Una batalla contra el suicidio: Lo que el Señor puede hacer por ti

ángeles

La felicidad que buscas está al alcance de tus manos, la paz y la luz que buscas son reales. ¡Puedes ganarle la batalla al suicidio!

Hace cuatro años, compartí los desafíos que pasé con el suicidio y la experiencia en la que sentí la mano de Dios sacándome de aquel abismo. 

En aquel momento luché por encontrar la salida de la oscuridad que me rodeaba.

En la actualidad, puedo testificar que he sido cambiada gracias al poder expiatorio de Jesucristo. 

“Y una mujer que padecía… y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado, sino que le iba peor.

Cuando oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la multitud y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solo su manto, quedaré sana..

… Y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel padecimiento. E inmediatamente Jesús, conociendo en sí mismo que había salido virtud de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?

Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella se había hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.

Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz y queda sana de tu aflicción”. -San Marcos 5: 25-34

El impacto de mi experiencia con el suicidio

milagros elder holland

Escribir sobre lo que pasé hace cuatro años y compartir públicamente mi desafío fue algo muy difícil para mí. Sin embargo, desde que compartí mi experiencia, han sucedido muchas cosas.

Primero, cientos de personas me han compartido sus historias. Tuve que tomarme el tiempo (y todavía lo hago) para escuchar o leer y responder a aquellos que han sentido el dolor de la pérdida de sus seres queridos, aquellos que tienen desafíos con pensamientos suicidas y aquellos que intentan comprender cómo alguien puede sentir tal desesperanza.

Segundo, rápidamente me sentí responsable de todos los que contactaron conmigo. Compartí cómo el Señor me salvó cuando me encontraba en mi punto más bajo de desesperación. Todavía recuerdo con claridad aquel momento de mi vida, superar aquello no me hizo inmune a desafíos futuros.

Desde que compartí mi experiencia, me he enfrentado nuevamente a ese tipo de oscuridad, solo que en menor intensidad.

Las voces que una vez silencié regresaron con pensamientos que atentaban contra mi vida, sin embargo, rápidamente comencé a reconocer esas voces nefastas y a eliminarlas de mi mente.

Las sacaba de mi mente cantando canciones, llamando a alguien, recibiendo una bendición del sacerdocio o las desechaba en el nombre de Jesucristo. En otras ocasiones, clamaba a Jesús en dondequiera que me encontraba y le rogaba que me quitara esa carga.

Yo te guiaré

“Y no podéis sobrellevar ahora todas las cosas; no obstante, sed de buen ánimo, porque yo os guiaré”. –Doctrina y Convenios 78:18

Me di cuenta que poco a poco las voces se apagaban.

Me enfrenté a la oscuridad que tenía en frente. Empecé a reconocer lo que me afectaba y oraba para saber cómo cambiar o disminuir el impacto de cada uno de ellos. Reflexioné sobre el dolor de mis traumas pasados ​​y busqué luz hasta encontrarla.

A medida que me enfrentaba a la oscuridad y dejaba que el Salvador me guiará a través el Espíritu Santo, me detenía y estudiaba lo que había aprendido y cómo podía aplicarlo a mi vida.

Con el tiempo, con la ayuda de mi familia y de Dios pude descubrir y enfrentar algunas de esas cosas, lo que me permitió empezar mi camino hacia la sanación.

Yo te ayudaré

títulos de Cristo

“Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

Jesús entonces… le preguntó, diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que yo reciba la vista.

Y Jesús le dijo: Recibe la vista, tu fe te ha sanado. Y al instante vio y le seguía, glorificando a Dios”.– Lucas 18: 38-43

Pasé de solo creer en Jesucristo a creer que Él podía salvarme de la oscuridad, en esta vida, en este tiempo.

En mis momentos de recaída me sentí como Pedro cuando vio al Salvador caminar sobre las aguas, cuando dejó la barca para caminar hacia Él y luego hundirse cuando las olas comenzaron a romper a su alrededor.

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De igual manera, yo había podido ver la mano de Jesús extendiéndose hacia mí. Había dejado la barca de la incredulidad, los malos hábitos y la terrible zona de confort en la que había estado durante mucho tiempo. 

Con Su ayuda, comencé a caminar hacia Él de una manera que nunca antes había hecho. Busqué Su guía con mayor fervor, oré por mis debilidades, me arrepentí aun más de mis pecados. Aprendí a seguir mejor las impresiones del Espíritu Santo.

Y caminé sobre las aguas… sin embargo, al igual que Pedro, comencé a hundirme.

Señor, sálvame

“Mas al ver el viento fuerte, tuvo miedo y, comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!

