Porqué decidí quedarme en una universidad de la Iglesia de Jesucristo y ayudar a estudiantes LGBTQ

Cuando mi programa de trabajo social terminó, me di cuenta de que BYU se había convertido en mi hogar y que no estaba listo para irme.

Sentí que todavía tenía más trabajo por hacer y más que aprender en BYU.

Dos meses después de graduarme, se abrió un puesto como administrador de la oficina del Código de Honor de BYU. Sentí la impresión de presentar una solicitud. Aun así, no estuviera seguro de quedarme en Utah.

El día anterior a mi entrevista de trabajo, fui al templo para obtener guía.

Caminé hasta el Templo del Centro de la ciudad de Provo mientras oraba para saber si ese trabajo era el adecuado para mí. Cuando entré al edificio, una amiga me saludó inesperadamente.

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Me abrazó y me preguntó por mi vida. Le hablé de un trabajo diferente para el que acababa de pasar una entrevista y ella estaba feliz por mí.

Luego, le dije que tenía una entrevista al día siguiente para trabajar en la oficina del Código de Honor de BYU. Se emocionó mucho. Me dijo que tenía que conseguir ese trabajo, que sería perfecto para mí y que me iría genial.

Pensé: Vaya, no esperaba que esa oración fuera respondida tan rápida y específicamente. Mientras estaba sentado en el templo, sentí que me ofrecerían el trabajo y que debía aceptarlo.

Razones por las que decidí trabajar en la oficina del Código de Honor en BYU

Una de las razones por las que solicité el trabajo es porque amo mucho a los estudiantes LGBTQ de BYU.

Como alumno, trabajé muy de cerca con otros estudiantes LGBTQ. Ellos son algunas de las mejores personas que he conocido.

Una y otra vez escuché a los estudiantes expresar miedo a la oficina del Código de Honor. Casi como si hubiera administradores del Código de Honor escondidos en los arbustos listos para saltar ante el menor indicio de alguna violación a las políticas.

Quería que la oficina del Código de Honor fuera más accesible para los alumnos LGBTQ en lugar de la entidad aterradora que muchos percibían que era.

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Esperaba que mi presencia en la oficina pudiera mitigar esos temores.

Entonces, después de que me contrataron, comencé a llevar a mis amigos LGBTQ a almorzar y les pedí que se reunieran conmigo en mi oficina.

De esa manera podría presentarlos a mis colegas. Algunos de ellos desarrollaron una amistad con otros miembros del personal.

Los alumnos que no conocía comenzaron a programar citas para hablar conmigo.

Hablábamos de algunas experiencias muy dolorosas. Más de una vez lloré con un alumno en mi oficina.

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Una alumna vino a decirme que se iba a transferir a otra universidad porque se sentía muy incómoda como mujer gay en BYU. Le dije:

“Quiero que estés donde seas feliz y prosperes, donde sea que estés. Pero, sinceramente, me gustaría que te quedaras aquí. Esta universidad no sería la misma sin ti. Creo que los estudiantes LGBTQ pertenecen a BYU”. 

Mi experiencia en la oficina del Código de Honor de BYU

En otras oportunidades, los alumnos vienen a pedir consejos para su vida.

Hemos conversado sobre cómo lidiar con algún enamoramiento con sus compañeros de habitación. O, cómo decir en clase que son LGBTQ.

Además, he hablado con muchos alumnos heterosexuales sobre cómo pueden apoyar a sus seres queridos LGBTQ.

Quiero que mi oficina sea un lugar donde cualquier alumno pueda venir a hablar.

Con frecuencia, el director de la oficina del Código de Honor, Kevin Utt, se reúne con alumnos LGBTQ que tienen preguntas sobre las políticas de BYU.

Kevin me ha invitado a participar en casi todas estas reuniones. Me impresiona su amabilidad al intentar comprender sinceramente a cada alumno y sus circunstancias únicas.

Después de cada reunión, Kevin y yo informamos lo que se dijo. Él pide opiniones y se asegura de haber dicho lo correcto. Todos mis colegas de la Oficina del Código de Honor me han apoyado mucho.

Bendiciones y oportunidades

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Un miércoles por la noche en enero de 2020, participé en un panel del campus titulado “Navegando por la fe y la sexualidad”.

En lugar de ir a casa después del trabajo, casi todos mis colegas de la oficina del Código de Honor fueron a verme y se sentaron casi en primera fila para animarme.

