Pregunta
Soy una conversa de 27 años y hasta el año pasado he sentido una maravillosa paz y calidez al ser miembro de la Iglesia. Este último año, sin embargo, he perdido el deseo de asistir a la Iglesia y siento fastidio hacia los líderes y sus consejos.
Siento que controlan mi vida y no me permiten pensar por mí misma. Me molesta un poco la idea de que los hombres deban dirigir a las mujeres, a pesar de que sé que todos somos iguales. Por favor, ayúdame.
Respuesta
Permíteme hacerte una pregunta: ¿Sientes que tu percepción actual de los líderes de la Iglesia, de que no te dejan pensar por ti misma, es diferente al trato que recibías antes o consideras que esta diferencia representa un cambio de actitud de tu parte?
Me sorprendería mucho si es que crees que tu actitud no ha cambiado y que ahora te traten de manera diferente a como lo hacían antes.
La respuesta a esa pregunta define la dirección en la que debemos enfocarnos para solucionar el problema.
Imaginemos por un momento que eres consciente de que tu propia actitud ha cambiado recientemente y que el entorno externo ha permanecido prácticamente igual.
Ahora debemos tratar de identificar las razones de tal cambio. ¿Qué hay diferente en tu vida en comparación a hace un año?
Lo primero sería sentir que te están tratando de manera diferente y que otras personas tienen la culpa de tus sentimientos. Pero ya hemos descartado eso por suposiciones hechas anteriormente.
El único recurso sería que examines las razones de tus propios sentimientos. Después de todo, tus sentimientos nunca son causados por un entorno externo.
El único recurso sería examinar las razones de tus propios sentimientos. Después de todo, tus sentimientos nunca son causados por un entorno externo, sin embargo, pueden verse influenciados de diferentes maneras por entornos adversos dados, dependiendo de cómo los percibas.
Existe una historia de los prisioneros en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Aquellos que, en esas terribles circunstancias, vivían fuera de sí mismos y sacrificaban mucho de lo poco que tenían para ayudar a otros en peor situación que ellos mismos, parecían sobrellevar mejor la situación que el resto.
Perdían menos peso, mantenían una mayor fuerza y alerta mental que los demás prisioneros.
Pablo, en su carta a los Romanos, lo expresó de manera adecuada:
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos; sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; porque haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien”.
Entonces, el asunto depende estrictamente de ti; puedes sentirte enojada o sentir compasión. Tú decides.
Asimismo, sería bueno tratar de identificar los cambios en tu vida que causaron este giro, de la maravillosa paz y calidez que sentías antes a tu actual actitud.
Solo puedo sugerir que realices un examen crítico y profundo de tu propia vida, y en particular, tal vez, de cualquier cambio posible en tu adhesión a los principios del evangelio que profesas.
Si una persona vive estrictamente de acuerdo con la palabra del Señor, el Espíritu Santo se vuelve su compañero constante y sentirá la paz que trae el evangelio. Aquello me parece un buen punto de partida para la solución a tu problema.
Fuente: Ask Gramps
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