Mientras me encontraba con los jóvenes y jovencitas de nuestro barrio en el día mundial del testimonio, mi esposo, Bret quien sirve como obispo, enseñó a los hombres y mujeres jóvenes una verdad muy inspiradora.
Muchas veces entre ellos y ellas consideran que no tienen un testimonio si no testifican con claridad que “esta es la Iglesia verdadera”.
Debido a esto, Bret enseñó que hay tres tipos de testimonio y cada uno de ellos es importante.
Podríamos decir que los tres tipos de testimonio son “niveles” de seguridad, que parten con una seguridad en desarrollo y avanzan hasta una convicción plena.
Deseo
El primer tipo de testimonio, de deseo o esperanza es: “Espero que la Iglesia sea verdadera, porque estoy pasando mucho tiempo en las reuniones dominicales”.
Solo porque un joven no tenga conocimiento de que sea verdad o no, no significa que carezca de testimonio, es como una semilla que puede florecer.
Los jóvenes necesitan sentirse fortalecidos cuando su testimonio va creciendo. Necesitan sentir que están en camino a grandes cosas y no desanimarse porque aún no encuentran.
Si no reconocen el poder de su testimonio, es probable que dejen de lado la búsqueda de uno completo e inquebrantable.
Creencia
La juventud espera que el Evangelio Restaurado sea verdadero. Para que así ese deseo sea edificado por medio del estudio de las escrituras, asistiendo a Seminario, escuchando a sus maestros y líderes de la Iglesia.
Mientras ese conocimiento aumenta, las y los jóvenes buscarán experiencias espirituales para que poco a poco ellos comiencen a entender el evangelio.
Por una parte, el Libro de Mormón les parece un libro muy sagrado e importante, su testimonio será verdadero y sabrá que el vivir el Evangelio Restaurado conduce a la felicidad.
Reconocerán la evidencia del amor de Dios que encuentran en las escrituras.
Este es el segundo nivel de testimonio.
La importancia de elegir
Lo importante de un testimonio entre los niveles anteriores es que está totalmente en nuestras manos seguir con estos testimonios.
Cuando nos sentamos frente al televisor a ver un partido de futbol, elegimos a qué grupo deseamos alentar, nadie nos obliga a animar al equipo rojo, verde o azul. Elegimos a nuestro equipo, luego lo alentamos y esperamos que estos ganen.
Eso mismo pasa con los jóvenes que están dispuestos a elegir que el Evangelio sea verdadero aún cuando tienen la oportunidad de seguir al mundo.
Sin embargo, su elección de asistir a la Iglesia o asistir a Seminario demuestra que tienen el deseo de vivir el Evangelio Restaurado. ¡Tienen un testimonio!
La libertad existe para los jóvenes que buscan un testimonio de nivel dos. Tienen la capacidad de ganar comprensión, pueden aprovechar la oportunidad para estudiar, leer, hacer preguntas y darle sentido a lo aprendido.
Es como si los jóvenes que están estudiando un tema en la escuela, cuando lo entienden, sienten un gran alivio.
Descubrir cómo resolver pruebas en geometría, o aprender a conjugar un verbo en un idioma nuevo puede ser inmensamente satisfactorio. La sensación de que el evangelio tiene sentido es el tipo de testimonio que podemos obtener con nuestro propio esfuerzo.
Ser tocados por el Espíritu Santo
El tipo de testimonio que no podemos controlar es aquel en el que el Espíritu toca nuestros corazones y aquel que nos da una firme convicción que el evangelio es verdadero.
En definitiva, tenemos la capacidad de controlar si somos dignos o no de recibir tal revelación personal. Es gracias al arrepentimiento diario y al permanecer en lugares santos. Podemos elegir la humildad y aferrarnos a nuestras esperanzas y creencias.
Sin embargo, no podemos manipular al Espíritu. A pesar de que podemos decir “Mañana a las 6:00 am voy a leer las escrituras,” no podemos decir “Mañana a las 6:00 am voy a sentir el Espíritu.” El Espíritu toca nuestro corazón cuando menos lo esperamos.
Un testimonio del Espíritu Santo requiere paciencia y fe. Si permanecemos en lugares santos y renovamos nuestros convenios al participar de la Santa Cena, entonces estamos en posición de sentirlo.
La preparación es similar a la de recuperarse de una cirugía: nos aseguramos que el cuerpo esté libre de infecciones, que los huesos y órganos estén en el lugar correcto y con calma, esperamos.
Estamos listos para ser sanados, pero la verdadera sanación es un don divino que no podemos adelantar. Cultivar un testimonio también implica paciencia; hacemos lo que está a nuestro alcance, esperamos, creemos, y, en el momento adecuado, el Espíritu toca nuestro corazón.
Fuente: Meridian Magazine