¿Cuál es la verdad absoluta? ¿Mi verdad? ¿Tu verdad?

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Por muy común que sea querer hablar de “mi verdad”, “tu verdad”, “su verdad” e incluso de “ninguna verdad”, vale la pena preguntarnos: ¿Es algo de esto realmente cierto? 

Voy a tratar de persuadirte de que no es así, lo que hace que esta búsqueda compartida de la verdad (moldeada por nuestras percepciones únicas sí, pero no completamente limitada por ellas) sea lo único que haga que la conversación sea realmente significativa.

Si entramos a una conversación asumiendo que la verdad misma es común para ambas partes, pero reconociendo que no la vemos de la misma manera, entonces será posible comenzar a comparar y contrastar nuestras percepciones de la realidad para discernir y filtrar lo que no lo es (exageraciones, omisiones, conceptos erróneos, mentiras, noticias falsas, etc.).

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“Verdad”

¿Cómo reaccionas cuando escuchas que alguien usa esa palabra? ¿Qué pensamientos vienen a tu mente? ¿Cómo te sientes? ¿Es la “verdad” (como la defines) algo que anhelas? ¿Por la que sientes desesperación? ¿Miedo? O ¿una que prefieres ignorar o ves como irrelevante? ¿Un obstáculo para la paz? ¿Algo que consideras inalcanzable o incluso inexistente? (Tómate un momento, ahora, para reflexionar).

Es curioso notar que las personas en la actualidad invierten más tiempo y energía juzgando las opiniones de los demás como “lindas” u “odiosas”, “ignorantes” o “iluminadas”, “intolerantes” o “tolerantes”, “escandalosas” o “puntuales” en lugar de simplemente considerar si nuestras opiniones son verdaderas o no. 

Rara vez cuando nos encontramos con la afirmación u opinión de alguien (especialmente una opinión que no nos gusta), nos preguntamos: “¿Es eso verdad?”

Los filósofos han disputado los puntos más delicados de la palabra “verdad” durante siglos. En este artículo, sin embargo, por “verdad” quiero decir simplemente “realidad”; y por “verdadero” quiero decir simplemente “exacto”, “factual”, “real”.

Esto puede demasiado sobre algo bastante obvio, pero, de hecho, en el mundo de hoy, las palabras “verdad” y “verdadero” a menudo pueden ser usadas como armas, oscureciendo la simplicidad de su significado esencial y su potencial para unir a las personas en la búsqueda común de lo que es cierto.

Por muy falible que sea nuestro instinto de verdad (o falsedad), y por muy profundo que sea criticado desde una perspectiva filosófica, deseo convencerte de que la búsqueda de la verdad es una guía y un objetivo indispensable en nuestras conversaciones con los demás.

De hecho, en última instancia, deseo convencerte de que buscar no solo la verdad, sino toda la verdad en conjunto, es el único fundamento sobre el cual puede continuar una conversación significativa sobre temas importantes y es el único marco dentro del cual pueden existir las posibilidades de una coexistencia pacífica duradera

En este contexto, deseo convencerte que es más sabio conocer cada opinión que encontramos en el mundo con una pregunta central: “¿Es eso verdad?” Deseo persuadirte a considerar todas las demás preguntas que se le hacen a una persona en base a su opinión (“¿Es científico probado?”, “¿Es ortodoxo?”, “¿Es políticamente correcto?”, etc.) como preguntas secundarias a la pregunta principal de si es verdad o no.

Aunque este enfoque en la verdad puede parecer bastante severo, austero o incluso fanático, también deseo convencerte de que es, en última instancia, probablemente el enfoque más caritativo y de mayor apoyo en nuestras conversaciones con otros corazones, mentes y almas. 

A menudo se escucha a las personas decir que todos tienen “derecho a su opinión”. Eso es verdad. 

Pero si no interactuamos y quizás incluso desafiamos esas opiniones, ¿estaríamos diciendo que algunas de nuestras creencias más importantes no valen la pena defender? Si no estamos dispuestos a desafiar las creencias de los demás, ¿estamos diciendo que no confiamos en nosotros mismos o en los demás lo suficiente como para estar dispuestos a ver cómo nuestras opiniones sobre la realidad se comparan con la realidad misma?

