Nervios e incertidumbre.
Esas fueron mis primeras impresiones cuando supe que tenía que llevar una clase de Filosofía en mi primer semestre de la universidad.
Porque siempre creí que la filosofía trataba de cuestionar y contradecir la religión, y como Santo de los Últimos Días, no quería tener conflictos con mi fe por una nota.
Pero todo cambió cuando tuve que sumergirme en la filosofía del aclamado Friedrich Nietzsche, uno de los pensadores modernos más influyentes de la historia.
El divino don del albedrío

Nietzsche invitaba al hombre a ser agentes de su destino. Imagen: Bloghemia
Una de las primeras ideas que aprendí sobre Nietzsche fue su concepto de “la voluntad de poder”.
En palabras simples, significa querer aprovechar al máximo tu vida, ser fuerte y creativo, y no simplemente dejar pasivamente que las cosas te sucedan. Una enseñanza que de inmediato me recordó a mis clases de seminario del Libro de Mormón.
En 2 Nefi 2:26, el profeta Lehi nos enseña que Dios ha ordenado a Sus hijos a “actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos”.
¡Sí! Tanto Nietzsche como el Libro de Mormón nos alientan a ser los agentes de nuestra propia vida, desarrollar nuestro albedrío y actuar, sin esperar que otros decidan por nosotros.
Dios ama el esfuerzo

Ante la adversidad, se nos exhorta a trabajar. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Nietzsche veía a Jesús como un ejemplo de autenticidad, pero sentía que el cristianismo organizado era una institución que adopta una “moral de esclavos”, que impone la voluntad de Dios y despoja a los hombres de sus responsabilidades.
El reputado filósofo alemán creía que estábamos viviendo bajo una moral pasiva, donde no tomamos consciencia de nuestras acciones y preferimos culpar “al destino”.
Esta práctica inerte de la religión, que también se compagina con ser agentes de nuestras acciones, se relaciona con las enseñanzas de Nefi.
Nefi explicó que debemos trabajar diligentemente y “hacer cuanto podamos” para obtener la salvación (2 Nefi 25:23). Si bien Dios pondrá pruebas en nuestro camino, Él espera que nos esforcemos por afrontar estos obstáculos.
Nuestro destino no está escrito sin nuestro consentimiento. Como explican Nietzsche y el Libro de Mormón, somos responsables de nuestras acciones y, por lo tanto, de nuestro destino eterno.
Potencial divino

Dios espera que lleguemos a ser como Él. «Young man seeing spirit world», by G. Bjorn Thorkelson
Curiosamente en su libro “El Anticristo”, Nietzsche comparte que podemos llegar a “ser mucho más de lo que somos”, y no tenemos que conformarnos con la idea de que estamos de antemano castigados y limitados en la Tierra, como predicaba el cristianismo institucionalizado de su época.
Un concepto que me recordó al potencial divino que compartimos los Santos de los Últimos Días y que explicó el profeta Mormón al asegurar que podemos:
“[llegar] a ser semejantes a Él, porque lo veremos tal como es; para que tengamos esta esperanza; para que seamos purificados así como Él es puro”.
En la Iglesia de Jesucristo, sabemos que a medida que nos esforcemos, podemos llegar a ser dioses y diosas por la eternidad. Tal como nuestro Padre en los cielos.

Somos hijos engendrados por Dios, a Su imagen y semejanza. Imagen: Más Fe
Y, finalmente, aquí se une otro paralelismo asombroso, pues —para Nietzsche— Dios es un ser verdaderamente real al que los hombres deberíamos aspirar. En definitiva, quería explícitamente dejar atrás al Dios impotente y abstracto de la Europa moderna.
Esa creencia se alinea perfectamente con la doctrina de los Santos de los Últimos Días de que Dios es un Ser de carne y hueso, y que podemos aspirar a ser algo más, porque literalmente somos Sus hijos. Así lo enseñó el rey Benjamín:
“A causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de Él, porque he aquí, hoy Él os ha engendrado espiritualmente” (Mosíah 5:7).
Creo que mi mayor lección en toda esta experiencia es que, así como esperamos a que nos escuchen al compartir nuestra fe, también podemos ser más receptivos a las nuevas ideas.
En Doctrina y Convenios 88:118, se nos enseña a “busca[r] palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”.
Al igual que aquella joven temerosa en su clase de Filosofía, todos podemos reforzar nuestra fe cuando abrimos nuestra mente y corazón, incluso en los lugares menos esperados.
Fuente: Public Square Magazine
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