El élder James E. Talmadge dijo una vez:
“No hay mayor defensor de la mujer y el sexo femenino que Jesús el Cristo”.
¡Esto verdaderamente cierto! Sin embargo, no todas las mujeres se han sentido empoderadas por la cultura de la Iglesia.
¿Cómo podemos armonizar nuestra doctrina y nuestra cultura cuando se trata de honrar y empoderar a las mujeres? Aquí te compartimos tres ideas que son fáciles de implementar.
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1. Redefine la importancia de los discursantes
Tradicionalmente, nos hemos acostumbrado a colocar a los discursantes más importantes para el final. ¿Quién no está familiarizado con el JAS que sale a discursar primero, que generalmente es seguido por una hermana y luego por un hermano?
Si una hermana solicita poder ser la primera discursante o tiene que dar un discurso más corto debido al tiempo o a modo de introducción, entonces tiene mucho sentido que ella de inicio al tiempo para los discursos.
Pero si el orden de los discursantes es irrelevante, trata de no colocar automáticamente a un hermano al final.
¿Qué es lo que puedes hacer? Puedes preguntarles a ambos hermanos si tienen alguna preferencia en el orden de los discursos.
2. Llama “Presidenta” en lugar de “Hermana” a las presidentas de las organizaciones de la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes y la Primaria
Es su función oficial. Esto brinda respeto a los llamamientos asignados a las mujeres por los líderes de la Iglesia. Esto puede hacerse tanto a nivel de estaca como de barrio.
3. Usa la frase “Padres Celestiales”
Por ejemplo, en lugar de decir “Nuestro Padre Celestial y Jesucristo tienen un plan para nosotros”, puedes decir “Nuestros Padres Celestiales y Jesucristo tienen un plan para nosotros”.
Este es un recordatorio respetuoso de la existencia de nuestra Madre Celestial y es una forma apropiada de incluirla en nuestras charlas sobre el Evangelio. El nuevo lema de las Mujeres Jóvenes ciertamente lo hace:
“Soy una hija amada de padres celestiales, con una naturaleza divina y un destino eterno”.
El hacerlo les recuerda a las mujeres que tienen un ejemplo supremo de feminidad que pueden atesorar en sus corazones, una Madre que comprende sus luchas y experiencias como mujeres.
La Iglesia debería ser el lugar donde las mujeres se sientan más empoderadas. Cada mujer y lo que necesita para sentirse empoderada es diferente y las experiencias varían según el barrio en el que se encuentran.
Estos tres consejos sencillos pueden unirse a nuestros esfuerzos por apoyar y sostener a las hermanas de la Iglesia en su camino como discípulas de Jesucristo.
Fuente: ldsdaily.com