Cuando pensamos en la obra misional, es común que lo primero que se nos venga a la mente sean los misioneros de la Iglesia de Jesucristo. Pero en realidad, es más que un llamamiento de dos años o dieciocho meses.

El Señor nos llama a trabajar en la obra misional a todos los que hemos sido cambiados por Su evangelio. Tal como lo enseña en la Biblia:

“Yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, fortalece a tus hermanos. (Lucas 22:32)

Por más que tengamos toda la intención, la labor de compartir el evangelio se nos dificulta por no saber por dónde empezar o qué hacer. Sin embargo, a veces pasamos por alto acciones sencillas que se convierten en herramientas misionales poderosas.

Una manera silenciosa de predicar

humilde
Jesús, el máximo ejemplo de predicación

Cuando hablamos de la obra misional, el amor es la clave. Después de todo es la obra de Dios y Él es amor. Una de las formas en las que compartimos nuestro amor con los demás es mediante el servicio.

El servicio puede abarcar desde ayudar a alguien a barrer hasta donar sangre. Pero hay otra forma de servir que, a pesar de no ser tan común, sigue siendo poderosa. Se trata del ejemplo que ofrecemos al soportar las pruebas con fe. Vivir lo que predicamos es una forma de compartir nuestro testimonio y un servicio silencioso que inspira a los demás.

“Cuando ponemos nuestras creencias en práctica en la vida diaria, afianzamos el buen nombre de la Iglesia e inspiramos a los demás a vivir el Evangelio. (El poder del ejemplo)

Las dificultades son esenciales

Las dificultades son las mejores oportunidades para enseñar el evangelio.

Es probable que encontremos grandes dificultades en nuestro esfuerzo por ser buenos ejemplos para los demás. Aunque no entendamos por qué pasan esas cosas, en realidad las dificultades son las mejores oportunidades para enseñar el evangelio mediante nuestro ejemplo.

Los hermanos de Ammón en el Libro de Mormón tuvieron una experiencia similar cuando los encarcelaron mientras predicaban a los lamanitas. Aunque sufrieron mucho, el Señor les concedió la liberación y tuvieron más exito en su misión de compartir el evangelio.

“Y así fueron librados de la cárcel por primera vez; y así habían padecido. E iban por dondequiera que los guiaba el Espíritu del Señor… Y sucedió que el Señor empezó a bendecirlos de tal modo que llevaron a muchos al conocimiento de la verdad. (Alma 21)

Así como ellos, cuando los demás nos ven sobrellevar nuestras pruebas con paciencia y fe en Jesucristo, estamos predicándoles el Evangelio de una manera poderosa que ningún folleto podría lograr.

Misioneros de acciones sencillas

planta creciendo
De cosas pequeñas proceden las grandes. Imagen: Canva

No necesitas hacer grandes gestos para decir que estás compartiendo el evangelio. Lo más convincente que puedes hacer es actuar conforme a tus principios, especialmente en tiempos de dificultad. Eso también es ser un buen misionero.

Finalmente, lo que atrae a las personas no es lo que decimos, sino la fe que irradiamos incluso en medio de la desesperación. Esa es la herramienta misionera que nunca debemos olvidar.

“No os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes. (Doctrina y Convenios 64:33)

Fuente: Meridian Magazine

Video relacionado

También te puede interesar