Debido a que vemos múltiples publicaciones en redes sociales de personas que viven grandes aventuras, experiencias emocionantes, viajes, tienen éxito y vidas aparentemente sin preocupaciones, es muy fácil pensar que ese es el camino hacia la verdadera felicidad.
No hay duda de que esta forma de vida puede ser emocionante y divertida. Sin embargo, la verdadera felicidad es mucho más que una alegría constante.
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La verdadera felicidad es un estado del ser, algo que podemos controlar y lograr a través de nuestros esfuerzos constantes.
Es algo que perdura independientemente de la situación en la que nos encontremos.
Entonces, ¿Cómo podemos alcanzar la verdadera felicidad?
“Seré feliz cuando…”
Muchas personas no experimentan la felicidad porque tienen la idea de “seré feliz cuando…”. La creencia de que cuando finalmente “lo logren”, serán felices.
Y… ¿si no lo logramos? ¿Qué pasa después? ¿Nuestra felicidad solo depende de si algo sucede en nuestras vidas o no? ¿Nuestra felicidad depende de nuestro éxito?
Si permitimos que esta mentalidad nos defina, nuestras vidas se convertirán en una espiral de picos momentáneos con cada “logro”.
Sin embargo, nunca comprenderemos verdaderamente la alegría que proviene de las lecciones que experimentamos mientras trabajamos para lograr nuestras metas.
No es que no debamos centrarnos en nuestros objetivos y destino.
El destino es lo que nos da propósito. Es la fuerza que nos impulsa a seguir intentando.
Si bien nuestros esfuerzos son algo bueno, no está de más detenerse y celebrar las emociones positivas y nuestro progreso todos los días, sin importar cuán pequeños sean.
Si no progresamos y no experimentamos un retroceso, aún podemos reconocer las lecciones que nos enseñó la experiencia, y cómo podemos mejorar.
Cuando hacemos eso, la felicidad se convierte en algo que podemos buscar y lograr todos los días.
Ampliar nuestra capacidad para sentir felicidad
Otro aspecto importante de la felicidad es que no es la ausencia de pruebas, frustraciones, dolor, oposición u otros sentimientos desagradables.
Todos experimentamos algún grado de dificultad en nuestras vidas.
La felicidad es aprender a vivir con dificultades y enfrentarlas de la mejor manera posible.
La forma en que respondemos a estas dificultades puede ampliar nuestra capacidad para ver, sentir y abrazar la felicidad.
En nuestra respuesta está el crecimiento y el aprendizaje que pueden conducir a la plenitud y el gozo.
Podemos crecer a través de lo que atravesamos con optimismo y con la esperanza de que sucedan cosas buenas.
Caminar al lado de Cristo
El último y fundamental aspecto para lograr la felicidad duradera es caminar al lado de Cristo en cada paso.
Debido a que la felicidad es el propósito y objetivo de nuestra existencia, no es de extrañar que antes de enviarnos a la Tierra, Dios preparara un camino para ayudarnos a lograr lo que vinimos a buscar aquí, si así lo decidimos.
Este camino fue trazado para nosotros en las Escrituras, que fueron registradas tanto por los profetas de la antigüedad como los de los últimos días.
Este camino hacia la felicidad duradera no se trata de tener una vida perfecta, porque nadie puede alcanzar la perfección en esta vida excepto Jesucristo, que fue perfeccionado línea por línea, precepto por precepto.
Él pide nuestros mejores esfuerzos
Todo lo que Dios requiere de nosotros son nuestros mejores esfuerzos.
En una reunión con los niños de la Primaria, el presidente Russell M. Nelson compartió quizás las palabras más inspiradoras para ayudarnos a comprender mejor el inmenso amor que Dios tiene por nosotros, dijo:
“El Señor ama el esfuerzo porque el esfuerzo brinda recompensas que no pueden recibirse sin él”.
Nuestros esfuerzos por guardar los mandamientos, amar a Dios, a nuestro prójimo, incluso a nuestros enemigos, perdonar a los demás, vivir con humildad y paz, respetar a las personas independientemente de sus creencias, cuidar de nosotros mismos y de los necesitados, recordarlo en momentos de gozo y tristeza, y esforzarnos por continuar en el camino que nos llevará de regreso a Él, realmente cuentan.
Cada uno de nuestros esfuerzos cuenta, por pequeños que creamos que son.
Si hacemos nuestro mejor esfuerzo, Él los magnificará y nos ayudará a cosechar la recompensa prometida de la felicidad eterna.
La felicidad no solo sucede, la hacemos realidad a través de Cristo, que es el autor supremo de la felicidad duradera.
Fuente: Faith Ph