Por otro lado, si afrontamos las opiniones del otro con la pregunta “¿es eso verdad?”, y luego procedemos a tratar de responder aquella pregunta… en un dialogo … juntos…, entonces hemos comenzado a escucharnos verdaderamente, hemos comenzado a tomarnos en serio. Hemos comenzado a utilizar la comunicación para su propósito principal: buscar toda la verdad juntos.

Esto no quiere decir que la “verdad” deba ser el foco de cada conversación. A veces simplemente queremos pasar un momento divertido, encontrar consuelo o socializar.

Pero en todas las conversaciones importantes sobre temas de importancia (clima, matrimonio, guerra y paz, democracia, salud, etc.), sí, deseo convencerte de que buscar la verdad juntos, toda la verdad, es el camino.

Los muchos debates extraños sobre la verdad

Por extraño que parezca, en el mundo polarizado de hoy, la palabra “verdad” a menudo desencadena una reacción de desconfianza y malentendido mutuos. 

Como por ejemplo si una persona defiende la verdad de sus creencias religiosas o científicas en ocasiones termina siendo vista como una persona cerrada, que no acepta ningún tipo de verdad.

Sin embargo, si cambiamos el problema y el tema de conversación se convierte, por ejemplo, en el “cambio climático causado por el hombre”, los roles a menudo se invierten, y las personas con dicha “creencia” se convierten en defensores de la verdad del cambio climático acusando a “escépticos” por cuestionar tal “verdad”.

Lo que se pierde en este tipo de conversaciones es el hecho de que ambas partes están haciendo afirmaciones de su verdad… es decir, ambas partes dicen que “la realidad es tal y tal”. 

¿Por qué no, entonces, participar en ese nivel? Por qué no decir: “No creo que sea cierto que la salvación se encuentre solo en Jesús porque… “ O “No creo que el cambio climático sea real porque…”

Con las razones introducidas a causa de la palabra “porque”, vienen (quizás) algunas cosas que en realidad pueden discutirse o considerarse entre ambos. 

Si una cristiana conservadora es acusada de ser “poco receptiva” porque cree que las enseñanzas de su fe sobre la sexualidad LBTQ son ciertas, ¿a dónde puede ir la conversación desde ese punto? 

Pero si involucramos al mismo individuo diciendo que “sus creencias en cuestión no son ciertas porque…”, Entonces, con esta simple palabra, mostramos respeto al tomar su afirmación de la verdad lo suficientemente en serio como para brindar nuestras razones para nuestro desacuerdo.

Esto abre el camino hacia una conversación de influencia mutua y un diálogo honesto sobre lo que es o no es, de hecho, verdadero, en lugar de un debate defensivo cerrado o, peor aún, un espectáculo de recriminación mutua de mala fe.

En lugar de comunicarse de esta manera, las personas con demasiada frecuencia participan en extraños debates infructuosos, ya que una o más de las partes involucradas afirman que la verdad es incognoscible o subjetiva e irremediable, esencialmente insistiendo en que “mi verdad” y “su verdad” existen en mundos completamente diferentes, por lo que los dos nunca están destinados a encontrarse.

La verdad sobre nuestra comprensión limitada de la verdad

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Naturalmente, reconocemos que puede ser difícil descubrir o determinar la verdad sobre muchas cosas, especialmente cosas tan complejas como la sexualidad, la economía o el clima, ¡o incluso nosotros mismos!

Reconocemos que nuestra capacidad cognitiva limitada nos obliga a lidiar con el conocimiento tentativo y las verdades parciales, dejando la verdad “completa” del asunto, en ocasiones, fuera de nuestro alcance.

Además, como personas, cada uno de nosotros está posicionado de manera diferente en la vida, cada uno con una historia personal y familiar diferente, composición fisiológica, estatus socioeconómico, etc. Todas estas diferencias, peculiaridades y singularidades inevitablemente imprimen su impronta “perspectiva” en cada uno de nosotros.

