“[Soy] el que vive; y estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Amén. Y tengo las llaves del infierno y de la muerte” . – Apocalipsis 1:18
Fue en el velorio de mi bisabuela que recuerdo haber compartido por primera vez mi fe en la resurrección de Jesucristo. El cuerpo sin vida de mi bisabuela se veía sombrío, libre de las expresiones típicas de su persona y sabiduría.
Mi hermana, que en ese entonces tenía tres años, miró su cuerpo y quedó atemorizada. Minutos más tarde, reconocí los zapatitos de mi hermana ocultos detrás de una cortina.
Aparté la cortina y me senté a su lado. Con la sabiduría de una niña de diez años, le pregunté qué le había causado temor y luego le expliqué lo que era la muerte. La única manera en la que pude consolarla fue al hablar sobre Jesús y Su resurrección.
Con una esperanza renovada, mi hermana me dejó cargarla para mirar el cuerpo de nuestra bisabuela. Ella seguía teniendo el mismo aspecto sombrío, pero también parecía como si estuviera durmiendo, aguardando su resurrección.
Es sorprendente como el concepto de una palabra tan grande pueda evocar paz en una niña pequeña y temerosa.
En pocas palabras, resucitar significa que después de morir, un espíritu se reunirá con su cuerpo para no volver a separarse más.
La definición simple en sí misma es increíble, pero los efectos de la resurrección del Salvador son tan vastos y profundos que, según José Smith, son la base fundamental de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días:
“Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y de los profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de ello”.
Los efectos de la resurrección del Señor
La expiación del Salvador para vencer la Caída culminó con la resurrección.
Mientras que la Caída de Adán trajo la muerte y el pecado al mundo, Jesucristo pagó el precio por el pecado y rompió las ligaduras de la muerte física y espiritual.
¡Nuestras vidas estaban en peligro!
El profeta Jacob, del Libro de Mormón, describió cual hubiera sido nuestro destino de no haberse llevado a cabo la resurrección. No solo sufriríamos una muerte espiritual eterna, sino que también estaríamos sujetos al diablo.
“¡Oh, la sabiduría de Dios, su misericordia y gracia! Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus tendrían que estar sujetos a ese ángel que cayó de la presencia del Dios Eterno, y se convirtió en el diablo, para no levantarse más.
Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, para ser separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el padre de las mentiras, en la miseria como él”. -2 Ne 9: 8-9
Además de librarnos de las garras del diablo, la resurrección nos permite tener gozo pleno.
“Porque el hombre es espíritu. Los elementos son eternos; y espíritu y elemento, inseparablemente unidos, reciben una plenitud de gozo; y cuando están separados, el hombre no puede recibir una plenitud de gozo”. –DyC 93: 33-34
La resurrección le brinda inmortalidad a todos aquellos que nacen en esta tierra. Este es el don que viene de Cristo para todos los que aceptaron venir a la tierra.
La Caída sumió a todos a la muerte. La Resurrección rescata a todos de la muerte, incluso del dolor y la enfermedad. Todo elemento sentirá los efectos de la resurrección, incluso la tierra.
La resurrección del Señor finalmente triunfará sobre todo lo que se sujeta al tiempo y a la mortalidad.
Lo que la resurrección nos enseña sobre Jesucristo
La resurrección del Señor evidencia la independencia inherente y eterna de Jesús. Él realizó la expiación de manera voluntaria y luego, después de haber pasado por la muerte, resucitó.
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.- Juan 10:18
Jesús no está atado al tiempo ni a ningún otro poder. El élder D. Todd Christofferson, miembro del Quórum de los Doce apóstoles, explicó que Él mismo es eterno:
“ Ya sea como Jehová, o como el Mesías, Él es el gran Yo Soy, el que existe por Sí Mismo. Sencillamente, Él es y siempre será”.
Él tenía que ser un Dios debido a que resucitó. Cuando lo hizo, Cristo se convirtió en testador de Su propia divinidad. Es el Hijo de Dios, el creador del cielo y de la tierra, el Salvador del mundo.
Sus palabras adquirieron una promesa plena después de Su resurrección en gloria. Podemos creerle, nuestra fe en Él tiene un respaldo divino.
Debido a que resucitó, el mundo material que nos rodea adquiere un mayor significado. Su cuerpo resucitado consiste en un espíritu eterno compuesto de materia fina y pura, y un cuerpo físico compuesto de carne y huesos. Unidos y resucitados, Su espíritu y su cuerpo componen un alma eterna.
Lo que la resurrección de Cristo nos enseña sobre el futuro del hombre
Debido a que Jesús resucitó, miramos ansiosos a Su Padre y Madre Celestiales, Dioses en los cielos, personas exaltadas, de carne y hueso. Somos Sus hijos, creados en espíritu y con la oportunidad de progresar en la vida terrenal.
Dios el Padre creó el plan de salvación y proporcionó a su Hijo Unigénito para redimir a la humanidad del pecado. Y así lo ha hecho.
Habiendo redimido a la humanidad de los efectos de la Caída, Jesús se convirtió en el Juez legítimo de la humanidad. El élder D. Todd Christofferson explicó que debido a que Jesús ocupa el lugar de la justicia:
“El Salvador enmienda todas las cosas. Ninguna injusticia en la mortalidad es permanente, ni aun la muerte, porque Él restaura la vida nuevamente. Ninguna herida, discapacidad, traición o abuso queda sin compensación al final, gracias a Su justicia y misericordia supremas.
De igual modo, todos nosotros rendimos cuentas ante Él por nuestras vidas, nuestras elecciones, nuestras acciones e incluso, nuestros pensamientos. Porque Él nos redimió de la Caída, nuestras vidas son realmente Suyas”.
Jesucristo dijo que deberíamos esforzarnos por ser como Él. Por medio de los profetas, se nos enseña que debemos actuar en lugar de que se actúe sobre nosotros.
Él nos manda a desarrollar autocontrol y dominio propio, y nunca nos quitará nuestro albedrío, siempre será nuestra decisión seguirlo.
Debido a Su resurrección, podemos ver cuán importante es realmente nuestro albedrío y voluntad. Él lo dio todo para darnos la oportunidad de elegir.
Podemos aceptar la dádiva de la inmortalidad sin ningún compromiso de nuestra parte o podemos aceptarla y aprovechar la oportunidad para progresar, crecer y vencer.
La resurrección de Jesucristo afecta todos los aspectos de nuestra vida:
Nos salva de la muerte y el pecado y nos permite recibir gozo. Conquista el tiempo y el espacio. Nos enseña sobre la divinidad del Señor y nuestro linaje eterno. Y nos permite llegar a ser como Él y vivir en la presencia de Dios para siempre.
Fuente: thirdhour.org