Soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza, ¿te suena este grupo? Quienes viven una tradición cristiana clásica llaman a estas siete actitudes los “7 pecados capitales” y son consideradas un gran peligro para la fe cristiana.

Quizás conozcas a muchos que creen en los pecados capitales, pero cuando conoces a los miembros de la Iglesia de Jesucristo, de pronto surge la pregunta: ¿ellos también creerán en eso?

Podríamos decir sencillamente que no o sí, pero la respuesta sincera va un poco más allá de una afirmación o negación.

Entonces, ¿creemos en los pecados capitales o no?

Mesa de los pecados capitales. Imagen: Wikipedia

Para responder esa pregunta, debemos afirmar que los pecados capitales no son parte oficial de nuestra doctrina como tal. ¿La razón? Porque no es una verdad restaurada de la Iglesia de Jesucristo.

La lista de los “pecados capitales” apareció siglos después de Cristo como una manera de advertir a los creyentes sobre patrones de pecado. Fue útil, sí, pero no es una doctrina oficial revelada por Dios.

Pero aquí es donde la conversación se pone interesante porque, aunque no los incluyen, las escrituras sí reflejan la esencia de los pecados capitales.

El profeta Alma en el Libro de Mormón vió en su pueblo a:

“Algunos que se ensalzaban en su orgullo, despreciando a otros… [lo cual] fue un gran motivo de lamentaciones.” (Alma 4:12-13)

Y el Salvador fue muy directo cuando enseñó:

“De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos… las avaricias, las maldades… Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.”

Como enseñan estas escrituras, los pecados más destructores y lamentables son los que vienen del corazón y los pecados capitales están dentro.

Soberbia: Un peligro dentro de la Iglesia

La soberbia es señal de orgullo. Imagen: Canva

Para muchos cristianos, la soberbia es el pecado raíz y aunque no lo creas, en la Iglesia de Jesucristo, también. Para nosotros, la soberbia es señal de orgullo, algo que buscamos evitar a toda costa.

El presidente Ezra Taft Benson enseñó:

“El orgullo es el pecado universal, el gran vicio”.

¿Por qué el orgullo es un pecado tan serio? El presidente Benson mencionó que la razón se haya en su característica principal:

“La característica principal del orgullo es la enemistad: enemistad hacia Dios y enemistad hacia nuestros semejantes”.

Esa enemistad, para los Santos de los Últimos Días, es como cerrar la puerta cuando Dios está tratando de entrar y es por eso que evitamos la soberbia.

Avaricia y el mandamiento “no codiciarás”

La avaricia es una forma de codiciar. Imagen: Canva

Dentro de la Iglesia de Jesucristo la avaricia es una forma de codiciar, lo cual está expresamente prohibido en los Diez Mandamientos.

“No codiciarás la casa de tu prójimo… ni cosa alguna de tu prójimo”. (Éxodo 20:17)

Para nosotros, la avaricia no solo daña la relación con los demás sino con Dios porque cuando deseamos lo que otros tienen, perdemos la capacidad de ver la mano de Dios en nuestra propia vida, lo cual lo ofende.

“Y en nada ofende el hombre a Dios, ni contra ninguno está encendida su ira, sino contra aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas”. (Doctrina y Convenios 59:21)

La lujuria y la ley de Castidad

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La ley de Castidad nos ayuda a mantener nuestro cuerpo y corazón puros. Imagen: Canva

En la Iglesia de Jesucristo vivimos la Ley de Castidad, un mandamiento que nos invita a mantener la pureza en nuestros actos y pensamientos. Para nosotros, la lujuria es un enemigo de esta ley. Pero, ¿por qué?

Pues porque para quienes viven en lujuria, un cuerpo es solo un objeto, pero para nosotros, se trata de un alma eterna. Es por eso que la Ley de Castidad nos sugiere tratar tanto nuestro cuerpo como el de los demás con respeto.

El Salvador se pronunció sobre esto con una advertencia:

“Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”.

La ley de Castidad no solo nos permite mantener nuestro cuerpo puro, sino también nuestro corazón, como dijo Cristo, mientras que la lujuria hace lo contrario al romper nuestra capacidad de ver a los demás como hijos de Dios.

