Mientras servía como Setenta Autoridad General, tuve uno de esos momentos inesperados de enseñanza que la vida nos presenta.
Sucedió en un tiempo donde la crisis financiera estaba en pleno apogeo y Estados Unidos experimentaba la recesión económica más severa desde la Gran Depresión.
Todos los días había noticias nuevas al respecto. La caída del mercado de valores. El colapso del mercado de la vivienda. Grandes bancos, compañías hipotecarias, fondos de jubilación y casas de inversión en quiebra. El desempleo iba en aumento. Una nube negra se había asentado sobre el país y se había extendido a otras naciones.
En el 2007, mi asignación como Setenta Autoridad General fue en Salt Lake City, prestando servicio en las Oficinas Administrativas de la Iglesia. Un día, fui a la pequeña cafetería del edificio reservada para las Autoridades Generales.
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Después de recoger mi comida, vi que cuatro de mis colegas de los Setenta estaban sentados e iban a empezar a comer. Me invitaron a unirme a ellos. Hablamos brevemente sobre nuestras diversas asignaciones, pero pronto la conversación se volvió a la actual crisis financiera.
No pasó mucho tiempo antes de que nuestra conversación comenzara a tomar un tono bastante sombrío. Uno de los hermanos tenía un nieto recién graduado con un MBA, pero no podía encontrar trabajo. Otro informó que su nieto no estaba seguro de si quería casarse y traer hijos al mundo.
Justo en ese momento, cuando esta nube de oscuridad cayó sobre nuestra mesa, Russell M. Nelson, entonces élder Nelson del Quórum de los Doce, entró a la cafetería con su bandeja de comida.
Al ver que teníamos un espacio vacío en nuestra mesa, se unió a nosotros. Comió en silencio por un momento, mientras nuestra conversación continuaba con ese mismo sentimiento de desánimo.
Finalmente, uno de los hermanos dijo: “Están hablando de la posibilidad de que todo el gobierno estadounidense fracase. ¿Qué podemos hacer?”
El élder Nelson, que no había hablado mucho desde que se sentó, dejó su tenedor y nos miró fijamente. Su expresión era muy sobria mientras que con su voz tranquila dijo algo parecido a esto:
“Hermanos, el Señor ha elegido a los Estados Unidos de América como el lugar para la restauración del Evangelio en nuestra dispensación. Hizo esto para que tuviéramos una base de libertad religiosa que apoyara la obra de la Restauración.
Asimismo, la riqueza financiera y la estabilidad política de los Estados Unidos hacen posible que nuestra Iglesia lleve el evangelio al mundo. Esta es una tarea que aún no está terminada. Hermanos, el Señor está a la cabeza. No dejará que esta obra fracase”.
Eso fue hace más de diez años, pero todavía recuerdo dos cosas vívidamente. Primero, cuán avergonzados nos sentimos al permitirnos volvernos tan negativos. Y segundo, la lección que aprendí: Dios está a la cabeza.
Entonces, ¿por qué tenemos miedo? Fue un momento de profunda enseñanza, y siempre recuerdo aquel día en que me encontré desanimado y pesimista. ¡Dios está al mando!
“¿Por qué teméis, hombres de poca fe?”
El consejo del presidente Nelson de que “el Señor está a la cabeza” nos recuerda una lección que enseñó el Maestro. Al cruzar el Mar de Galilea, Cristo y sus apóstoles se encontraban en medio de una poderosa tormenta.
Debió haber sido una tormenta particularmente fuerte, debido a que eran pescadores experimentados, pero aun así la tormenta fue lo suficientemente embravecida como para llenarlos de temor.
Y, para su gran consternación, Jesús permanecía durmiendo. Finalmente, lo despertaron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”
A veces así es como nos sentimos cuando el mundo se enfurece a nuestro alrededor y nuestras vidas se ven impactadas con tanta violencia que sentimos que nos hundimos.
