada elección, lo que me dificulta escuchar lo que el Espíritu está tratando de decirme.
La diferencia entre el espíritu y la ansiedad
Primero, repasemos cuáles son los roles del Espíritu. El Espíritu Santo nos enseña la verdad y nos llena de amor, esperanza y consuelo. Los sentimientos que vienen del Espíritu no son siempre positivos, también es capaz de advertirnos de cualquier peligro físico y espiritual.
Es por esta creencia que he confundido las impresiones de advertencia y las espirituales con mi propia ansiedad. Sin embargo, debemos saber cómo es que el Espíritu Santo se comunica con nosotros versus el cómo se siente nuestra ansiedad.
La psicologa Debra Theolbald McClendon creó un cuadro con la perspectiva que necesitamos en cuanto distinguir entre la ansiedad y el Espíritu. Lo he encontrado me ha sido muy útil en mis tiempos de incertidumbre y preocupación.
La ansiedad se siente como una presión en el pecho, te restringe y es intrusiva. El Espíritu Santo nos hace sentir paz, seguridad y tranquilidad.
La ansiedad es un constante ¿Y si tal vez?. El Espíritu Santo nos proporciona un momento de conocimiento.
La ansiedad es general. El Espíritu Santo es específico.
La ansiedad trae estrés y miedo. El Espíritu Santo proporciona claridad y advertencia.
Ten en cuenta lo siguiente
Algo que me ha ayudado a reconocer el Espíritu Santo de mis propios pensamientos es observar mis reacciones físicas ante la ansiedad y a las impresiones del Espíritu.
Cuando siento ansiedad, mi corazón comienza a acelerarse, me sudan las manos y me tiemblan las piernas. El Espíritu Santo no se comunica con nosotros de esa manera. El Espíritu no nos hacer temblar y no es tosco, pero sí es delicado y apacible.
Cuando siento el Espíritu, me estremezco y siento paz en mi corazón. Saber cómo reacciono físicamente a ambos me ayuda a reconocerlos en momentos donde cuestiono si es el Espíritu Santo quién me habla o mi propio miedo.
A muchas personas les cuesta identificar el Espíritu y sus propios pensamientos. Pero cuando entendemos los fundamentos de cómo se siente el Espíritu y cuál es su papel en nuestra vida, conocemos la diferencia entre los dos y se vuelve más fácil reconocerlos.
Este artículo fue escrito originalmente por Madi Waickham y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “Is this the Spirit Talking or My Anxiety?”