Lo que un sueño le enseñó a un hombre sobre el idioma de los cielos y la eternidad

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¿Alguna vez has visitado un lugar en el que todos hablaban un idioma diferente al tuyo? Incluso si un lugar es hermoso, no poder comunicarte dificulta disfrutar de estar ahí.

En una oportunidad, soñé que me encontraba en un hermoso lugar rodeado de personas felices y sonrientes. Estaba lleno de una sensación de consuelo y paz, y deseaba quedarme ahí para siempre. Pero, al escuchar hablar a las personas a mi alrededor, me di cuenta de que no podía entender lo que estaban diciendo. Fue muy frustrante no poder comunicarme y comencé a temer que no podría quedarme ahí. Finalmente, dije, “Por favor, no puedo entenderlos. ¿Quién en este lugar puede hablar mi idioma?

Después de un tiempo, alguien se acercó y dijo, “Este es el único idioma que se habla aquí. Si quieres quedarte aquí y formar parte de esta comunidad, necesitarás aprender este idioma. Puedo ayudarte si lo deseas.”

“¡Gracias!” respondí. “¿Cuándo podemos empezar?”

De repente, me desperté.

Aprender el idioma de los cielos

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Quise regresar, pero me di cuenta de que no podía, al menos no por un tiempo.

Mientras reflexionaba sobre lo que significaba todo y cómo podría volver algún día al lugar en mi sueño, escuché que una voz familiar respondió, “Empiezas al desarrollar fe en el Señor Jesucristo, al hacer las cosas que Él te pide que hagas, y al esforzarte para llegar a ser como Él.” Una escritura vino a mi mente: “Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra” (Alma 34:32). Ahora, es el “tiempo de prepararse para ese estado sin fin” (Alma 12:24).

Como el Presidente Thomas S. Monson nos recordó:

“El amor es la esencia misma del Evangelio, y Jesucristo es nuestro Ejemplo. Su vida fue un legado de amor… Ruego que empecemos hoy, este mismo día, a expresar amor a todos los hijos de Dios, ya sean nuestros familiares, nuestros amigos, personas que sean sólo conocidas o totalmente extrañas. Al levantarnos cada mañana, estemos resueltos a responder con amor y bondad a cualquier cosa que nos pueda salir al paso.” (El amor: La esencia del Evangelio, abril 2014)

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Sí, ahora es el momento de aprender a hablar el idioma de los cielos: el idioma del amor, la amabilidad, la caridad – el idioma celestial. Necesitamos aprender a hablar el idioma de los cielos no solo para que podamos llegar ahí, sino para que podamos estar cómodos y felices ahí.

Por medio de la fe en nuestro Salvador, Jesucristo, aprendemos que en el idioma celestial, y en la vida: escuchar, hablar, entender y actuar son lo mismo. “En Él no hay variación ni sombra de cambio” (Mormón 9:9).

¡Qué bendición tener esta vida para aprender ese idioma! ¡Qué bendición tener a un Salvador que esté ansioso de enseñarnos y sanarnos! De todos los muchos dones de Dios, incluidos la vida mortal, la luz, el amor, el libre albedrío y la vida eterna; es el don de Su Hijo, nuestro Salvador, que hace posible todas las cosas buenas.

La eternidad es ahora

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Con frecuencia, se piensa en la eternidad como un futuro lejano por el que luchamos, un lugar en el que todos están en paz y la vida es perfecta. Y, solo llegaremos ahí cuando hayamos “perseverado hasta el fin” de esta vida.

La verdad es que, la eternidad es ahora.

Nuestros cuerpos mortales morirán algún día, pero nuestros espíritus inmortales, que residen en nuestro interior y le dan vida a nuestros cuerpos mortales, nunca morirán. Son el verdadero “nosotros”, lo que significa que somos eternos y siempre viviremos en la eternidad.

Vivimos antes de venir a esta tierra y estamos vivos en este momento. Así que en este mismo momento estamos en la eternidad. Las cosas buenas pueden y deben suceder ahora, como sucedieron en nuestra existencia premortal y como pueden suceder en el futuro.

El Presidente Dieter F. Uchtdorf recientemente nos recordó que, “El ahora es parte de la eternidad; ¡no comienza solamente después de la muerte!”

Todos estamos a un latido de la muerte. Eso es lo que hace que nuestra mortalidad sea tan frágil y valiosa al mismo tiempo. Esta experiencia mortal es un momento de eternidad, así que en lugar de preguntar por qué alguien se ha ido, tal vez debamos preguntarnos por qué seguimos aquí. Mientras nuestro corazón siga latiendo, hay más cosas que Dios quiere que hagamos.

