“Nuestra Gloriosa Madre Eva”, la primera mujer, esposa y madre, el último ser creado en entrar en el templo paradisíaco del Edén y el primer ser en abandonarlo de manera voluntaria.
Su llegada a la tierra es tan paradigmático y, ya sea que creamos o no en ella, debemos conocer y comprender parte de su historia.
Esta historia es casi inexplicablemente poderosa, curiosamente no puede ser reemplazada, y ha sido tema de conversación religiosa y filosófica por muchas generaciones.
¿Quién es esta mujer, calumniada y difamada por los diferentes lideres religiosos del pasado, que la calificaron como “la puerta del diablo”, y la “desviada de la bendición de Dios”, y nombrada por los profetas de nuestros días como “nuestra gloriosa madre Eva”? (Doctrina y Convenios 138:39)
Eva y el propósito de la vida
“Y llamó Adán el nombre de su mujer Eva, por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes”. -Génesis 3:20
El nombre de Eva no solo fue algo personal, mas fue un título y la declaración de una doctrina maravillosa, que abarca a todos de manera global: la del inicio de los mundos de vida sinfín.
El nombre, que proviene de la palabra hebrea “Havah”, significa “vida” o “dador de vida”. Si bien esta designación nos lleva hacia el inicio de la vida en la tierra, busca, en el sentido más sagrado, señalar ese sistema continuo que resulta en la creación de vida y establecimiento de todo el universo y más allá.
Eva es la personificación de la totalidad del propósito de la vida y del hecho de que la vida proviene únicamente de la madre del convenio. El nombre y título es sagrado, así como lo es la palabra “madre”, que en hebreo significa “el vínculo de la familia” y se suma a nuestra comprensión del plan eterno que se centra en las mujeres.
Los nombres y títulos establecen lo que es un fundamento y, por tanto, lo que está a la cabeza. Los nombres y títulos anuncian derechos y prerrogativas, y proporcionan el estándar a ser emulado por los que vienen después.
Entendemos el poder rector del sacerdocio y la misión protectora y proveedora que le corresponde. Sin embargo, el concepto de la vida se centra en el convenio de la maternidad.
Nada llega a existir temporal o eternamente hasta que la mujer, esposa y madre designada, comience ese proceso.
Incluso la vida animal y la vida vegetal no entran en la esfera sensible de la tierra hasta que Eva las evoca en la caída gozosa por la que los ángeles se regocijaron y que abrió el mundo a los hijos e hijas espirituales de Dios.
Es por esta razón que el profeta José Smith explicó que cuando el término “ruach”, o aliento de vida del Génesis, que “se aplica a Eva, debe traducirse como “vidas” (Joseph Fielding Smith, Teachings of the Prophet Joseph Smith).
Eva alcanzó, específicamente, la preeminencia premortal debido a que aceptó tanto el carácter, los atributos y los principios que abarcan la maternidad eterna.
Dentro de la Iglesia solemos cantar las inmortales palabras de Eliza R. Snow:
“¿Hay en los cielos padres solos? Clara la verdad está; la verdad eterna muestra: madre hay también allá”. –Himno 187: “Oh, mi Padre”
Nos regocijamos en esa Madre, sabiendo que ella preside en santidad y verdad como consorte del Padre Eterno. Esa medida plena de la creación marcó indeleblemente el alma de Eva.
Al completarse su preparación pre-mortal, llegó su nacimiento paradisíaco. La maravilla de esta creación es que surgió de la genética de nuestro Padre y Madre Celestiales.
Abraham registró:
“De modo que los Dioses descendieron para organizar al hombre a su propia imagen, para formarlo a imagen de los Dioses, para formarlos varón y hembra”. -Abraham 4: 27
Los Dioses, hombre y mujer, Padres Eternos, vinieron a esta esfera terrenal para crear al hombre a Su imagen, hombre y mujer.
El élder Bruce R. McConkie explicó:
“Para aquellos cuyo entendimiento espiritual limitado les impide recitar todos los hechos, el relato revelado, en lenguaje figurado, habla de que Eva fue creada de la costilla de Adán (Moisés 3:21-25). Sin embargo, otra escritura más detallada nos habla de “Adán, quien fue el hijo de Dios, con el cual Dios mismo conversó” (Moisés 6:22).
En una declaración doctrinal oficial, la Primera Presidencia de la Iglesia (Joseph F. Smith, John R. Winder y Anthon H. Lund) expresó que “todos aquellos que han habitado la tierra desde Adán han recibido un cuerpo y se han transformado en almas de la misma manera” y que el primero de nuestro género comenzó su vida como la semilla o el embrión de la humanidad que se convierte en hombre”.- “Eve and the Fall”, Deseret Book, 1988
Para que no haya confusión sobre este tema, el élder McConkie dijo sobre Eva:
“Ella fue colocada en la tierra de la misma manera en que lo fue Adán, el relato mosaico que expresa que el Señor la creó de la costilla de Adán es meramente figurativo (Moisés 3:20-25)”.- Old Testament Study Guide
Si tuviéramos a la mano el Libro de Memorias de Adán, nuestra comprensión de su unión y preparación familiar probablemente estaría a nuestro alcance. Los relatos apócrifos aluden que fueron instruidos en su juventud por mensajeros celestiales. Nuestra comprensión nos conduciría a una crianza divina por los mismos Personajes que los engendraron y crearon.
En el momento crítico fueron introducidos, primero Adán y luego Eva, al Jardín de Dios diseñado para un mayor aprendizaje y para la caída. Allí, Abraham explicó, Adán y Eva recibieron de manos de su Padre las palabras clave del sacerdocio (Abra. 2.3).
Si meditamos en ello, vemos que fueron investidos con los gárments del Santo Sacerdocio.
Ahí, en presencia de un Padre y una Madre Eternos, como se sugiere en los relatos de Génesis y Moisés, fueron instruidos y sellados en matrimonio eterno (Gén. 2:22-24; Moisés 3:22-24).
Estas ordenanzas, centradas en la Expiación venidera, formaron la base de su fe unida y acciones futuras.
El presidente J. Reuben Clark compartió que Adán recibiría a Eva en el Edén:
“Radiante y divinamente hermosa, al Jardín que él había engalanado y guardado para ella; a la morada nupcial que él había edificado, para comenzar allí juntos su vida terrenal, que finalmente habría de brindarles la oportunidad de llevar salvación y exaltación a los incontables millares de espíritus que entonces esperaban sus tabernáculos mortales, así como a estos dos les había sido posible poseer”.
Y así, el comienzo más dulce de la familia eterna de la que somos parte: un hombre y una mujer virtuosos que amaron a Dios y a los demás, y a todo aquel que en adelante los siga. De ellos a uno y de uno a todos.
Fuente: Meridian Magazine
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