Al día siguiente, algunos de ellos tenían preguntas sobre cosas que dije y la conversación continuó.

Cuando comencé a hacer un podcast sobre temas LGBTQ, me pidieron el enlace para poder escucharme.

Cuando tenía que dar una charla en un gran evento, mis colegas se ofrecieron a dejarme practicar con ellos.

Me preocupaba que trabajar en la oficina del Código de Honor restringiera las formas en que puedo ser un defensor LGBTQ. Sin embargo, me abrió más oportunidades.

La misma semana que me contrataron en BYU, también me llamaron para formar parte del sumo consejo de mi estaca. Este no era un llamamiento que esperaba.

Cuando extendió el llamamiento, el presidente Bryan Hopkins dijo:

“Deseo que sepa que no lo estamos llamando para que sea ‘el miembro del sumo consejo gay’, pero puede hablar sobre ser gay tanto o tan poco como lo considere. Confiamos en usted”. 

Asimismo, me dijo que este llamamiento venía del Señor, no de él.

Luego, agregó que, si algún miembro de la estaca se quejaba de que había un hombre abiertamente homosexual en el sumo consejo, él personalmente hablaría con ellos.

Me encanta servir en la Iglesia restaurada y no puedo imaginar un futuro en el que no me dedique plenamente a edificar Sion.

Aceptarme como soy

Como parte del consejo que le dio a su hijo Helamán, Alma enseñó que la Liahona guió a sus padres a la tierra prometida. Luego, extendió una promesa:

“Porque tan cierto como este director trajo a nuestros padres a la tierra prometida por haber seguido sus indicaciones, así las palabras de Cristo, si seguimos su curso, nos llevan más allá de este valle de dolor a una tierra de promisión mucho mejor”. (Alma 37:45)

Estoy agradecido de que Dios no haya respondido a mis miles de oraciones para cambiar mi orientación. Sabía lo que necesitaba mejor que yo.

Si hubiera seguido el curso que esperaba, me habría casado a los 23 años, habría tenido cinco hijos y habría sido maestro de español en alguna escuela secundaria en algún lugar del área de Seattle.

Esa sería una vida hermosa. Sin embargo, Dios me llevó a una vida mejor para mí, a una mejor tierra prometida. Una vida que ni siquiera podría haber imaginado. Agradezco a Dios por la vida que tengo.

Si alguien me hubiera dicho cuando tenía 26 que estaría donde estoy, haciendo lo que hago a los 36, habría pensado que estaba loco. El apóstol Pablo enseñó:

“Cosas que aojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman”. (1 Corintios 2: 9

José Smith escribió:

“Por lo pronto no podéis ver con vuestros ojos naturales el designio de vuestro Dios concerniente a las cosas que vendrán más adelante, ni la gloria que seguirá después de mucha tribulación”. (DyC 58: 3

No puedo saber cómo será el resto de mi vida. Ni siquiera puedo imaginar completamente cómo será mi vida a los 46, 56 o más. Sin embargo, tengo plena confianza en que mi vida será maravillosa.

A veces, me preguntan si seré gay en la próxima vida. Esa es una pregunta importante para mí y consume mucha energía mental.

A veces, pienso que seré heterosexual en el momento en el que deje la mortalidad. En otras ocasiones, pienso que ser gay es una parte eterna de mi alma.

Ahora vivo en la ambigüedad y acepto que ni siquiera puedo imaginar cómo será la vida venidera.

Lo que sí sé acerca de mi futuro lo resume el apóstol Juan:

“Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él aparezca, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” (1 Juan 3: 2). 

Soy un hijo de Dios, eso lo sé con certeza. No obstante, cómo será mi orientación sexual y tantas otras cosas, no es tan importante como llegar a ser como el Salvador o no.

Lo que sí sé es que cuando Cristo aparezca, quiero ser como Él.

Esta es una traducción del artículo que fue publicado originalmente en LDS Living con el título “Ben Schilaty: Why I chose to stay at BYU and help LGBTQ students as an Honor Code administrator”.

Comentarios
Muy loable labor de este hermano; sin embargo,el cómo será después de esta vida,tiene su respuesta en el libro "el milagro del perdón" del Psdte Kimball,cuando dice que Dios no es "así",por lo tanto,esos son deseos del cuerpo,no del espíritu. Les amamos y animamos a seguir el ejemplo del Salvador...
Yuri Bermúdez

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