“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por esta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.” Hebreos 13:2
Las oraciones familiares de Jon Lanenga los domingos por la mañana nunca incluyeron la súplica: “bendícenos hoy para que podamos ser amigos de un futuro apóstol.”
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Simplemente seguían el antiguo compromiso familiar de recordar “entretener a los desconocidos” durante el día de reposo. “Siempre preparamos comida suficiente los domingos para compartirla con las personas que conocemos en la Iglesia y luego, las invitamos a nuestra casa para cenar,” declaró Lanenga.
Su ciudad natal Orlando, Florida, es un destino turístico internacional. Durante muchos años, la familia ha organizado cenas para recibir invitados de lugares tan lejanos como Inglaterra, Sudáfrica y Australia.
¿Su recompensa? Muchas cenas dominicales memorables y nuevos amigos.
Pero, como antes señalaba la escritura, los desconocidos a veces pueden ser “ángeles sin saberlo.”
A finales de la década de 1990, durante un domingo por la mañana, Lanenga y su esposa, Teri, llegaron a sus reuniones de la Iglesia. Como siempre, estaban a la expectativa de encontrar invitados para su cena. Una pareja junto a su familia de Brasil esperaban a la entrada.
Teri primero sonrió y extendió su mano como símbolo de hermandad a los visitantes y su esposo se presentó a ellos poco después. Los invitados se presentaron como Ulises y Rosana Soares.
Lanenga afirma que no sintió ninguna premonición en ese momento de que el padre joven un día serviría en el Quórum de los Doce Apóstoles. Simplemente, el Élder y la hermana Soares parecían buenos amigos.
“Serví como misionero en Brasil, [así que] estaba particularmente emocionado de que unos hermanos brasileños vinieran para la cena,” escribió Lanenga en un correo, “les extendimos la invitación y aceptaron.”
Los Lanenga no sabían, que el Élder y la hermana Soares habían iniciado ese domingo por la mañana con una oración personal para saber dónde adorar.
“Dónde sea que nos encontremos, siempre asistimos a la iglesia para intentar y mantener sagrado el Día de Reposo,” El Élder Soares dijo unos días después de ser llamado a servir en Quórum de los Doce. “Esa mañana en Orlando nos sentimos inspirados para ir a la reunión de las 11 a.m.”
El Élder y la hermana Soares se sentaron con sus nuevos amigos durante las reuniones de la iglesia antes de compartir la cena con los Lanenga. “Pasamos una hermosa tarde hablando sobre el evangelio,” recordó el Élder Soares, “fue como una noche de hogar informal.”
Cuando el Élder y la hermana Soares se retiraban, Lanenga le dio una tarjeta de presentación al Élder Soares.
“Jon me dijo que si necesitaba algo durante mi estadía, estaría ahí para mí,” recuerda el Élder Soares. “Este hombre y su familia fueron como ángeles para nosotros.”
Varias horas más tarde, una llamada telefónica despertó a los Lanenga.
La hermana Soares estaba muy enferma. El Élder y la hermana Soares estaban en una ciudad extranjera, muy lejos de casa y el Élder Soares no sabía a donde ir. Tampoco sabía qué hacer.
“Entonces, en nuestra habitación de hotel, mis ojos se fijaron en la tarjeta de presentación de este buen hermano,” contó el Élder Soares. “Lo llamé y Jon dijo, ‘iremos ahora mismo, cuidaremos de tu esposa.’”
El Dr. Allen Pratt, un médico y obispo del barrio Orlando, al que la familia había asistido ese día temprano, pronto estuvo al cuidado de la hermana Soares.
“No fue coincidencia que fuéramos guiados a ese barrio para conocer a esas personas,” expresó Élder Soares. “El Señor estaba atendiendo nuestras necesidades porque decidimos ir a la iglesia el día de reposo.”
Durante las décadas trascurridas desde aquel significativo domingo en el centro de Florida, el Élder Soares y Jon Larenga han compartido los detalles de su inesperada amistad con diferentes grupos y congregaciones. Ambos dijeron que ese día los visitaron “ángeles sin saberlo.” Siguieron la mano del Señor que trabajaba en sus vidas.
No obstante, las amistades verdaderas – concuerdan los Lanenga y, el élder y la hermana Soares – son eternas.
Años después de que los Lanenga se adelantaran a ayudar a una familia necesitada, el Élder Soares ayudó a los Lanenga a guiar su propia vida. Los roles se habían invertido.
Mientras tanto, el Élder Soares siempre había esperado poder algún día agradecer al Dr. Pratt por supervisar el exitoso tratamiento de su esposa. Una vez más, le da crédito a Dios por su eventual reunión.
Mientras servía en la Presidencia de los Setenta hace algunos años, se le asignó reorganizar una estaca en el centro de Florida. Compartió con los asistentes los detalles del fin de semana que cambió su vida en Orlando, hace algunos años. El Presidente Allen Pratt que presidía en esa estaca, recordó haber cuidado a una joven familia brasileña, el Élder y hermana Soares, que pasaba necesidad.
“Los dos lloramos y finalmente pude expresar mi agradecimiento a este hombre maravilloso”, dijo el élder Soares.
Artículo originalmente escrito por y publicado en Deseret News con el título “How One Couple Became Elder and Sister Soares’s “Angels” Long Ago.”