La cuestión de predicar por dinero es un tema que ha generado debate y controversia a lo largo de la historia de la religión.
Para obtener una comprensión más profunda de lo que dicen las Escrituras sobre esta práctica, exploraremos las referencias que estas nos proporcionan.
A continuación veremos lo que las Escrituras tienen para decirnos sobre el predicar por dinero, y también señalaremos algunas declaraciones de la Iglesia de Jesucristo con respecto a esta práctica.
¿Qué dice la Biblia?
Las referencias religiosas a esta práctica siempre han sido mal vista en las Escrituras, atribuyendo un carácter de egoísmo y falta de sinceridad.
En este caso, Isaías nos enseña que aquellos sacerdotes que han “comerciado desde su juventud” irán por su camino y no salvarán al que lo necesite (Isaías 47:11-15).
De la misma forma, Miqueas critica que los sacerdotes que enseñan por precio y los profetas que adivinan por precio traerán maldición sobre su pueblo (Miqueas 3:11-12).
En otro pasaje, Jesucristo mismo enseñó que el “asalariado”, que no es pastor, y de quien no son propias las ovejas, huyen apenas ven venir al lobo, dejando a entender que no le importan las ovejas, o sea, las personas a las que enseñas. Únicamente lo hacen por el dinero (Juan 10:12-13).
Timoteo también enseña que habrá un tiempo en que maestros que se amontonarán según sus propias “concupiscencias”, enfocándose únicamente en sus intereses, como el dinero (2 Timoteo 4:3-4).
Además, tal vez uno de los versículos más explícitos del Nuevo Testamento se encuentra en lo que enseña Pedro, señalando que falsos profetas y maestros explotarán al pueblo con palabras fingidas y por avaricia (2 Pedro 2:1-3).
Pablo incluso llega a tener una experiencia muy personal cuando expulsó un espíritu de una adivina que trabajaba para sus amos dándoles lucro y ganancias. Al expulsar el espíritu, los amos de esta joven lo encarcelaron por hacerles perder su fuente de ingresos (Hechos 16:16-23).
¿Qué dice el Libro de Mormón?
Mormón es un profeta muy directo y severo con respecto a esta práctica, y lo citaré textualmente:
“Sí, sucederá en un día en que se habrán establecido iglesias que dirán: Venid a mí, y por vuestro dinero seréis perdonados de vuestros pecados.
¡Oh pueblo inicuo, y perverso, y obstinado! ¿Por qué os habéis establecido iglesias para obtener lucro? ¿Por qué habéis tergiversado la santa palabra de Dios, para traer la condenación sobre vuestras almas?
He aquí, examinad las revelaciones de Dios; pues, he aquí, llegará el tiempo, en aquel día, en que se cumplirán todas estas cosas”. (Mormón 8:32-33)
Asimismo, Juan (Juan 12:43) y Nefi enseñan que por motivos de alabanzas del mundo, estos falsos maestros predicarán en contra del Señor y Sus santos:
“Y el ángel me habló, diciendo: He aquí, el oro y la plata, las sedas y escarlatas, y los linos de fino tejido, y los preciosos vestidos, y las rameras, son lo que desea esta grande y abominable iglesia. Y también, por motivo de las alabanzas del mundo, destruyen a los santos de Dios y los reducen al cautiverio”. (1 Nefi 13:8-9)
Además, un versículo simple, pero conciso, explica la verdadera naturaleza de un “obrero de Sion”:
“Mas el obrero en Sion trabajará para Sion; porque si trabaja por dinero, perecerá”. (2 Nefi 26:31)
¿Qué dice la Iglesia de Jesucristo?
En el capítulo 34 del Manual General de la Iglesia de Jesucristo, se detalla claramente que los diezmos y las ofrendas que se donan a la Iglesia tienen fines específicos y rígidos:
- Construir y dar mantenimiento a templos, centros de reuniones y otros edificios de la Iglesia.
- Apoyar las actividades y operaciones de la Iglesia y de sus congregaciones locales.
- Compartir el Evangelio en todo el mundo.
- Apoyar los programas de la Iglesia, tales como la formación académica y la historia familiar.
- Proporcionar alimentos, refugio y otras necesidades a personas necesitadas.
La Iglesia detalla que esos fondos son sagrados, ya que representan el sacrificio y la fe de los miembros.
Incluso existe una entidad que fiscaliza el gasto de estos donativos llamado como el “Consejo Encargado de la Disposición de los Diezmos”.
En conclusión, ningún líder que predique o cumpla alguna responsabilidad dentro de la Iglesia cobra dinero por lo que hace. El trabajo que se realiza dentro del lado espiritual de la Iglesia por parte de los miembros no es remunerado.
Tanto las Escrituras como la Iglesia de Jesucristo invita a que las personas que prediquen el evangelio lo hagan por servicio y por amor al prójimo más que por el sustento propio.