No entres en pánico, no me estoy convirtiendo en la portavoz de las mujeres que no han servido una misión. ¡Esto también puede aplicarse a los hombres que no han salido a la misión! Puede que no todas las chicas piensen lo mismo, pero he estado en situaciones en las que he visto a las chicas tener dificultades en cuanto a su decisión de ir o no a una misión por razones por las que no deberían preocuparse.
No dudo de mi decisión, tampoco estoy enojada ni ofendida. He visto a tantas jóvenes, incluyéndome, desanimarse debido a estos problemas. Algunas dijeron que no ven que sucede tal juicio, o que no debería abordar el tema, pero existe, y siento que debe hablarse de ello, aunque sólo sea para que la gente pueda entender cómo se siente.
Sé que no todos asumen cosas sobre las jóvenes que van a la misión, algunas personas son muy abiertas y felices con la decisión de otras personas. Estos son sólo mis pensamientos sobre aquellos con quienes he tenido contacto y que no entienden algunas de estas cosas, y que deseo aclarar.
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1. Todavía amamos el Evangelio
¡Sí, eso es correcto! El hecho de que no estemos dedicando un año y medio de nuestras vidas a predicar únicamente el Evangelio, no significa que no estamos dedicando nuestros días y nuestras vidas al Señor.
Buscamos maneras de ayudar, servir, enseñar y ministrar todos los días. A pesar de que no llevamos una placa en el pecho, como diría el Presidente Nelson, todos tenemos “placas pintadas en nuestro corazón”.
2. Todas somos capaces
Cuando hay personas que hablan sobre cuán atractivas son las hermanas misioneras, cómo solo se casarán con una misionera retornada, y que esa joven será una mejor madre porque ha servido una misión, comentarios como esos pueden herir nuestros sentimientos.
Probablemente no tenían intenciones de ofender a nadie, pero sí lo hacen. Puede parecer que el camino que hemos elegido se vea como inferior ante sus ojos. Pensamos en nuestros futuros hijos y nos preguntamos si es que ellos tendrán razón sobre el tipo de madre que serás y lo menos espiritual que podrías ser.
Nos preguntamos si deberíamos ir y servir únicamente porque nos hará más atractivas para los demás. Creemos que nuestro estudio personal de las Escrituras, el cumplimiento de nuestros llamamientos, nuestro deseo de servir a los demás, nuestra enseñanza y ayuda a quienes nos rodean, no es suficiente. Sin embargo, aún así podemos ser grandes esposas y madres, ¡lo prometo!
3. Apreciamos que las personas reconozcan a aquellas de nosotras que no hemos servido una misión en sus lecciones o charlas
Amamos la obra misional. Sinceramente lo hacemos. Lo que no amamos es sentir que no hemos escogido la opción correcta porque decidimos no ser misioneras.
El enfoque de la Iglesia es la obra misional, pero eso no necesariamente significa una misión de tiempo completo. Nos encanta saber cómo servir como miembros y cómo ser un ejemplo para quienes nos rodean.
No nos agrada las lecciones que hablan sobre cómo cada persona debe servir una misión, que es siempre la mejor opción, que nunca estaremos más cerca del espíritu como en una misión.
Preguntarle a las personas si es que tienen una experiencia misional que pudieran compartir, o decir cosas como: “Si has cumplido una misión, entiendes esto…” también puede ofender a los hombres que eran dignos de servir, y que no pudieron hacerlo por diferentes razones.
4. Hemos orado por nuestra decisión
Me sorprendió un poco cuando un miembro de mi barrio me preguntó si había orado en cuanto a mi decisión de no servir.
Esa es una pregunta muy personal y muy frustrante. Así que permítanme compartirles, hemos orado al respecto, quizá algunas están orando por ello. Seremos obedientes a la respuesta que se nos ha dado, y con suerte eso es aceptable a Sus ojos.
5. No todas estamos buscando casarnos
A veces parece que hay dos opciones; ir a una misión o casarse. Algunas de nosotras tampoco buscamos lo segundo, quizá no por el momento. Claro, estamos abiertos a la idea del matrimonio, pero no optamos quedamos en casa para poder casarnos de inmediato.
Algunas de nosotras nos enfocamos en los estudios, nuestro trabajo, el servicio en la Iglesia, y a algunas simplemente se nos dijo que no sirvamos una misión y que nuestro objetivo es ser una herramienta en las manos del Padre Celestial, donde sea que se nos necesite. A dónde nos manden iremos, Señor… incluso si eso significa quedarnos.
6. Somos únicas e irrepetibles
Tenemos diferentes objetivos, diferentes razones para no servir. Algunas hermanas no tienen el deseo de servir, ¡y eso está bien! Algunas tienen el deseo y no pudieron servir por razones médicas o de otro tipo, ¡y eso también está bien!
Algunas de nosotras tenemos el deseo de servir, y a través de la revelación personal nos dimos cuenta de que servir una misión no era parte de nuestro plan. ¡Y eso también está bien! Algunas de nosotras somos mayores, algunas somos más jóvenes, ¡no importa! Todas somos diferentes, todas amamos el Evangelio y todas nos esforzamos por ser la mejor versión de nosotras mismas.
7. Apreciamos cuando las personas están felices por nuestros logros
A veces es difícil ver lo emocionadas que están las personas cuando alguien envía sus papeles misionales, recibe su llamamiento misional o se va, y no se emocionan de la misma manera por las cosas buenas que estamos logrando.
A veces, sentimos que las cosas que estamos haciendo no son tan importantes o maravillosas. Ayúdanos a ver que estudiar, conseguir un trabajo, dar un examen o tomarnos un tiempo para ayudar a otros también es emocionante e importante.
8. Estamos orgullosas de nuestras hermanas
Aplaudimos a nuestras hermanas por su diligencia, las apreciamos y las amamos. Queremos ayudar a los misioneros y mostrarles nuestro apoyo. Valoramos su servicio y queremos que logren grandes cosas. Nuestra elección de no servir una misión no se refleja en el servicio misional de las hermanas o el lugar de las mujeres en la Iglesia.
9. Estamos ocupadas
Probablemente no estemos ocupadas de la misma manera que los misioneros de tiempo completo, ¡pero estamos ocupadas! ¡Estudiamos, trabajamos, servimos en los llamamientos de la Iglesia, ayudamos a nuestras familias y amigos, tomamos tiempo para nuestra adoración personal, la lectura de las escrituras, nuestro aprendizaje, crecimiento, servicio, lecciones, entre muchas otras cosas!
10. ¡Necesitamos tu amor!
A veces es fácil sentirse deprimida, herida o inferior a los demás. Agradecemos a todas las personas que nos dan ánimos, que nos hacen sonreír y nos ayudan a darnos cuenta de que no estamos solas. ¡Nosotras también les amaremos!
Fuente: maisfe.org