Por lo tanto, una especie de “relativismo” (por así decirlo) se pone inevitablemente en juego cuando buscamos la verdad juntos. Nuestras posiciones “relativas” entre nosotros y “relativas” con el mundo en general, influyen en lo que nos parece verdadero. 

La frase, “tenemos diferentes puntos de vista”, está bien justificada, ¡incluso gemelos de la misma familia a menudo tienen perspectivas diferentes!

Habiendo dicho todo eso afirmamos que la verdad misma, la realidad misma, no es relativa al punto de vista. Solo nuestras experiencias de la verdad, nuestra comprensión de la verdad,  nuestras expresiones de la verdad, y nuestras opiniones sobre la verdad pueden variar “en relación” a nuestras propias posiciones personales en el mundo.

Ten en cuenta que incluso el tipo de “relativismo” que estamos reconociendo incluye afirmaciones serias sobre lo que, de hecho, es cierto. Es decir, es cierto que la verdad puede ser difícil de discernir. Es cierto que las opiniones sobre la verdad pueden variar. Es cierto que toda la verdad es esquiva.

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De hecho, es una verdad importante (un hecho importante, una realidad importante) que múltiples perspectivas son necesarias para describir lo que realmente está sucediendo en el mundo (y en nosotros mismos).

La búsqueda de toda la verdad sobre cualquier tema es, y por naturaleza debe ser, un conjunto de experiencias individuales compartidas. Sin esto, nuestra búsqueda colectiva e individual de toda la verdad puede convertirse en un prejuicio insular, fanatismo e intolerancia, o en una soledad cínica que rechaza la posibilidad de una comprensión humana común de la verdad o la realidad.

Habiendo reconocido la influencia sustancial del contexto y la experiencia personal en todas nuestras perspectivas sobre la verdad, no deberíamos, entonces, ir demasiado lejos en la dirección que nos hará dudar de la capacidad de conocer la realidad, o sobreestimar la dificultad de discernir la verdad misma o de encontrar un acuerdo sobre lo que pensamos que podría ser la verdad de lo que sea que estemos discutiendo.

La base para una conversación significativa

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En un sentido más amplio, los humanos descubrimos que podemos saber lo suficiente de la verdad, lo suficiente de la realidad, para lograr nuestros propósitos en un mundo real y de orden juntos. 

Probamos nuestro conocimiento de la realidad en gran parte comunicándonos entre nosotros. Por lo tanto, las conversaciones mutuamente persuasivas con los demás son vitales para expandir nuestro conocimiento de la verdad, del mundo real, que beneficiará nuestras vidas. 

Entonces, cuando pensamos o decimos que algo es verdad, hacemos una afirmación de una “verdad”, una afirmación de que conocemos la realidad (o alguna parte de ella). Cuando decimos honestamente que queremos la verdad, admitimos que carecemos de una comprensión completa de la verdad y, por lo tanto, deseamos un conocimiento de la realidad más comprensible y preciso.

A pesar de la verdad, de que nuestra comprensión individual de la realidad puede diferir, sostenemos que la idea de que la verdad en sí misma existe como algo común para todas las personas y proporciona la única base sobre la cual una conversación significativa puede proceder.

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En otras palabras, la verdad misma, el mundo real o la realidad de lo que sea que estemos hablando no puede ser diferente para diferentes personas. Nuestras opiniones, perspectivas y narrativas sobre la verdad pueden variar, pero no la verdad, no la realidad misma.

Si la verdad no fuera realmente común para todas las personas, nuestras opiniones acerca de esta simplemente se separarían unas de otras, sin acercarse a ninguna realidad verificable. No habría nada, ninguna realidad en común, para que nuestras opiniones dispares converjan. 

Lo que es quizá aún más peligroso, no tendríamos forma de saber cuándo nos equivocamos o cometemos un error.

En otras palabras, puede haber un rango bastante amplio de comprensiones de la realidad: de “gran parte de verdad” a “verdad parcial” a “ficción”. Pero, salvo por la revelación directa de un tercero que realmente “ve” (es decir un dios, profeta, gurú, etc.), para las personas normales solo hay una forma de salir de la ignorancia de su ceguera común, sus perspectivas individuales limitadas: la comunicación. Una buena comunicación en busca de la verdad.