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Cuando me enfrento a la realidad de mi mortalidad, recuerdo la escritura, “Porque, he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1: 39). Es reconfortante saber que todas las personas que vivieron en esta tierra resucitarán y, por lo tanto, recibirán la inmortalidad. Eso significa que la muerte física no es el final, así que no se debe temer demasiado. Además, Dios nos ofrece el don de la vida eterna, que es mucho más que ser inmortal.

Podemos experimentar la felicidad que proviene de vivir a la altura de nuestro verdadero potencial, lo que podemos hacer con Su ayuda. Se nos ha dado tiempo en la tierra para que podamos aprender y desarrollar las características necesarias para recibir el mayor de todos los dones: la salvación, o para volver a vivir con nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador. (DyC 6:13)

A medida que pensemos en las lecciones que hemos aprendido hasta aquí en nuestras vidas, algunas bajo circunstancias difíciles, debemos darnos cuenta de que nada en esta existencia mortal es más poderoso que lo que somos capaces de superar con la ayuda de Dios.

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Sé que podemos acceder a Su poder aquí y ahora para ayudarnos a superar las pruebas y los desafíos que encontremos. Con la ayuda de Dios, no hay nada que pueda impedirnos recibir todas las bendiciones que provienen con el verdadero deseo y el sincero arrepentimiento… Sé que estamos viviendo en la eternidad en este momento. Todos pueden saber esto, y al saberlo, todos podremos vivir nuestras vidas de una manera más positiva y productiva. Lo mejor es que todos podremos enfrentar el futuro con fe, no con temor.

Todo eso conlleva una promesa extraordinaria: puedes experimentar la felicidad verdadera en este momento porque la eternidad es ahora.

Este es un extracto del libro “Eternity is Now” de John H. Groberg, que fue publicado originalmente en ldsliving.com con el título “What a Dream Taught One Man About the Language of Heaven and Eternity.”

Comentarios
Los ángeles y los demonios hablan el mismo idioma. Cuando un ángel o un demonio están apostados en cualquier país, pueden hablar el idioma de esa tierra, no necesariamente por que lo dominen, sino porque están concentrados y el poder los capacita para entender y comunicarse en esa lengua. Cuando no están concentrados y se hallan en estado normal, solo pueden utilizar su propio idioma, es la ley de Dios, para que que un ángel o un demonio puedan dominar otro idioma como propio, es estudiándolo, y lo pueden hacer más rápido que un humano, porque pueden estudiar más tiempo con menos cansancio, pero este es el caso de la minoría, ya que mayormente no les gusta estudiar. Solo hay otra forma, y es si Dios eleva una lengua a idioma oficial, en este caso por obra y poder de Jehová todos pueden hablar ese idioma como propio, así sucedió con el Hebreo, ya que el único idioma que se usaba de manera extendida y oficial era el Angelical. Cuando Jesús ascendió al cielo el Hebreo junto al Angélical pasaron a ser los idiomas oficiales. Los demás solo estaban y están permitidos dentro de los recintos. Fué el hebreo y no el arameo que era el que hablaba Jesús, el que se escogió, por la sencilla razón de que Jehová, no admite dialectos, aunque Jesús le dio la misma importancia, Dios siempre ha sido firme en este asunto. A partir del año 2001, el hebreo fué destituido, y en su lugar fué reemplazado por una versión del español más culto y puro que el actual. Por lo que siguen habiendo dos idiomas oficiales el Angelical y el Español. Para los que se preguntan el origen del Angelical: El idioma Angelical no es otro que el hablado en las Pléyades, ya que de ahí es que proviene Jehová Dios. Allí vive una civilización extraterrestre humana regida principalmente por un Dios parecido a Jehová, solo un poco menor en poder y estatura, que fué su enemigo mucho antes del Génesis y de Luzbel. Los primeros ángeles creados por Jehová tuvieron su inicio en esta parte de la galaxia a cientos de años luz. Muchos de ellos perecieron en las guerras que libró Jehová, aunque una porción de ellos eran resucitados y es donde ganó su reputación de guerrero. Ellos son parte de los ancianos de que habla el libro de Apocalipsis y que Jesús los muestra con "coronas". Los sobrevivientes de batallas del pasado remoto. El Dios Pleyadiano creó otros Dioses menores que son sus hijos. Los ángeles antigüos creados en las Pléyades al igual que los nuevos creados antes de Adán son de la misma raza que los Dioses y humanos de las Pléyades. Por lo que el Angelical es el antiguo idioma Pleyadiano.
Gideon Torres

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