Como muchos cristianos, creemos en Dios Padre, Su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo. Sin embargo, no creemos en el concepto tradicional de la Trinidad.
Creemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres seres separados y que son uno en propósito.
El primer Artículo de Fe de la Iglesia declara:
“Creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo”.
Creemos que son tres personajes distintos, no un ser singular. Los llamamos, “deidad”.
La Biblia respalda esta creencia. El relato del Nuevo Testamento sobre el bautismo de Jesús es un gran ejemplo de cómo la deidad trabajó en conjunto para llevar a cabo la voluntad del Padre Celestial.
En Mateo 3:16-17 dice:
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él.
Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.
En ese momento, estaban presentes los tres miembros de la deidad: Jesús, que estaba siendo bautizado; el Padre Celestial, cuya voz se escuchó desde el cielo; y el espíritu de Dios, como lo indicó la señal de la paloma.
Cada miembro de la deidad tiene un papel específico. Los tres están unidos en el propósito de traer nuevamente a todos los hijos de Dios a Su presencia.
Dios
Dios es nuestro amoroso Padre Celestial. Después de todo, Él es el Padre de nuestros espíritus. Nos comunicamos con Él a través de la oración, como lo hizo el mismo Jesucristo. El Padre Celestial siempre escucha nuestras oraciones. Él escribió el plan de salvación, un plan para ayudar a todos Sus hijos a volver a vivir con Él. Como Santos de los Últimos Días, lo amamos y lo adoramos.
Jesús
Jesucristo es el Hijo del Padre Celestial. Él es nuestro Salvador y Redentor, fue el Hijo Unigénito de Dios, nacido de María. Vivió en la tierra y enseñó el evangelio de Su Padre, fue rechazado por el mundo y crucificado.
Debido a Su vida perfecta, sin pecado, y Su sacrificio, todos tenemos la esperanza de volver a vivir con Él y nuestro Padre Celestial. Juan 3:16 dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Espíritu
El Espíritu Santo es el mensajero y revelador del Padre y del Hijo. Como personaje de Espíritu, él nos ayuda a aprender y reconocer la verdad de todas las cosas, incluido el evangelio. A través del Espíritu Santo, Dios y Jesucristo nos comunican Su amor, consuelo y paz.
Propósito
Aunque la deidad se compone de tres seres distintos con ciertos roles y características diferentes, están perfectamente unidos en propósito.
Los tres personajes trabajan en armonía para ayudarnos a conocer a Dios, vivir con rectitud, ser perdonados y, finalmente, volver a vivir con ellos.
Juntos obran “para llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. (Moisés 1:39)
El concepto de la Trinidad en las Escrituras
La filosofía de la Trinidad habla de un concepto de un Dios inmaterial, sin cuerpo, sin partes ni pasiones, que se revela en tres manifestaciones: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo.
Sin embargo, este concepto es contrario a las Escrituras que existían en el momento en que se formalizó la filosofía, en el año 425 d.C. en el Concilio de Nicea.
Entonces, al leer las escrituras del Nuevo Testamento sin prejuicios, uno debe concluir que la Trinidad realmente consta de tres personajes distintos, pero unidos en propósito. Sin embargo, distintos en ser. Leemos en Juan 17:11:
“Y ya no estoy en el mundo; pero estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”.
Aquí, Jesús ora al Padre (no la otra manifestación de sí mismo) implora a Sus discípulos que sean uno, ¡como ellos son uno!
Si Dios y Cristo fueran una sola persona, Jesús estaría orando para que los discípulos se convirtieran en una sola persona, es decir, una entidad con múltiples manifestaciones.
La intención obvia de las palabras del Salvador es que los discípulos estén unidos en propósito, creencia y testimonio para que puedan estar unidos en justicia como lo están el Padre y el Hijo.
En un segundo pasaje de esa gran oración intercesora del Salvador, leemos:
“Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos; para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Y la gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno”. (Juan 17:20-22)
Jesucristo y la Trinidad
No podría estar más claro que el Salvador quisiera que todos los que escucharan y creyeran en la palabra se vuelvieran uno, así como el Padre y el Hijo son uno y que Él pidió a Sus discípulos que fueran uno.
En otro contexto, hay otro pasaje interesante en Juan que demuestra claramente que el Padre y el Hijo son seres separados. El Salvador está hablando a los fariseos y se está declarando a sí mismo como la luz del mundo.
Los fariseos lo acusan de dar testimonio de sí mismo y declaran que, por lo tanto, su testimonio no es verdadero. En respuesta, el Salvador los rechaza citando su propia ley:
“Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió.
Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.
Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí”. (Juan 8:15-18)
Aquí el Salvador cita la ley judía de que el testimonio de dos hombres es verdadero. Él se declara como uno de los dos hombres y Su Padre Celestial como el otro.
De estas escrituras, es evidente que la deidad (trinidad) está compuesta de seres distintos, y no por varias manifestaciones del mismo carácter inmaterial.
Esta es una traducción del artículo que fue publicado originalmente en Mais Fe con el título “Os membros da Igreja de Jesus Cristo acreditam na Trindade?”