Cuando hablamos del Libro de Mormón solemos escuchar que contiene la plenitud del evangelio. Pero, ¿qué significa realmente esa frase? ¿En qué sentido este libro sagrado complementa o aclara lo que ya conocemos de la Biblia?
En la Iglesia aprendemos desde pequeños que el evangelio se centra en unos pasos muy concretos: fe en Jesucristo, arrepentimiento, bautismo, recibir el Espíritu Santo y perseverar hasta el fin. Estos principios están en el Cuarto Artículo de Fe y son la base de nuestra salvación.

El Libro de Mormón enseña estas verdades de forma clara y directa. Pasajes como 2 Nefi 31 o 3 Nefi 27 explican cómo el mismo Cristo enseñó este camino de salvación.
En ese sentido, el Libro de Mormón es un manual espiritual que nos recuerda, sin rodeos, lo que necesitamos hacer para volver a la presencia de Dios.
Más que información, es revelación

Cuando decimos que el Libro de Mormón contiene la plenitud del evangelio, no significa que tenga cada detalle o cada doctrina revelada por Dios en toda la historia. La plenitud se refiere a que allí encontramos lo esencial para ser salvos y para entender con claridad el plan de Dios.
Como dijo el presidente Ezra Taft Benson:
“El Libro de Mormón contiene la plenitud del evangelio de Jesucristo. Eso no significa que tenga toda enseñanza jamás revelada. Significa que tiene todas las doctrinas necesarias para nuestra salvación, explicadas de forma sencilla para que hasta los niños puedan aprenderlas”.
Lo que faltaba y lo que se restauró

La Biblia, sin duda, enseña las mismas verdades fundamentales. Sin embargo, el Libro de Mormón explica que con el paso de los siglos se perdieron o distorsionaron muchas verdades preciosas y claras (1 Nefi 13).
Por eso, el Señor prometió traer otro testimonio que devolviera esa claridad. El Libro de Mormón cumple esa función: aclara lo que ya sabíamos, restaura lo que se había perdido y confirma el testimonio de Cristo.
Algo que a veces olvidamos es que la “plenitud” del evangelio también depende de lo que estemos dispuestos a recibir. El profeta José Smith enseñó que la restauración es continua. Dios siempre tiene más luz y conocimiento que darnos, y nuestra parte es prepararnos para recibirlo.
El élder Hugh Nibley lo expresó así:
No se trata de tener “todo el conocimiento infinito de golpe”, sino de recibir la plenitud que nuestro corazón y nuestra fe pueden sostener en este momento.
Una invitación personal

Al final, la promesa del Libro de Mormón es sencilla: si lo leemos con un corazón sincero y oramos, el Espíritu Santo nos confirmará que es verdadero
Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo… y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas. – Moroni 10:3-5.
Esa experiencia personal es lo que convierte a la plenitud del evangelio en algo más que un concepto. Es un testimonio vivo que cambia nuestra manera de ver la vida y nos acerca a Cristo.
En otras palabras, la plenitud del evangelio no es un libro lleno de datos, sino un camino claro y seguro hacia Jesucristo.
Fuente: Ask Gramps



