“¿Todavía no te casas?”: Los desafíos de un hombre soltero Santo de los Últimos Días

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Nota del editor: Este artículo es una adaptación de la experiencia personal de Jeff Teichert para Meridian Magazine.

Disimulas una sonrisa, te unes a las bromas y recibes sus abrazos solo para impedir que vean tu verdadero rostro: destrozado y cansado.

Hoy, quiero abrirme y compartir algunas experiencias personales y, quizá, incómodas sobre la vida de un soltero, especialmente un contexto único como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. 

No para generar autocompasión ni victimismo. Solo espero que, tal vez, ayude a alguien que comparte mi condición a sentirse menos solo.

Sueños destrozados: la realidad del divorcio

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Mi vida parecía terminada. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Siempre imaginé el cuento de hadas: matrimonio en el templo, amor eterno y todo lo que nos enseñan desde la Primaria. El divorcio, por supuesto, nunca fue un escenario posible. 

Así que, cuando sucedió, sentí que mi vida se desmoronaba. No eran solo cuestiones legales sobre dividir las pertenencias; era la dolorosa pérdida de un futuro que había planeado, la decepción de que mi mayor sueño se disolvía en una firma.

Un dolor que compartimos los ex esposos y esposas.

Pero, como hombre, existe una capa adicional de complejidad. La sociedad te dice sutil —y no tan sutilmente— que eres menos importante en la vida de tus hijos tras el divorcio. Muy difícilmente conseguirás la custodia y tu influencia se reducirá a un fin de semana efímero sin ver su día a día. 

¿El dolor emocional? Es real también. Recuerdo haber leído que nuestros cerebros procesan el rechazo de manera similar al dolor físico. 

Saber que ese sufrimiento interno no era exclusivo en mí me ayudó a comprender que no estaba solo. Está bien lamentar la pérdida de la relación.

Las heridas invisibles: expectativas culturales

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“¿Todavía no te casas?”, bromean en la Iglesia. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Navegar por la cultura de la Iglesia como hombre divorciado y soltero fue duro. Sentí un juicio tácito, una sensación de ser visto como un criminal.

“¿Qué habrá hecho?”, es una pregunta que ronda en la cabeza de la membresía. Y es, casi siempre, apuntada solamente hacia los hombres.

En un evangelio que se centra en la familia, inevitablemente, siento que he fracasado, que no tengo un lugar en la capilla y que ningún hermano querrá escuchar mis consejos, tomar mis enseñanzas ni aceptarme como líder.

Mientras tanto, las mujeres —a menudo— reciben una efusiva empatía. No creo que sea intencional, pero ese sesgo sutil es real. Y extremadamente repetitivo dentro de nuestros centros de reuniones.

Recoger los pedazos: lecciones aprendidas

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Tu estado civil no define tu valor. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Pero a través de esta jornada de dolor y aceptación, encontré algunas estrategias que me ayudaron a salir adelante. Y quisiera compartirlas:

  • Silencia el ruido. Aprendí a ignorar las opiniones de quienes no vivían mi realidad. Mi valor no estaba en debate con espectadores externos en una relación privada. Mi relación con Dios se convirtió en mi ancla.
  • Acepta el vacío. Lanzarme a otra relación para llenar el vacío era un gran error. Necesitaba tiempo: tiempo para hacer el duelo, para entender qué salió mal y para redescubrirme. No se trataba solo de encontrar a alguien nuevo, se trataba de convertirme en alguien nuevo.
  • Tiempo de redefinirse. La soltería se volvió un viaje inesperado de autodescubrimiento. Tuve que enfrentar mis peores miedos, mis propias expectativas erróneas sobre las relaciones y deconstruir ilusiones.
  • Mantente fiel. Incluso cuando parecía imposible, me aferré a mis convenios, especialmente a la ley de castidad. Se trataba de integridad, de permanecer fiel a mis valores, incluso cuando nadie me miraba.
  • Nunca pierdas la esperanza. El sueño del matrimonio eterno parecía lejano, pero me negué a dejarlo morir. Encontré fortaleza en los convenios del templo y las promesas que contienen. Me concentré en lo que podía controlar: mi fe, mis acciones, mi compromiso con Dios.

Con Cristo, todos tenemos otra oportunidad

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No dejes que el miedo venza al amor. Imagen: Shutterstock

Me di cuenta de que ese sueño no era solo un cuento de hadas que quería cumplir porque me conduciría a la presencia de Dios. No, el matrimonio eterno no es solo una casilla hacia la gloria celestial: es la gloria celestial. Se trata de esforzarse por alcanzar ese ideal, incluso cuando la vida nos presenta obstáculos. 

Con fe en un Padre Celestial amoroso, el poder redentor de Jesucristo y la fortaleza que se encuentra en los convenios del templo, todo es posible.

Incluso un aterrador segundo intento.

Comenzar de nuevo da miedo, pero también es increíblemente liberador. Me volví a casar más tarde en la vida, y es un testimonio del hecho de que el amor puede florecer nuevamente, incluso después de un desamor. 

Porque, con Cristo, todo es posible.

Si todavía te atormentan en la Iglesia con el “¿Todavía no te casas?”, no tienes por qué esconder tus heridas para evitar herir los sentimientos de otros.

Eres más fuerte de lo que crees y tu historia aún se está escribiendo.

Fuente: Meridian Magazine

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Comentarios
Lo importante es perseverar en la Fé, a pesar que digan por ahí, ¿que le habrá pasado??. Ya llegará la pareja ideal.. ♥️
Martin

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