Al llegar la medianoche del 31 de diciembre, en Latinoamérica no simplemente se cambian los números de nuestros calendarios: se inician un sinfín de tradiciones que se consideran como un “amuleto de la suerte” para gozar de un gran año.
No todos los países tienen las mismas tradiciones, muchas de estas se llevan a cabo con amigos y familiares, como comer 12 uvas antes de la medianoche y pedir 12 deseos, uno por mes, para que con suerte todos se cumplan en el nuevo año.
Otras personas dan una vuelta por toda la cuadra con una maleta con el deseo de viajar a cualquier parte del mundo (mientras más lejos corras, más lejos viajarás).
Finalmente, está la tradición que dicta llevar una prenda de rosada, amarilla, blanco o verde para obtener ya sea amor, suerte, paz o dinero, respectivamente.
Cuando nos encontramos en la celebración, nos dejamos llevar por la euforia del momento; nos olvidamos de nuestras verdaderas metas, las que tenemos fijadas para el año entrante y la manera en que podemos alcanzarlas.
Por eso es importante recordar que tenemos albedrío, un don que Dios nos ha dado. Por lo tanto, debemos actuar y perseverar para obtener las bendiciones y metas que deseamos. Todo requiere esfuerzo, preparación y sacrificio.
Por ejemplo, si deseamos tener el trabajo soñado, debemos pasar por ciertas pruebas o entrevistas que demuestran nuestra capacidad para así un día ocupar esa vacante tan esperada.
El presidente Spencer W. Kimball, quien sirvió como profeta, también lo expresó de esta manera:
“También deben de recordar que si quieren alcanzar el éxito, ciertamente el mismo no vendrá por suerte. El éxito se logra mediante la fe, la oración, el trabajo y un constante y justo esfuerzo. Todo lo que se encuentra en la Tierra y tiene vida depende de nuestro albedrío; o sea, de lo que decidamos hacer con los dones que Dios nos ha dado”.
Sabemos que cada país tiene sus costumbres y maneras de recibir el año nuevo, no hay nada de malo en ello, es parte de nuestra identidad.
Sin embargo, no se recomienda convertirlo en una práctica de la cual debemos depender como Santos de los Últimos Días. El mundo puede ofrecer muchos rituales y tradiciones, pero la única certeza de nuestro siempre vendrá de la mano del Salvador.
Con Él, las impresiones del Espíritu y nuestro esfuerzo, las metas que nos tracemos tendrán más probabilidades de conseguirse.
Sea la decisión que tomes para celebrar este nuevo año, siempre procura lo virtuoso, lo digno y lo bueno; es decir, todo aquello que te dirija al Salvador.
Confía en tu Padre y en Su tiempo, Él tiene el poder absoluto de ayudarte a alcanzar todo lo que deseas, siempre y cuando tú también hagas tu parte. Con Su apoyo serás capaz de tener un año exitoso.
Quizá el mejor consejo para este tiempo sea este poderoso mensaje del presidente Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“A los de toda generación que se hagan esas preguntas, les digo: “Recuerden a la esposa de Lot”. La fe es para el futuro. La fe pone los cimientos en el pasado, pero nunca anhela quedarse allá. La fe confía en que Dios tiene grandes cosas reservadas para cada uno de nosotros y en que Cristo es en verdad el “sumo sacerdote de los bienes venideros” (Hebreos 9:11).
Mantengan los ojos puestos en sus sueños, por muy distantes y fuera de su alcance que parezcan. Vivan para ver los milagros del arrepentimiento y del perdón, de la confianza y del amor divino que transformarán su vida hoy, mañana y para siempre. Esa es la resolución de Año Nuevo que les ruego que guarden”.
¡Feliz año nuevo! Que este sea el comienzo de un camino lleno de logros y sueños cumplidos.
¡Trabaja por todo lo que deseas! ¡Tú puedes!