Nadie debería pasar el dolor del suicidio de un ser querido por su cuenta. Sin embargo, ante una pérdida tan trágica, los amigos y la familia pueden sentirse inadecuados al momento de ayudar; después de todo, ¿de qué sirven las palabras o acciones comparado con tan inmenso dolor?
Recientemente tuve la suerte de asistir a un seminario titulado “El duelo después de un suicidio: Lo que se puede hacer y lo que no” presentado por un colega, el terapeuta matrimonial y familiar Quintin Hunt.
Habiendo perdido a su hermano por el suicidio (y dedicado su vida a la prevención del Suicidio), Hunt tiene lo necesario como para hablar con autoridad sobre el tema.
Las siguientes son sus recomendaciones para ayudar a los que se sufren después de pasar por la pérdida de un ser querido debido al suicidio, parafraseado con mis notas y algunas perspectivas del Evangelio agregadas. Desde mi propia experiencia clínica, también he encontrado que estas recomendaciones están en lo correcto.
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1. No los dejes solos en su duelo (a menos que te lo pidan)
Una de los mayores desafíos de un suicidio es sentirse aislado. Muchas personas bien intencionadas pueden no saber qué decirle a los deudos, por lo que no dicen nada.
Los amigos y la familia se sienten inadecuados, por lo que simplemente dejan a la persona sola en su dolor. Debido a que otras personas no están dispuestas a hablar al respecto, aquellos que han perdido a un ser querido por el suicidio a menudo se sienten excluidos y solos.
Esta falta de conexión puede hundirlos más en su dolor y posiblemente alimentar sus sentimientos de culpa. Tener a alguien con quien hablar, llorar o simplemente compartir un momento alivia los sentimientos de aislamiento. También disminuye el riesgo de superar o hacer frente a la situación de una manera poco saludable, como la adicción.
Recuerda, como Santos hemos sido llamados a “llorar con los que lloran… a consolar a los que necesitan consuelo” (Mosíah 18: 9).
2. Evita hacer juicios y suposiciones sobre el difunto o su familia
Ya sea que trates directamente con los dolientes o indirectamente en conversaciones con otras personas, ten en cuenta sus palabras y pensamientos. A veces las personas bien intencionadas pueden hacer un daño inconmensurable a través de sus juicios y suposiciones.
Preguntas como “¿Te diste cuenta de que algo andaba mal?” o hablar sobre lo que tú hubieras hecho en esa situación puede empeorar las cosas. Es categóricamente falso suponer que los difuntos se van al infierno. Como el Elder Dale G. Renlund, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
“Existe una vieja noción sectaria de que el suicidio es un pecado y que alguien que se suicide es desterrado al infierno para siempre. Eso es totalmente falso. Creo que en la gran mayoría de casos se encontrará que estas personas han tenido vidas heroicas y que ese suicidio no será una característica que defina sus eternidades.”
Así es, heroico. Si bien el suicidio en sí mismo no debe idealizarse, esa lucha interna, psicológica y espiritual, que a veces conduce a que una persona termine con su propia vida es una lucha heroica y valiente, una que la mayoría de nosotros nunca ha experimentado y no tenemos el derecho de juzgar.
3. Mostrar empatía, no simpatía
Muchas personas hacen más daño que bien cuando ofrecen mera simpatía, lo que Hunt define como reconocer el sufrimiento y luego apresurarse a tratar de “solucionar” la situación y, por lo tanto, ofrecen soluciones.
La filosofía popular al decir “Al menos su sufrimiento ya ha terminado…” y los consejos no solicitados, especialmente si nunca has pasado por una situación similar, pueden parecer condescendientes y minimizan la pérdida des ser querido.
Estas acciones también puede alejarnos de los deudos en lugar de permitirnos ser vulnerables y estar de duelo con ellos, esas acciones sólo les dice qué deben hacer en vez de ser el apoyo que necesitan.