Ciertamente hay personas en todo el mundo que han tenido este tipo de experiencias durante la crisis del COVID-19. Pero, por medio de la experiencia de los discípulos en el mar de Galilea, aprendemos una gran lección.
Una vez despierto, Jesús miró la tormenta que estaba sobre ellos y le dijo a sus discípulos: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mateo 8: 23-26).
Lo que sucedió a continuación es un momento clave.
“Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y hubo gran bonanza”.
Sus discípulos aprendieron una gran lección esa noche, una que se aplica a nosotros con el mismo poder al enfrentar las tormentas actuales y futuras de la vida.
“Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?” -Mateo 8: 26-27
Viviendo en los últimos días
¿Qué les depara el futuro a quienes viven en los últimos días de la historia del mundo?
Desde que escribí “La segunda venida del Señor” hace muchos años, preguntas sobre el futuro y lo que nos depara han surgido a cada momento.
En los últimos años, con el deterioro de las condiciones del mundo a un ritmo cada vez mayor, todavía tenemos preguntas. Las personas están profundamente preocupadas.
Muchos están preocupados por las condiciones actuales y el futuro y lo que significa para ellos y sus familias. Estas son algunas de las preguntas que escucho con mayor frecuencia:
Pregunta: ¿Crees que el mundo de hoy es más inicuo que nunca?
Respuesta: No, todavía no. Están sucediendo muchas cosas que son extremadamente preocupantes, pero al mirar a la historia, tanto secular como bíblica, vemos que hubo momentos en donde las cosas fueron mucho peores.
Por ejemplo, piensa en el diluvio en los días de Noé. El Reino del Norte se había vuelto tan inicuo en los días de Isaías que los asirios llevaron cautivo al pueblo y nunca pudieron regresar.
Unos cien años después, el Reino del Sur de Judá sufrió el mismo fin, esta vez a manos de Babilonia. El pueblo de Lehi fue advertido de antemano y él huyó, pero el resto de la nación dejó de existir por un tiempo.
Sucedió por tercera vez, aún con mayor furor, cuando la Tierra Santa fue devastada por los romanos y el pueblo elegido del Señor fue dispersado durante casi dos milenios.
Recordemos a los jareditas, una poderosa civilización en las Américas, que llegó a su fin después de una larga guerra, en la que lucharon hasta la última y única persona sobreviviente. Mormón describió la iniquidad y depravación de su pueblo en estas palabras a su hijo, Moroni:
“Muchos prisioneros [fueron tomados]… había entre ellos hombres, mujeres y niños. Y a los maridos y padres de estas mujeres y niños los han matado; y alimentan a las mujeres con la carne de sus esposos, y a los niños con la carne de sus padres…
[Tomaron] cautivas a muchas de las hijas de los lamanitas; y después de privarlas de lo que era más caro y precioso que todas las cosas, que es la castidad y la virtud, después de haber hecho esto, las asesinaron de la manera más cruel, torturando sus cuerpos hasta la muerte; y después que han hecho esto, devoran sus cuerpos como bestias salvajes, a causa de la dureza de sus corazones; y lo hacen como señal de valor”. –Moroni 9: 7-10
Sí, vemos mucha maldad a nuestro alrededor. Sí, tenemos mucho de qué preocuparnos. Sin embargo, como mundo, aún no hemos alcanzado las profundidades de la iniquidad y la depravación.
Pregunta: ¿Hay algo bueno que podamos esperar en el futuro?
Respuesta: ¡Por supuesto! Las profecías dejan claro que la humanidad no se extinguirá en un enfrentamiento final, como algunos quieren que creamos. Tampoco evolucionaremos hasta convertirnos espontáneamente en una sociedad ideal.
A pesar de todas las perspectivas negativas, algunos de los acontecimientos más emocionantes en la historia del mundo todavía están por venir, incluidas cosas como el recogimiento de la Casa de Israel en ambos lados del velo.
Habrá lugares de paz, refugio y seguridad para los Santos en estos tiempos de tribulación. La Nueva Jerusalén se establecerá en América.
