Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personajes que conocemos muy bien, pero que podemos confundir al preguntarnos si en realidad son tres seres distintos con cuerpos separados o son una misma persona.
Para el catolicismo, esta es una pregunta que simplemente no tiene respuesta, pues es uno de los “misterios” de su dogma y también el misterio central de la vida cristiana para ellos.
Sin embargo, para los Santos de los Últimos Días, este concepto está muy bien definido, no solo por la doctrina que se encuentra en las Escrituras, sino también por la experiencia “empírica” del profeta José Smith.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días afirma que:
“Reconocen al Padre como el principal ser a quien adoran, al Hijo como el Señor y Redentor, y al Espíritu Santo como el mensajero y revelador del Padre y del Hijo.
No obstante, el punto en el que los Santos de los Últimos Días difieren de otras religiones cristianas es su creencia en que Dios y Jesucristo son seres glorificados y físicos, y que cada miembro de la Trinidad es un ser separado”.
Esto definitivamente es diferente a lo que otras religiones piensan o enseñan, pero las Escrituras son muy claras con esta separación de cuerpos y entidades.
Algo sumamente maravilloso y que cualquier persona podría entender, es el bautismo de Jesucristo, uno de los mejores ejemplos para enseñar sobre la Trinidad:
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él. Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”. (Mateo 3:16-17)
Estos versículos nos muestran la realidad de la Trinidad: tres seres distintos y separados, pero con un solo propósito. Son uno en propósito, pero tres en cuerpo.
Jesucristo, el Hijo y Señor siendo bautizado, el Espíritu Santo descendiendo como paloma, y el Padre, cuya voz se escucha desde los cielos.
Incluso Esteban, momentos antes de ser apedreado, pudo presenciar al Hijo del Hombre a la diestra de Dios:
“Pero Esteban, estando lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: ¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios!” (Hechos 7:55-56)
Asimismo, Mormón invita a todo lector a creer en Cristo, aceptar Su Evangelio y ser salvos, enseñando que Jesús, siendo el Hijo de Dios, fue resucitado por el poder del Padre (Mormón 7:5-7). Esto es sumamente claro.
Por otro lado, tenemos la celestial y milagrosa experiencia del profeta José Smith cuando era un joven de 14 años.
Él, deseando saber a qué iglesia unirse, preguntó a Dios, y Él no demoró en responderle:
“No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”
Nuevamente, Dios el Padre y Dios el Hijo se aparecieron como seres distintos, celestiales y glorificados, y esta vez fue ante un joven granjero que cambiaría el curso de la historia y de la salvación de la humanidad.
En definitiva, los Santos de los Últimos Días creemos que la Trinidad está compuesta por tres seres glorificados y con cuerpos separados.
Son uno, pero en propósito, y no descansarán hasta llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre (Moisés 1:39).
Fuente: LDS Daily