La verdadera belleza es como el templo, lo más hermoso y valioso ocurre en su interior

No hay concepto más subjetivo que intentar explicar qué es la belleza.

Lo que es hermoso para algunos puede no serlo tanto para otros.

“Hay quienes aman una oruga y hay quienes prefieren una mariposa”. – Marcial Salaverry

Muchas personas buscan ser bellas, pero después de todo, ¿qué es la belleza?

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Una canción de Jenny Phillips dice:

“En este mundo hay confusión sobre lo que es la belleza. 

Las revistas muestran un patrón y quieren cambiar tu fe, pero este tipo de belleza no muestra lo que realmente alguien es.

Lo que en realidad pasa es que hay varios tipos de belleza.

Y la belleza más alabada es aquella que se puede ver con los ojos.

Esa belleza arrolladora, avasalladora, majestuosa (…)

La belleza física que encanta y arrebata al primer impacto, que ejerce una fuerte atracción y encanta de inmediato.

Ese encanto, que no siempre dura, porque el tiempo siempre lo modifica (…)

Este tipo de belleza es algo del momento (…)

No hablo de vejez y desgaste físico, sino de la belleza que se agota.

Existen personas que pierden el brillo cuando se ven sometidas a situaciones adversas.

Paisajes que pierden su belleza cuando los vemos bombardeados tras una guerra.

O, incluso, ese lugar antes paradisíaco, que tras un tsunami destila tristeza y desolación”.

Luego, se dice en la canción que la belleza es “como un templo brillante, que solo se puede ver desde el exterior. Sin embargo, su belleza interior es aquello que a Dios le importar más”.

Los templos atraen la mirada de todos los que pasan a su alrededor. Incluso, una foto o un video del templo llama la atención de todo aquel que lo ve.

No obstante, lo más valioso son los convenios que hacemos dentro del templo, porque quien busca primero la santidad, encontrará pureza”.

Al igual que un templo, “la verdadera belleza no está en el exterior, como muchos la buscan, sino en el corazón donde pocos la encuentran”.

En las Escrituras leemos que el Señor le dijo a Samuel que no prestara atención a su apariencia, porque Él, el Señor, no veía lo que veían los hombres. Es decir, lo que estaba frente a sus ojos, sino que veía el corazón (1 Samuel 16: 7).

Para el Señor, no hay competencia. Todos tenemos el mismo privilegio de tener su imagen grabada en nuestros rostros. No hay belleza más verdadera.

El élder L. Whitney Clayton dijo:

“Al continuar con fe, el Señor nos va cambiando gradualmente; recibimos Su imagen en nuestro rostro y comenzamos a reflejar el amor y la belleza de Su carácter”. 

Marcial Salaverry expresó:

“El poeta Vinicius de Moraes tenía razón cuando decía: ‘Lo siento por las feas, pero la belleza es fundamental’. La belleza fundamental que atrae y desborda amor.

Qué razón tienen aquellos que dicen que, al mostrar la belleza del alma, demuestran que esa es la verdadera belleza…

Pero, seamos sinceros, que me desmienta quien sea capaz: La belleza del alma que aparece divinamente es hermosa.

La verdadera belleza que dura toda la vida es esa belleza interior”.  

No digo que sea frívolo buscar la belleza exterior, es fundamental que nos sintamos bien con nosotros mismos. No obstante, nunca dejes que nadie te menosprecie, te humille o te trate mal.

Somos hijos e hijas del Padre Celestial, de un Dios Todopoderoso que nos ama y se preocupa por nosotros tal como somos. Tenemos características divinas, no olvidemos que…

“Si la verdadera belleza deseas encontrar, al Salvador busca imitar”.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Dalvelise Werder y fue publicado en Mais Fe con el título “O que é beleza verdadeira e como desenvolvê-la”.

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