El antiguo Israel volverá a tener su propia nación y el recogimiento de los judíos de todo el mundo todavía seguirá dándose.
Las tribus perdidas regresarán a sus tierras prometidas. Habrá una importante conferencia del sacerdocio y una reunión sacramental en el Valle de Adam-ondi-Amman.
Y, el evento más grande de todos, el Hijo del Hombre regresará en toda Su gloria, mientras que los inicuos serán destruidos, y entonces tendremos mil años de paz y justicia.
¡Qué trágico es que los fieles tengan miedo del futuro! Recuerda la reprimenda del Salvador en el mar de Galilea.
Aunque los discípulos eran pescadores expertos, el mar estaba tan agitado que temieron por sus vidas.
Creo que es seguro asumir que algunas cosas en el futuro (e incluso en el presente) serán tan difíciles que también clamaremos: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”
En su caso, Jesús calmó inmediatamente la tempestad. En nuestro caso, esto no siempre sucederá, pero así como ellos encontraron consuelo en Sus palabras, nosotros debemos encontrar consuelo en Sus innumerables promesas para nosotros.
- El mandamiento de no “temer” se encuentra noventa y seis veces en las Escrituras.
- “No temas” se encuentra veintiocho veces.
- “No os turbéis” se encuentra cinco veces.
- “No tengas miedo” tres veces.
- “No temáis” cuatro veces.
- “Sed de buen ánimo”, trece veces.
Es un total de 149 amonestaciones del Señor. Sin duda, esto debería darnos una idea de cómo se siente el Señor con respecto a nuestros temores. Y eso no es todo.
Las promesas a los hijos de Dios
Aquí hay algunas de las promesas de nuestros profetas modernos que también deberían brindarnos gran consuelo y esperanza:
“Nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo, llevará a cabo algunas de Sus obras más maravillosas entre ahora y cuando vuelva de nuevo.
Veremos indicios milagrosos de que Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, presiden esta tierra en majestad y gloria, pero en los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo…
Les suplico que aumenten su capacidad espiritual para recibir revelación”. -Russell M. Nelson, “Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”
“Hace unas semanas, nuestro hijo menor con su esposa e hijos fueron a vernos a casa. El primero que salió del coche fue nuestro nieto de dos años, que fue corriendo hacia mí con los bracitos abiertos…
Al abrazarme las piernas, contemplé su carita sonriente y sus grandes e inocentes ojos, y pensé: “¿Qué clase de mundo le espera?”…
Por todas partes a donde vamos, padres y madres se preocupan por el futuro de sus hijos en este mundo tan turbulento. Pero entonces me sobrevino un sentimiento de confianza y mi temor del futuro se desvaneció…
Ese pequeñito de dos años y ojos joviales tendrá una vida buena —una vida muy buena—, y también sus hijos y sus nietos, aun cuando vivirán en un mundo lleno de mucha maldad”. -Boyd K. Packer, “No temáis”
“A medida que el mal aumenta en el mundo, hay un poder espiritual compensatorio para los justos. A medida que el mundo se aleja de su ancla espiritual, el Señor prepara el camino para quienes lo buscan, ofreciéndoles mayor seguridad, mayor confirmación y mayor confianza en la dirección espiritual que atraviesan.
Mis hermanos y hermanas, a medida que el mal aumenta en el mundo, hay un poder compensatorio, un don espiritual adicional, un don revelador para los justos. Esta bendición adicional del poder espiritual no cae sobre nosotros solo porque somos parte de esta generación.
Se nos ofrece de buena gana; se coloca ansiosamente ante nosotros. Pero, como con todos los dones espirituales, requiere que lo deseemos, busquemos y vivamos dignos de recibirlo”. -Neil L. Andersen, “Un poder espiritual compensatorio para los justos”
Este artículo fue escrito originalmente por el Elder Gerald N. Lund y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Living in the last days: What President Nelson taught 10 years ago that applies to us perfectly today”