Pregunta
¿Por qué el Espíritu Santo no tiene un cuerpo de carne y huesos como el Padre y el Hijo?
Respuesta

En la teología de los Santos de los Últimos Días, el Espíritu Santo es descrito como un “personaje de Espíritu” (Doctrina y Convenios 130:22). A diferencia de Dios el Padre y Jesucristo, quienes poseen cuerpos físicos de carne y huesos, el Espíritu Santo no tiene un cuerpo físico.
Esta diferencia le permite morar en las personas, brindándoles guía y consuelo. Su capacidad de estar con muchas personas a la vez es una parte fundamental de su rol.
Como ser espiritual, puede influir y comunicarse con muchos simultáneamente, algo que el Padre y el Hijo, por tener cuerpos físicos, no pueden hacer de la misma forma.
El hecho de que el Espíritu Santo sea espíritu es esencial para cumplir su función como Consolador y guía. En las Escrituras (Juan 14:26–27; Moro. 8:26; DyC 21:9; 42:17; 90:11), se le llama con frecuencia el “Consolador”, lo que resalta su misión de ofrecer paz y tranquilidad a quienes la buscan.

Su capacidad de morar en los corazones de los fieles es una característica única de su naturaleza divina y le permite cumplir su propósito de forma eficaz.
Una pregunta común es cómo puede considerarse que el Espíritu Santo es un Dios si no tiene un cuerpo físico. En la creencia de los Santos de los Últimos Días, la divinidad no se define exclusivamente por tener forma física.
El Espíritu Santo es miembro de la Trinidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— y cada uno tiene funciones y responsabilidades distintas. El hecho de que el Espíritu Santo no tenga cuerpo no disminuye su divinidad.
El concepto de divinidad en la teología de los Santos de los Últimos Días es complejo. Aunque se enseña que la exaltación —llegar a ser como Dios— requiere un cuerpo físico, el estado actual del Espíritu Santo no le impide ser Dios.

Su autoridad y poder divinos son inherentes a su posición dentro de la Trinidad, y puede cumplir plenamente su misión sin necesidad de un cuerpo.
Uno de los aspectos más importantes del papel del Espíritu Santo en la vida de los Santos de los Últimos Días es el “don del Espíritu Santo”.
Este don se confiere a las personas después de ser bautizadas, mediante la imposición de manos por alguien que posea el Sacerdocio de Melquisedec. Esta ordenanza permite que el receptor tenga la compañía constante del Espíritu Santo, siempre y cuando se mantenga digno.
Este don se diferencia de la influencia del Espíritu Santo que alguien puede sentir antes del bautismo. Si bien cualquier persona puede sentir esa influencia, el don permite una relación más profunda y continua. Esta compañía es fundamental para el crecimiento espiritual, ya que brinda guía, consuelo y revelación a los fieles.

El Espíritu Santo actúa como maestro y guía, ayudando a las personas a discernir la verdad y enfrentar los desafíos de la vida. Comunica la voluntad del Padre y del Hijo, brindando entendimiento y dirección que pueden llevar a revelación personal.
Este papel es especialmente importante en la toma de decisiones y en dilemas morales, donde el Espíritu puede ofrecer claridad e inspiración.
El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, destacó la importancia del Espíritu Santo al recibir revelación personal.
Enseñó que el Espíritu puede iluminar nuestra mente y ayudarnos a comprender las verdades del Evangelio, guiándonos en nuestra vida diaria. Esta guía no se limita a los miembros de la Iglesia; muchas personas, sin importar su religión, pueden sentir la influencia del Espíritu Santo en sus vidas.

Otra pregunta frecuente es si el Espíritu Santo recibirá un cuerpo físico algún día. Aunque no hay una respuesta definitiva en las Escrituras, algunas enseñanzas sugieren que el Espíritu Santo podría estar esperando la oportunidad de recibir un cuerpo, de manera similar a lo que hizo Jesucristo. Sin embargo, esto sigue siendo especulativo, y los líderes de la Iglesia han advertido no hacer afirmaciones definitivas al respecto.
El profeta José Smith, fundador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, indicó que el Espíritu Santo es un ser espiritual que eventualmente podría recibir un cuerpo, pero no se conocen el momento ni las circunstancias.
Para los creyentes, el enfoque debe estar en el papel actual del Espíritu Santo y su misión, en lugar de especular sobre su futuro.

Independientemente de si algún día recibirá un cuerpo, el rol actual del Espíritu Santo es de suma importancia para la vida espiritual de los Santos de los Últimos Días.
Es una fuente vital de consuelo, guía y revelación, ayudando a las personas a avanzar en su camino espiritual. Vivir de acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo es esencial para el desarrollo personal y la cercanía con Dios.
La capacidad del Espíritu Santo de morar dentro de los individuos permite una relación única y personal con lo divino. Esta relación es fundamental en la fe de los Santos de los Últimos Días, y brinda la fortaleza y dirección necesarias para enfrentar los desafíos de la vida.
Fuente: Askgramps