En el devocional del martes 14 de enero para los estudiantes de la Universidad Brigham Young, el Elder Michael T. Ringwood comenzó con una pregunta que dejó a muchos pensando.
“Si el presidente Russell M. Nelson estuviera aquí esta mañana y les preguntara a cada uno de ustedes qué podría hacer por ustedes, ¿cómo responderían?”
Una pregunta similar le fue hecha a una mujer en el Antiguo Testamento. El profeta Eliseo le preguntó por medio de su criado: “¿Qué quieres que haga por ti?”.
La mujer le respondió: “Yo habito en medio de mi pueblo”, a lo que el Elder Ringwood interpretó como: “Tengo todo lo que necesito, estoy bien con mi familia” (2 reyes 4:8-13).
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Eliseo quería saber qué más podía hacer por ella, por lo que le dijo a la mujer que regresara y le prometió que tendría un hijo. Su criado le había comentado que ella no tenía hijos y que su esposo era viejo.
“El profeta del Señor sabía lo que la mujer sunamita necesitaba; necesidades que probablemente creía que no podían satisfacerse y necesidades futuras que no podía anticipar”, dijo el Elder Ringwood.
“Pero como ella respondió al llamado de un profeta y creyó en sus promesas, sus necesidades fueron satisfechas.”
El don de un Profeta
El Élder Ringwood destacó el don de tener un profeta viviente, el presidente Nelson, al hablar de los muchos dones que el Padre Celestial le ha dado a Sus hijos en esta vida.
Dios sabía que Sus hijos necesitarían otro don para sobrevivir a los desafíos únicos del día a día, por eso les dio el don de un profeta viviente.
“[Un profeta] nos invita a actuar y nos promete [que recibiremos] las bendiciones que necesitamos ahora, en estos últimos días… Testifico que, de hecho, tenemos todos los dones que necesitamos, pero es sólo así cuando nuestros dones incluyen el don de un profeta viviente”, dijo.
El Élder Ringwood también afirmó que sin estos dones “no podemos tener éxito”.
“No obstante, con ellos somos transformados, fortalecidos y preparados para regresar a la presencia de nuestro Padre Eterno y recibir todo lo que Él tiene.”
La Luz de Cristo
El don fundamental dado a todos los hijos del Padre Celestial es la Luz de Cristo, la capacidad que tenemos de diferenciar lo bueno de lo malo.
El don del albedrío es una parte esencial del plan de Dios y requiere de otro don para que un día podamos regresar a casa: El don de los mandamientos.
“Sin mandamientos, sin fronteras y límites, sería difícil saber si estamos ejerciendo nuestro albedrío con sabiduría, tomando las decisiones que nos llevarán de regreso a Él”, dijo el Élder Ringwood.
Como una invitación para los jóvenes, el Élder Michael T. Ringwood, dijo:
“Los invito a escudriñar las enseñanzas del presidente Nelson, especialmente las de la Conferencia General. Escuchen el llamado del Señor a ustedes. Adquieran Sus promesas. Y luego prepárense para contar los milagros y las bendiciones que vendrán como resultado.”
Felicidad
Como uno de los dones finales, el Élder Ringwood dijo que nuestro Padre Celestial no sólo quiere que volvamos un día a vivir con Él, sino que también tengamos felicidad en el proceso.
“A medida que mantengan sus ojos en la obra y la gloria de Dios, su inmortalidad y vida eterna, recuerden uno más de Sus muchos dones… El don de la felicidad. El Padre Celestial no sólo quiere que regresemos a casa. Quiere que encontremos felicidad al hacerlo.”
El Élder Ringwood concluyó su discurso animando a aquellos con corazones pesados que los dones de Dios todavía están vigentes para cada uno de ellos, independientemente de sus circunstancias.
“Doy testimonio de que los preciosos dones del Padre Celestial todavía están ahí para ustedes, y son suficientes para llevarlos al único destino que importa al final. Realmente tenemos todo lo que necesitamos.”
Fuente: thechurchnews.com