Hace una semana, hubo un incendio de grandes proporciones cerca de mi casa, que causó mucho pánico a su paso.
Me preocupaba que el incendio descontrolado, que era alimentado por los vientos fuertes, llegara a mi hogar y lo destruyera. Me preocupaba que más de 2 mil familias lo perdieran todo. Me preocupaba mis hijos y tener que comenzar de nuevo.
Todos en mi vecindario oramos al Padre Celestial para obtener ayuda. Felizmente, Él nos escuchó, comenzó a llover y el viento cambió de dirección. El fuego pasó solo a un kilómetro de las casas que se ubicaban cerca de la montaña. Lo mencionado permitió que los equipos de emergencia contuvieran las llamas y que ninguna casa resultara afectada.
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Este evento me hizo pensar en los “pequeños incendios”, los pequeños problemas que insisten en permanecer en nuestras mentes, corazones, relaciones, vidas y sociedad, que de alguna manera pueden volverse descontrolados y furiosos, si no se apagan pronto.
Generalmente, estos “incendios” de grandes proporciones se extienden a otras áreas y se vuelven devastadores en nuestras vidas, incluso transforman sociedades y civilizaciones.
Como cristiana, me hace pensar en la sabiduría detrás de las Escrituras sobre la paz y la pacificación. “Bienaventurados los pacificadores…” (Mateo 5: 9, 3 Nefi 12: 9) y “Así que, sigamos lo que conduce a la paz…” (Romanos 14:19). Pienso en traer paz de esa manera, apagando incendios, especialmente cuando son pequeños.
Me pregunto qué pasaría si cada uno de nosotros se enfocara en los pequeños incendios en nuestras vidas, aquellos que afectan las cosas que más importan. Y, después, nos pusiéramos a trabajar en esta emergencia, así como los bomberos, con enfoque, esfuerzo, diligencia y sin temor. ¿Nuestras vidas serían diferentes? ¿De esta manera podríamos hacer del mundo un lugar mejor?
¿Qué pasaría si prestáramos atención a los incendios pequeños en nuestras propias vidas? ¿Los pequeños incendios en nuestras familias y relaciones más cercanas? ¿Los pequeños incendios en nuestra opinión acerca de otros grupos de personas en cuanto a la raza, la política, la religión, etc.?
¿Los pequeños incendios en la forma en que hablamos? ¿Los pequeños incendios en nuestros esfuerzos en la carrera que seguimos (o en la escuela)? y ¿Otros incendios pequeños que insisten en aparecer en nuestra vida cotidiana? ¿Qué pasa si en lugar de avivarlos o ignorarlos, combatimos cada incendio con la verdad?
¿Qué pasaría si abordáramos nuestros defectos de carácter de frente?
¿Qué pasaría si nos disculpáramos con nuestros seres queridos y amigos, e intentáramos entender la forma de pensar de otros grupos de personas?
¿Qué pasaría si discutiéramos temas difíciles de una manera más civilizada y respetuosa sin victimizarnos, con la verdad, incluso si es dura, mientras trabajamos de una manera que fomente la verdad y traiga la Luz de Cristo al debate?
El mundo entero puede no optar por enfrentar los incendios. Sin embargo, cada uno de nosotros, como Santos de los Últimos Días, puede elegir hacerlo, y si lo hacemos, nuestras vidas y el mundo tendrán un cielo más limpio y libre de humo.
Fuente: Mais Fe