Cuando pensamos en “volver a casa”, casi siempre lo imaginamos como algo cálido. Regresar por Navidad, reencontrarnos con amigos después de una misión, sentirnos otra vez en un lugar familiar. 

Pero hay momentos en los que volver a casa puede generar ansiedad. Y para muchas personas, es una de las experiencias más difíciles de enfrentar.

En estos días, además, hemos pensado mucho en nuestro querido Presidente Russell M. Nelson. Al partir de esta vida, imaginamos ese encuentro lleno de paz: 

“Bienvenido a casa, buen siervo fiel”, dicho por el Salvador mismo. 

También pensamos en el abrazo con su esposa Dantzel y con sus dos hijas ya fallecidas. Son imágenes que nos recuerdan que volver al hogar eterno es algo real, tierno y lleno de luz.

Cuando volver a casa no se siente como un abrazo

Volver a lugares familiares puede generar miedo y dudas; el amor y la aceptación no siempre se sienten automáticos, pero siguen presentes. Imagen: Canva

En la vida diaria no todo se siente así. Hay quienes vuelven antes de tiempo de una misión. Hay quienes salen de prisión después de un proceso largo y duro. Las experiencias no se comparan entre sí, pero ambas comparten algo: el miedo a no ser aceptados.

Preguntas como “¿qué van a pensar de mí?”, “¿me van a juzgar?”, “¿realmente soy bienvenido?” pueden convertirse en un peso enorme.

Un consejero que trabajaba en una prisión explicaba lo que llamaba la “regla 20-60-20”. No es una estadística científica, pero ayuda a entender la realidad social.

La regla estadística

Al regresar, encontraremos personas que nos recibirán con amor, otras críticas, y muchas ocupadas en su vida; cada grupo nos enseña a avanzar con paciencia y fe. Imagen: Canva

En ese mismo orden de ideas la “regla 20-60-20” se explica de la siguiente forma. Un 20% de personas te va a recibir con amor, sin importar tu historia. Son aquellos que reflejan el amor de Cristo sin poner filtros, y cuya acogida deberíamos recibir con gratitud. Ese 20 sostiene, acompaña y recuerda que el Señor nunca deja de lado a quien quiere empezar de nuevo.

Otro 20% será duro, crítico, distante. A veces por prejuicio, a veces por falta de comprensión. Y aunque ese rechazo duele, no es nuestro rol devolver juicio por juicio. El Señor nos invita a seguir avanzando sin quedarnos atrapados en la reacción de otros.

El 60% restante no es malo ni indiferente. Solo vive atareado. Preocupado por sus hijos, por una asignación en la Iglesia, por el ritmo del día. A veces parece que pasan de largo, pero no es personal. En esos momentos, lo valioso es simplemente reconocer que estamos de vuelta y que hay un lugar para nosotros.

Para quienes regresan temprano de la misión

El valor de servir no se mide por el tiempo o las circunstancias, sino por la disposición del corazón y el esfuerzo sincero que pusimos al aceptar el llamamiento. Imagen: Masfe.org

El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó algo que ha dado paz a muchos jóvenes. Él dijo que lo que define a un misionero son dos decisiones fundamentales: la decisión de servir y la decisión de aceptar el llamamiento.

Lo demás, la duración, las circunstancias, los cambios inesperados, no siempre está en nuestras manos. Él lo resumió así:

“Tú preparaste, aceptaste el llamamiento y diste lo mejor que tenías. Eso es lo que cuenta.”

El presidente Jeffrey R. Holland también grabó un mensaje para quienes regresaron antes de lo previsto. Su consejo fue directo:

“Cuando alguien te pregunte si serviste una misión, di que sí. Atesora lo que diste. No te castigues, no te llames un fracaso.”

Cómo podemos recibir a quienes vuelven

abrazo entre amigas
Extender amor y comprensión refleja el ejemplo de Cristo; todos podemos ser parte de ese 20% que acoge sin juzgar y ayuda a otros a sentirse bienvenidos. Imagen: Canva

Todos tenemos un rol. Algunos ya son parte del 20% que abraza sin dudar. Otros estamos en el 60%, ocupados, pero podemos frenar un momento y extender una mano. Y si estamos en el 20% que tiende a juzgar, este es un buen momento para cambiar.

El Salvador siempre recibe con amor y espera que nosotros aprendamos a hacer lo mismo. Eso no elimina la necesidad de límites saludables en ciertos casos, pero sí define la actitud con la que miramos y acompañamos a los demás.

Volver a casa puede ser complejo en esta vida. Pero todos avanzamos hacia un hogar más grande y luminoso. El Señor nos invita a sentir Su amor cuando regresamos, cuando damos la bienvenida a otros, y cuando nos preparamos para volver a Él.

Fuente: Meridian 

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