Una de las primeras cosas que aprendí en la Iglesia de Jesucristo, es que soy una hija amada de Dios, que Su cariño por mí es tan grande que desea guiarme en la vida y bendecirme.
Para saber lo que desea que haga debo comunicarme con Él mediante la oración, debo depender de Su dirección e inspiración.
Ahora bien, la oración también nos ayuda a pedir aquello que deseamos, como una bendición que esperamos recibir del Padre Celestial. Después de todo, si Dios nos ama, Él nos bendecirá con lo que pedimos, ¿verdad?
Una llave para los cielos
Una de mis citas favoritas proviene del presidente Boyd K. Packer:
“La oración es su llave personal para los cielos; la cerradura está del lado suyo del velo”.
Me encanta la idea de que esta llave nos permita abrir los cielos para que a nuestra vida lleguen bendiciones y milagros que ansiamos.
Hasta ese punto todo suena perfecto, preciso y fácil de alcanzar. Y es aquí donde nuestra creencia de que todo lo que pedimos debe llegar a nuestra vida empieza a desmoronarse.
Sí, Dios nos ama, completa e inequívocamente. Sin embargo, no todo lo que pedimos es lo que necesitamos.
Lo sé, algo que no tiene mucho sentido, ¿verdad?
¿Aquel trabajo que querías, pero no pudiste obtenerlo? ¿Aquella enfermedad que no se cura con la velocidad que esperas? ¿Aquella herida a causa de un engaño que aún no cierra? ¿El viaje que no pudiste realizar porque se acumularon tus deudas?
Hay mucho que queremos, pero no siempre es lo que obtenemos.
Una perspectiva diferente
En este punto, pueden suceder dos cosas.
Podemos creer que nuestras súplicas y plegarias ni siquiera atraviesan el techo de nuestra casa y que, por ende, no están siendo escuchadas y no son respondidas.
O, podemos quejarnos contra los cielos y murmurar ante Dios por lo injusto que es a pesar de que nos comunicamos con Él.
En algún momento, todos nos hemos sentido tentados a murmurar.
En esas ocasiones, nuestra fe se debilita y empezamos a creer que Dios se ha olvidado de nosotros, pero no hay nada más lejos de la realidad.
Para tales momentos me gusta recordar una de las verdades que compartió el presidente Thomas S. Monson:
“Nuestro Padre Celestial contesta las oraciones a Su propio tiempo y a Su manera”
No es fácil esperar Su tiempo y manera, sin embargo, podemos estar seguros de que Su respuesta ciertamente vendrá.
Es esencial que creamos que Dios está escuchando y que tiene un plan divino para cada uno de nosotros.
Me gusta pensar que ese tiempo de espera es para ayudarnos a desarrollar paciencia y confianza en Él. Después de todo, “el milagro más grande ocurre cuando acudimos con humildad al Padre Celestial”.
Tal vez nada de lo que “queríamos” vino como lo esperábamos, pero estoy segura de que todo lo que era esencial para nosotros está ahora en nuestra vida. De eso no podemos dudar.
Un paso a la gratitud
Algo que nos ayudará a deshacernos de ese sentimiento de decepción es hacer que nuestras oraciones se enfoquen en aquello que pasamos por alto, es decir, toda bendición que pasamos que ignoramos y no agradecemos.
De manera contraria a una típica lista de deseos, la oración se vuelve nuestro acceso más cercano y personal a nuestro Padre Celestial; dejamos de quejarnos y pasamos a sentir más aprecio por todo lo que nos rodea.
Sin darnos cuenta, dejamos de desear cambiar el plan de Dios y nos volvemos más humildes y mansos.
La Iglesia lo expresa de la siguiente manera:
“La finalidad de la oración no es cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y para otras personas las bendiciones que Dios esté dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas”.
Entonces, nunca debemos olvidar que al otro extremo existe un Ser que sabe qué es lo mejor para nuestro progreso y crecimiento personal, que ansiosamente espera escucharnos, sostenernos y elevarnos, y que desea guiarnos en el camino correcto para que un día regresemos a Su presencia.
Sí, la oración es real. Sí, es nuestra llave a los cielos. No, no puedo explicarlo del todo, pero sé que es verdad. Te invito a cambiar la forma en que oras, hazlo más personal. Trata de ver tu vida con los ojos del Señor en lugar de lo que creemos que necesitamos.
Te prometo que esas bendiciones vendrán, las que más importan siempre llegarán. A veces solo tenemos que prestar atención.
Y tú, ¿qué tipo de experiencias has tenido con la oración?