¿Te comparas con los demás?

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Vivimos en un tiempo confuso. La tecnología puede ser genial y podemos compartir el Evangelio a través de la misma. Sin embargo, muchos de nosotros vemos las imágenes maravillosas que nuestros amigos publican en las redes sociales y sentimos que nos falta algo.

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Todos tienen logros más grandes que los nuestros, comen mejores comidas que nosotros, se divierten más, tienen mejores vacaciones y toman mejores fotos de sus hijos con celulares más caros que los nuestros. Te comparas con los demás y, luego, te sientes mal porque esas personas tienen más cosas que tú.

No podemos culpar a las personas por querer compartir sus alegrías, sus bodas, sus graduaciones y los cumpleaños de sus hijos. Sin embargo, con frecuencia, al acceder a nuestras redes sociales experimentamos uno de los siete pecados capitales: la envidia.

Los expertos nos advierten que no hagamos eso.  Nos dicen que no estamos viendo todo el escenario, que todos tienen tribulaciones, solo que no las publican. Tenemos una visión distorsionada y todos lo sabemos.

Sin embargo, si no sabemos cómo nadar en esas aguas, podemos ser llevados a la depresión, al resentimiento e, incluso, hasta el mismo enojo y un poco de placer cuando les sucede algo malo a las personas detrás de la foto.

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Uno de los peores resultados que no siempre consideramos es que cuando damos espacio a la envidia, dejamos de sentirnos agradecidos. Creo que la gratitud y la felicidad son lo mismo. Así que cuando hacemos algo que bloquea los sentimientos de gratitud, estamos obstruyendo la alegría y la felicidad de nuestras vidas.

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Cuando veas las publicaciones de tus contactos y te des cuenta de que no te sientes contento, presta atención. Debes saber que quien está feliz por eso es el adversario, no el Salvador. No puedes sentirte mal por ti y sentir felicidad en tu interior al mismo tiempo.

El Presidente Brigham Young dijo una vez: “No conozco ningún otro pecado, con excepción del pecado imperdonable, que sea mayor que el de la ingratitud”.

Cuando escogemos enfocarnos en la autocompasión, no reconocemos las muchas bendiciones que Dios nos ha dado y prestamos atención a las pequeñas piedras en nuestro camino.

Entorpecer nuestra propia felicidad puede ser una de las actividades más imprudentes de las que podemos participar. Cada vez que sentimos celos porque alguien tiene algo que nosotros no, nos alejamos de la felicidad que Dios desea que tengamos en esta vida.

No estoy diciendo que debamos ignorar nuestras pruebas. Definitivamente, la vida nos presenta desafíos que nos enseñan y refinan.  Pero, también tiene glorias y picos de felicidad que deben mantenernos en un constante estado de apreciación humilde.

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A veces, es la belleza de la naturaleza. Tal vez sea una palabra afable que alguien nos dijo o la oportunidad que tuvimos para compartir una palabra afable. Por supuesto, cuando reflexionamos sobre el don de la vida eterna, el sacrificio y el amor de Jesucristo, no podemos negar que la balanza está a nuestro favor.

Piensa en las personas en ese edificio grande y espacioso que se burlaron de aquellos que intentaron seguir siendo obedientes y fieles. ¿Qué es lo que hace que algunos desistan? Las comparaciones, las preocupaciones con respecto a cómo encajar o ser aceptado en cierto grupo. Es como echar un vistazo a las redes sociales de la antigüedad.

¿Cómo evitamos esa trampa de Satanás?

Primero, enfócate en la opinión que Dios tiene de ti. El Élder J. Devn Cornish dijo una vez:

“Si tenemos que comparar, comparemos cómo éramos en el pasado con cómo somos ahora, e incluso con cómo queremos ser en el futuro. La única opinión que importa es lo que nuestro Padre Celestial piensa de nosotros. Por favor, pregúntenle con sinceridad qué es lo que Él piensa de ustedes. Él nos amará y corregirá pero nunca nos desanimará; ese es el truco de Satanás”.

Después, necesitamos ser sinceros con respecto al impacto que las redes sociales tienen sobre nosotros. Cuando vemos imágenes e historias sobre las alegrías y el éxito de los demás, ¿nos alegramos por ellos? Si es así, genial.

Sin embargo, si te descubres frunciendo el ceño o haciendo gestos, cierra los ojos y piensa en hacer una de estas dos cosas:

  1. Vuelve a la vida real y deja de torturarte
  2. Date cuenta de si en verdad puedes ser feliz por esa persona. Si puedes alegrarte por esa persona, ¡genial!

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Analiza tu reacción a lo que estás viendo. ¿Te inspira o te motiva a ser mejor? Si la mayoría de las veces es así, eso es bueno. Pero, si te desanima, considera eso como una herramienta de Satanás y apártate.

Luego, ten un diario de gratitud. Cuando buscamos lo bueno, lo encontramos. Por lo general, las personas que se toman unos minutos para contar sus bendiciones se sorprenden de la cantidad de bendiciones que comienzan a notar.

Por último, recuerda que Dios nos ha dado fuerzas y talentos que nos diferencian de los demás. Si alguien terminó de correr un maratón ¡fantástico! Tal vez, esa persona tenga el deseo de hablar español como tú, de enseñar como tú, de cantar como tú o de ser organizado como tú.

La lista de cosas que te diferencian de los demás puede ser interminable. El Élder Joseph B. Wirthlin dijo una vez:

“El Señor no llenó la tierra con una orquesta vibrante de personalidades solo para valorar a los flautines del mundo. Cada instrumento es preciado y aporta a la compleja belleza de la sinfonía”.

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De la misma manera en que engañaron a Pinocho para llevarlo a la Isla de los Juegos, Satanás también nos engaña para emprender un viaje hacia la Isla de la Infelicidad cuando cedemos ante la tentación de compararnos con los demás. Eso no nos traerá confianza, satisfacción o progreso.

Además, lo peor de todo es que eso no permitirá que nos demos cuenta de lo bendecidos que somos y que nos estamos perdiendo de la felicidad que puede llenar nuestras vidas.

Debemos aplaudir de pie los logros de nuestros amigos y, luego, sentarnos y apreciar los nuestros. Podemos estar felices por ellos y estar felices por nosotros.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Joni Hilton y fue publicado en latterdaysaintmag.com con el título “Do You Compare Yourself to Others?

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