La envidia contra el amor al prójimo

La envidia rompe el amor y nace de las comparaciones. Imagen: Canva

La envidia es mirar la vida de alguien más con resentimiento o dolor propio y eso tiene el mismo poder destructivo que la avaricia porque nos impide cumplir con uno de los grandes mandamientos:

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39)

La envidia rompe el amor y nace de una estrategia astuta del enemigo “las comparaciones”, algo que el élder Peter M. Johnson, de los Setenta nos invitó a evitar:

“El adversario desea que nos desanimemos. Podemos desanimarnos al compararnos con los demás”.

Esas comparaciones que resultan en envidia son peligrosas porque con el tiempo resultan en odio, lo que quiebra el amor en cualquier relación.

La gula y su relación con la Palabra de Sabiduría

La gula se convierte en el primer enemigo de la Palabra de Sabiduría. Imagen: Canva

En la Iglesia de Jesucristo vivimos un principio para el cuidado de nuestro cuerpo y mente llamado “La Palabra de Sabiduría”, de la cual quizá hayas oído.

Por ejemplo, no consumimos café, té, tabaco, bebidas alcohólicas ni drogas. Aunque para algunos esto sea un “conjunto de reglas aburridas”, para nosotros son medidas para cuidar nuestro cuerpo, el cual es un don de Dios.

Pero, ¿esto qué tiene que ver con la gula? La respuesta está en lo que el Señor dijo sobre este mandamiento a José Smith cuando declaró:

“Todas estas para usarse con prudencia y acción de gracias”.

El principio detrás de ese consejo es claro: si no hay prudencia en nuestro consumo alimenticio, estamos desobedeciendo el mandamiento al no cuidar nuestra salud.

Bajo esta perspectiva, la gula se convierte en el primer enemigo a vencer para vivir la Palabra de Sabiduría.

La ira y el enojo

Lo que empieza con enojo llega a convertirse en ira. Imagen: Canva

La ira como “pecado capital” se refiere al enojo que se vuelve en un deseo de herir. Por otro lado, los Santos de los Últimos Días reconocemos el enojo humano, pero se nos enseña a manejarlo antes de que nos controle.

Para quienes no logran controlar su ira, el Señor les advirtió:

“Cualquiera que se enoje con su hermano será culpable de juicio”.

Lo que empieza con enojo, si se sigue alimentando, llega a convertirse en ira y en ese estado nos desconectamos del Espíritu hasta convertirnos en alguien que no queremos ser.

Actuar con ira nos lleva a ser juzgados y es por eso que para nosotros es algo serio.

El verdadero efecto de la pereza

El Señor desea que seamos industriosos no perezosos. Imagen: Canva

La pereza se refiere a dejar de esforzarse por “comodidad”.  Y en cuanto a esto, la Iglesia de Jesucristo tiene una enseñanza directa:

“Cesad de ser ociosos; cesad de ser impuros… cesad de dormir más de lo necesario”.

Esas palabras del Señor lo resumen todo. Él no desea que llevemos vidas agotadoras, sino vidas con propósito y eso se encuentra solo al evitar la pereza y la ociosidad.

Aunque suene paradójico, lo único que obtienes con la pereza es perder oportunidades, dones y tiempo que podrías invertir para crecer y ayudar a otros. Dios no solo quiere que progresemos en lo espiritual, sino también en lo temporal y eso es posible solo al ser industriosos, no perezosos.

Respuesta final

Representación de los pecados capitales. Imagen: Getty Images

Luego de comparar los pecados capitales con nuestras normas, podemos decir que aunque no reconocemos los pecados capitales como la mayoría, creemos que son destructivos como cualquier otra actitud que vaya en contra de los mandamientos y leyes establecidos por Dios.

Si tú sí crees en ellos y te esfuerzas por evitarlos, entonces estamos en la misma página. No se trata de si enlistamos los pecados o no, sino de reconocerlos y alejarnos de ellos porque puede que tal vez no estés cometiendo un “pecado capital”, pero aun así estar cometiendo un error.

La única forma de saberlo es pedirle a Dios que te muestre una actitud que esté estorbando tu progreso espiritual. Házlo hoy y luego pregúntale: ¿Qué quieres que haga con esto? Si lo escuchas, tu vida cambiará.

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