Y al momento Jesús, extendiendo la mano, le sujetó y le dijo:…¿Por qué dudaste?”.– Mateo 14: 30-31

Jesús me tomó nuevamente en Sus brazos, sin embargo, no me volvió a poner en la misma barca porque sabía que ya era una persona diferente, había crecido.

Él me dio el valor para intentarlo de nuevo. Y así lo hice, una vez, y otra vez… Y otra vez.

Hasta que un día me di cuenta de que estaba caminado sobre las aguas sin miedo ni duda alguna en mi alma.

Aplicar la expiación de Jesucristo en nuestras vidas

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“Las aguas me rodearon hasta el alma; me rodeó el abismo; las algas se enredaron en mi cabeza… pero tú sacaste mi vida de la fosa, oh Jehová, Dios mío”. -Jonás 2: 5-6

Busqué activamente la gracia del Salvador. Supliqué por Su gracia sanadora en oración. El templo se convirtió en un lugar seguro para aprender a aplicar Su gracia. Leí ejemplos de las Escrituras de cómo otras personas la buscaron y la recibieron.

Le pedí al Señor que me mostrara las maneras tangibles que me permitirían aprender a reconocer y recibir Su gracia.

Eso tomó la forma de aprender a perdonar a los demás, aprender a pedir perdón y corregir los errores que podía enmendar, escudriñar las escrituras y arrepentirme rápidamente de mis errores.

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Me di cuenta claramente de que si realmente creía en el poder de la expiación del Salvador, entonces tenía que empezar a ver el rostro del Salvador en los rostros de aquellos que me “ofendieron”. 

Él tomó sobre sí los dolores y las aflicciones que experimenté, para que pudiera aceptar Su don y marcar las ofensas en contra mía como pagadas.

En lugar de albergar resentimiento, elegí ver el rostro de Jesucristo en el rostro de los que me ofendían porque Jesús ha prometido que pagaría el precio de aquel sufrimiento. Y así lo hizo.

Las lecciones que aprendí también incluyeron sentir alegría en abundancia y reconocer y apreciar la belleza a mi alrededor. Aprendí a ver la vida como algo precioso e irreemplazable.

Encontrando valor y el propósito divinos

Jesús Liahona

“¿No se venden cinco pajarillos por dos blancas? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.

Y aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; de más valor sois vosotros que muchos pajarillos”. -Lucas 12: 6-7

Le pedí al Señor que me mostrara cuál era mi propósito y mi valor. Lo que me ayudó fue mi bendición patriarcal, la cual leo con frecuencia. 

Estos milagros y entrañables misericordias, prometidas solo para mí, me revelaron Su amor por mi. Empecé a expresar mi aprecio por aquellos milagros de diferentes maneras.

Cuanto más me permitía reconocer la mano del Señor en mi vida, más oportunidades tenía de verla, más confianza tenía en Él.

jesús

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros un porvenir y una esperanza.

Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os escucharé; y me buscaréis y me hallaréis cuando me busquéis con todo vuestro corazón.

Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y os haré volver de vuestra cautividad y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar al destierro”. –Jeremías 29: 11-14

¡Mis esfuerzos dieron frutos! 

Ha pasado mucho tiempo desde mi ultimo encuentro en contra los pensamientos suicidas. Mi confianza en general ha sido restaurada. Mi relación con mi esposo es mejor. Mi relación conmigo misma es mejor. Mi relación con el Señor es mejor.

El camino seguro

jesús y las mujeres del nuevo testamento

Me hallaba en el más tenebroso abismo; mas ahora veo la maravillosa luz de Dios. Atormentaba mi alma un suplicio eterno; mas he sido rescatado, y mi alma no siente más dolor”. –Mosíah 27:29

Todavía recuerdo cómo me sentí. Los recuerdos pueden asomase con facilidad si me lo permito. Pero, por lo general, solo los traigo a mi mente cuando me encuentro con un alma preciosa que necesita la compasión y esperanza que un día necesité.

Ahora, en lugar de revivir el pasado, disfruto de mi viaje a una tierra prometida de libertad, gracia y paz.

Casi todas las personas a las que he conocido, que han experimentado un dolor y oscuridad similares, no pueden creer que exista una salida para aquel sufrimiento. ¡Pero testifico que existe una manera! 

Para mí, solo había un camino y ¡ese camino es Jesucristo! 

“Le dijo Tomás: ..¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”.– Juan 14: 5-6

Es mi deseo que también puedas confiar en Aquel que todo lo puede. Te prometo que la felicidad que buscas está al alcance de tus manos, la paz y la luz que buscas son reales.

En verdad puedo decir que Jesús puede restaurar todo aquello que ha sido quebrado.

Fuente: thirdhour.org 

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