Cómo lograr que nuestros esfuerzos se conecten con los poderes del cielo

oración

La doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días incluye el entendimiento de que Dios contesta nuestras oraciones de una de estas tres formas: Sí, No y Todavía no. 

Se nos enseña que Dios responderá nuestras oraciones de la mejor manera.

Él evalúa la situación con una visión más amplia de la que posiblemente podamos tener, equilibrando nuestros deseos con lo que necesitaremos en el futuro cercano y lejano, y cómo nuestra petición afectará a los demás. 

Aprendemos a orar para que se haga la voluntad de Dios y no la nuestra.

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Eso plantea la pregunta: ¿Para qué debemos orar si de todas maneras Dios hará lo que sea mejor para nosotros?

Dejar que Dios elija por nosotros no es lo mismo que no orar, no se obtienen los mismos resultados. 

Cuando no oramos, no invitamos a Dios a nuestro proceso de toma de desiciones; hacemos la investigación necesaria, los planes necesarios, tomamos decisiones y luego las llevamos a cabo solos.

También aceptamos la total responsabilidad de los resultados, que pueden afectar a otros e incluir consecuencias no deseadas.

Finalmente, tenemos que responder ante Dios por las decisiones que tomamos. 

¿No sería mejor consultarle nuestro plan desde el inicio?

Cuando nos enfrentamos a un problema que no implica una toma de decisión, como una enfermedad grave, también podemos optar por dejar que la naturaleza siga su curso si queremos, o podemos pedirle a Dios que intervenga y haga lo que sea mejor para nosotros. 

Tenemos albedrío, podemos elegir si buscaremos y recibiremos ayuda o no.

Orar nos permite hacer muchas cosas. 

Cuando tenemos que tomar una decisión, a menudo consultamos con un experto.

Por ejemplo, si tienes problemas para hacer que tu niño se duerma, vas a tu página web favorita, a la madre con experiencia que conoces o a tu libro para padres más confiable.

Esto puede ser suficiente cuando se trata de decisiones que realmente no nos perjudican en nada, pero a menudo, las decisiones que debemos tomar son mucho más importantes que esta.

Pueden cambiar nuestra vida entera o la vida de otros. En esos casos, solo hay una fuente posible de asesoramiento.

A veces, una decisión puede no parecer crucial, pero a largo plazo, la elección que tomamos puede tener consecuencias o recompensas inesperadas. 

Por ejemplo, cuando mi esposo quiso que nos mudáramos a un lugar más cerca de su trabajo, me opuse. Me gustaba nuestro vecindario y no quería dejarlo. Finalmente, se lo llevé a Dios y él me respondió que debía mudarme. 

Ahora que estoy en este nuevo lugar, sé el por qué. He podido tener las oportunidades que necesitaba y que no habría podido tener de no haberme mudado.

Sin embargo, no había forma posible de que pudiera prever esas oportunidades por mi propia cuenta.

Podría haberme quedado en donde estaba, y tal vez no hubiera sucedido nada terrible, pero más adelante, cuando surgiera una necesidad, no habría estado preparada para ella porque hubiera carecido de las habilidades necesarias.

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A veces, nuestras peticiones involucran el albedrío de otros, y lo único que Dios puede hacer es plantar las ideas en sus corazones, pero no puede quitarles su albedrío.

Todavía es necesario que oremos por ello, porque queremos que se planten esas ideas si es que son las mejores para nosotros y sabremos que hicimos lo mejor que pudimos, incluso si orar era todo lo que podíamos hacer cuando el problema está relacionado a las decisiones de los demás.

Otro propósito de la oración es darnos una retroalimentación periódica sobre nuestras elecciones. Necesitamos aprender a tomar decisiones juiciosas para nuestras vidas.

A veces, los resultados de nuestras elecciones son obvios, pero con frecuencia no es así.

dejar la iglesia

Cuando tomamos decisiones sobre la crianza de nuestros hijos, por ejemplo, es posible que los resultados no se conozcan hasta después de muchos años.

El estilo de la crianza de hijos cambia a menudo y cuando descubrimos qué habría sido mejor, ya es demasiado tarde.

Cuando acudimos regularmente a Dios en busca de ayuda con nuestras decisiones diarias, podremos observar patrones en Sus respuestas y, después de un tiempo, nuestra capacidad para tomar las decisiones que Él aprobaría mejora.

Cuando ponemos las cosas en las manos de Dios, evitamos el azar del mundo natural. Tenemos un sentimiento de paz y seguridad porque sabemos que se están tomando las mejores decisiones, incluso si no podemos entender por qué Dios lo hizo.

Tenemos albedrío, nuestro derecho a elegir. Dios no nos obligará a encomendarle nuestros problemas. 

Podemos optar por hacer todo por nosotros mismos, esperando lo mejor y confiando en nuestra propia sabiduría, que es limitada y generalmente egocéntrica, o podemos optar por entregar nuestros problemas y necesidades a Dios y dejar que Él nos muestre el camino. 

Los resultados de cualquiera de las dos opciones, hacerlo por nuestra cuenta o con el apoyo de Dios, serán muy diferentes en la mayoría de los casos, pero la elección siempre es nuestra.

Fuente: “ldsblogs.com

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