El diálogo político se ha convertido parte de nuestras vidas diarias.
A menudo se nos pide que tomemos partido en el campo de batalla de la política. Las estadísticas muestran que los partidos políticos están más divididos hoy que nunca en las últimas dos décadas. Con nuevos problemas que se plantean semanalmente, la división se hace más profunda, y a menudo el discurso político se convierte en disgusto político. Puede ser fácil en esta “guerra de palabras” desarrollar sentimientos de disgusto, incluso odio, por nuestros hermanos y hermanas.
Aunque no hay respuestas claras respecto a quién tiene la razón o no en la política, hay un estándar que todos necesitamos tener en cuenta cuando se trata del discurso político. Las autoridades generales han dibujado dos líneas claras sobre la forma en la que debemos tratar a los demás desde diferentes puntos de vista.
1.Todos somos diferentes, pero debemos esforzarnos por estar unidos.
2. Atacar a otros personalmente por sus creencias no proviene de Dios, ni tampoco guardar rencor debido a las opiniones de los demás.
Diferentes pero unidos
El Élder Koch de los Setenta fue profético en su discurso pasado de la Conferencia General.
Su postura, y por supuesto la del Señor, es clara:
En la iglesia, a pesar de nuestras diferencias, ¡el Señor espera que seamos uno! Él dijo en doctrina y convenios: “Sed uno; y si no sois uno no sois míos”.
Él continúa hablando sobre un tema en el que la mayoría de nosotros estamos de acuerdo. Cuando entramos a la capilla o especialmente en el templo, debemos dejar de lado todas las cosas que nos dividen. El estatus social, las opiniones políticas, y los logros personales no tienen cabida en los lugares de adoración. Cuando hacemos esto, nos unimos en un solo deseo de adorar a Dios.
Sin embargo, que sucede fuera de las paredes de la capilla y con aquellos que no son de nuestra fe. ¿Acaso cambia este punto de vista?
Por supuesto que no.
El Elder Koch dice:
Sin embargo, lo que realmente determina, solidifica o destruye nuestra unidad es cómo actuamos cuando estamos separados de los miembros de nuestra iglesia. Como todos sabemos, es inevitable y normal que eventualmente hablemos el uno del otro.
Dependiendo de lo que elijamos decir el uno del otro, nuestras palabras podrán “tejer nuestros corazones en unidad”, tal y como dijo Alma a aquellos que bautizó en las aguas de Mormón, el amor brotará, la confianza y la buena voluntad que debería existir entre nosotros.
Las palabras tienen poder. Pueden moldear nuestros sentimientos respecto el uno hacia el otro de la misma manera que un escultor moldea su arcilla. ¿Vamos a ser moldeadores de amor y unidad en nuestro discurso político o vamos a ser moldeadores de resentimiento e ira? La decisión es tuya, tú decides, pero el mandamiento de Dios es claro.
Tomar ofensa
¿Qué tal si el tiempo para las sutilezas ha pasado? ¿Qué pasa si llevamos cicatrices del diálogo político que nos han llevado a distanciarnos de los demás?
¿Cómo vamos a sobrellevar eso?
El Presidente Uchtdorf compartió algunas ideas en la pasada conferencia de las mujeres. Las opiniones de otros no deberían afectar nuestras opiniones sobre ellos, incluso si eso significa tragarnos nuestro propio orgullo.
Él primero reconoce la causa de nuestro odio:
“Cuando alguien se opone a nosotros o está en desacuerdo, es tentador suponer que debe haber algo mal con ellos. Y a partir de ahí se da un pequeño paso para crear los peores motivos para los demás”.
Cuando esto sucede, se tiene la tendencia de ser ofendido, y la ofensa tiende a distanciar el uno del otro, y si esa ofensa se dirige hacia el punto de vista de la iglesia en un tema político, incluso podría distanciar a las personas de la iglesia.
El Presidente Uchtdorf advierte contra tal pensamiento:
Claro que debemos defender lo que es correcto, y hay ocasiones en las que tenemos que hacer escuchar nuestras voces por esa causa. Sin embargo, cuando lo hacemos con ira u odio en nuestros corazones, cuando atacamos a los demás para herirlos, avergonzarlos o silenciarlos, lo más probable es que no lo estamos haciendo en rectitud…
…somos responsables de nuestro propio discipulado, y tiene poco o nada que ver con la forma en la que los demás nos tratan. Obviamente esperamos que sean comprensivos y caritativos a cambio, pero nuestro amor por ellos es independiente de sus sentimientos hacia nosotros.
La ofensa es una calle de dos sentidos. El diálogo político es saludable y alentador, pero si lo usas como arma, lastimarás a alguien, y esa actitud de odio no es de Dios. A cambio, la armadura que podemos usar cuando alguien nos ofende es dejar de asociar su opinión con lo que ellos son como persona. Se nos ha mandado que seamos caritativos con todas las personas incluso si ellos no lo son con nosotros.
Una guerra de palabras
Cuando se trata de opiniones y conflictos de palabras, José Smith tenía una buena idea respecto a los peligrosos efectos de la oratoria negativa.
En su tiempo, las discusiones eran sobre religión. Las diferentes religiones contendían la una con la otra, y los sentimientos de odio eran muy fuertes, ya que muchas afirmaban que eran la verdadera religión de Dios.
Mas esforzándome con todo mi aliento por pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había apoderado de mí, y en el momento en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción —no a una ruina imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca había sentido en ningún otro ser— precisamente en este momento de tan grande alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí. -José Smith Historia 1: 6.
José Smith no se unió a ninguno de ellos. A la temprana edad de catorce años, José Smith reconoció que esa guerra de palabras era perjudicial para el verdadero crecimiento espiritual e intelectual. Nada fue resuelto con odio. Todo ese ruido era divisorio y no inspirador.
En nuestra búsqueda de la verdad en esta vida, es importante reconocer que los demás están en una búsqueda similar, a pesar de que están en un camino diferente. Cuando discutimos diferentes puntos de vista, necesitamos fomentar los sentimientos de comprensión, amor y aliento para la búsqueda de la verdad. Cuando hacemos esto, el Espíritu puede ser parte del diálogo y podemos hacer que nuestras conversaciones sean inspiradoras no desalentadoras.
Las palabras pueden cambiar el mundo. Asegurémonos de que las que usamos nos lleven en un camino positivo.
Este artículo fue escrito originalmente por Logan Groll y fue publicado en mormonhub.com, con el título: “War of Words: What The General Authorities Have Said About Political Discourse”