La empatía, por otro lado, requiere que seas vulnerable. Requiere que trates de comprender la perspectiva y los sentimientos de la otra persona a un nivel profundo, tal como lo hizo Cristo cuando sufrió “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases” estando “lleno de misericordia… a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo” (Alma 7:11-12).
Jesús se puso a nuestro nivel para comprender nuestro dolor. Al hacerlo mismo, con el dolor de los demás, reconocerás que no hay una “solución rápida” aquí y que tu trabajo es sentir y conectarse con ellos, no necesariamente para quitarles el dolor.
4. Ayuda a aliviar la culpa y la ira
Los deudos a menudo tienen un sentido de responsabilidad. Creen que podrían haber hecho más para impedir aquel tragedia. Puede que también sientan enojo hacia los difuntos por haber partido y luego sentirse culpables por su enojo.
Después de que realmente hayas formado una conexión a través de la empatía y la compasión con ellos, ayúdalos a ver que su ser querido tomó esta decisión desde un lugar de dolor increíble. Es probable que él o ella se vieran a sí mismos como una carga, creyendo que los demás los llorarían pero que luego estarían mejor sin ellos.
No estaban en el lugar mental o emocional que les permitiera comprender plenamente las consecuencias de sus acciones, ni el dolor que le causarían a sus seres queridos. Probablemente pensaron que le estaban haciendo un bien a la familia.
Diles a los desconsolados deudos que, si bien cualquiera que esté en su lugar preguntaría: “¿Qué más podría haber hecho?”, Es probable que sus esfuerzos no hubieran podido cambiar el resultado. Valida su dolor y pena mientras que les das tiempo para procesar y superar su comprensible, pero fuera de lugar, sentido de culpa.
5. Muestra sensibilidad al hablar
Evita el lenguaje que enmarca el suicidio como un crimen o un pecado. Eso no es bueno para el deudo. En lugar de “se suicidó”, puedes decir “murió a causa del suicidio”. En lugar de “se mató”, puedes decir “se quitó la vida”. En un contexto más amplio, en tus conversaciones diarias, evita la terminología que glamoriza el suicidio o la haga parecer como una opción viable.
6. Piensa en las necesidades de los niños
Los niños que perdieron a un padre, un hermano o un amigo por el suicidio pueden ser considerados “demasiado pequeños para saber la verdad”. En un intento bien intencionado por protegerlos, los adultos mantienen en secreto lo que realmente sucedió.
Si bien eso es definitivamente un tema que depende de un juicio individual con respecto al niño en cuestión, ten en cuenta que cuanto más tiempo se guarda un secreto, más trabajo se requiere para mantenerlo.
Aún más importante es reconocer que el dolor de un niño se agrava cuando es tratado como si “no pudiera entender” y son excluidos al no recibir consuelo.
Al considerar los pro y contra de contarle a un niño sobre un suicidio, también considera los pro y contra de no contarle. (Este paso es para aquellos cuyos hijos se encuentran en esta situación. Si no se trata de tus hijos, no debes tener esta conversación con ellos).
7. Con el tiempo, ayúdelos a que tengan un propósito
Hunt hizo la pregunta: “¿Cómo tomas la peor experiencia de la vida de esta persona al ayudarlos a convertir esto en algo que tenga significado, propósito?”
Primero que nada, no les impongas ese significado; recuerda que la simpatía es en verdad condescendencia, y se apresura a solucionar su problema.
Recuerda, no puedes quitarles el dolor; ellos sienten dolor porque aman a sus seres queridos y tienen que pasar por un proceso de duelo. Lo que puedes hacer es preguntarles si hay algo de esta experiencia que puedan usar para marcar la diferencia.
Ya sea uniéndose y consolando a otros dolientes a causa del suicidio a través de experiencias compartidas o contando sus historias a aquellos que ven el suicidio como una opción a desistir de ella, su dolor puede servir para ayudar a otros.
Este artículo fue escrito originalmente por Jonathan Decker y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Exorcism, Salt, and Honey: The Evolution of Baptism During the Great Apostasy”