No existe tal cosa como “tu” verdad o “mi verdad”

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Podríamos argumentar, en otras palabras, que no existe tal cosa como “mi” verdad o “tu” verdad, “mi” realidad o “tu” realidad, al menos en ningún sentido literal. “Lo que es”, simplemente es. La realidad es la realidad. 

Esto no es para negar, una vez más, la forma sustancial en que nuestras experiencias de la realidad son moldeadas y parcialmente creadas por nuestros diversos entornos. Eso, de hecho, también es cierto. 

Pero incluso si la verdad fuera que todos creamos nuestros propios mundos completamente separados, cada uno con sus propias leyes de la naturaleza, sus propias propiedades, su propia “realidad”, entonces esa sería la verdad.

La próxima vez que alguien parezca estar cuestionando seriamente la realidad del mundo, o la existencia de la verdad, simplemente dale un fuerte apretón de manos, y luego, cuando te digan algo al respecto pregúntales por qué deberían reaccionar ante algo que no existe.

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O, mejor aún, diles que realmente no hiciste nada. Permíteles intentar desafiar tu mentira sin usar la palabra “verdad” o “real”. En otras palabras, llegar al punto en donde se debe abandonar la mera especulación y ver que la realidad actual que nos afecta necesita ser aceptada como tal.

Las posibilidades de que cualquier persona, y todos nosotros colectivamente, lleguemos a una mejor comprensión de la verdad real, seguramente aumentará si en verdad entablamos conversaciones donde la búsqueda de la verdad sea nuestro propósito conscientemente compartido.

No importa las vacilaciones que puedan existir, reafirmamos que no hay un camino “más caritativo” que el camino de la verdad, el camino de la contestación honesta en el campo de las afirmaciones de la verdad. 

Hay demasiado en juego para que tengamos como objetivo algo menos que buscar la verdad completa, juntos.

Una gran invitación

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¿Y si… entablamos conversaciones y diálogos importantes mientras que tenemos en primer lugar en nuestros corazones y mentes la pregunta: “¿Es verdad lo que estoy diciendo? ¿Es verdad lo que estás diciendo?”

¿Qué pasaría si, en lugar de pensar para nosotros mismos “No es cierto, estoy en desacuerdo, es irracional, es bueno, es razonable, etc.”, qué pasaría si, en lugar de entretener tales pensamientos (no directamente relacionados con la verdad), nos recordáramos sencilla y continuamente a hacernos una sola pregunta de todo lo que se afirma o declara: “¿Es eso cierto?”

¿Cómo podría eso cambiar la conversación?

Descubrirás cuán efectivamente esto aleja las conversaciones de reacciones como “me gusta o no me gusta” hacia la comprensión y la búsqueda de toda la verdad. 

¡Inténtalo! La próxima vez que te encuentres en una conversación que sientes que no va a ningún lado o se “sale de control”, respira hondo y concentra tu atención a buscar toda la verdad, juntos, y mira lo qué sucede.

Por un lado, espero que descubras que pasará casi automáticamente cuando cambias a un modo de “interés y consulta” sobre la creencia que habla la otra persona, probablemente te darás cuenta de que no comprendes completamente lo que piensa, cree o afirma la otra persona.

Espero que esto también te ayude a buscar mejores formas de comunicar tus propias ideas de manera pacifica en lugar de ser impuestas.

Probablemente también comenzarás a sospechar que tus propias ideas pueden necesitar mejorar, o incluso ser corregidas. 

Probablemente también notarás con qué frecuencia tu deseo “ganar” o “tener la razón” se asoma, y el obstáculo que representa para la búsqueda de toda la verdad. Con el tiempo será más fácil de lograr hasta que de tanto redireccionar nuestro enfoque será posible que juntos podamos encontrar la verdad total.

Fuente: Public Square Magazine

Comentarios
https://bookofmormoncentral.org/blog/the-wish-of-my-heart Maravilloso articulo.
nestor

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