Anick Gervais no lleva una placa misional. No predica por asignación, ni viste el típico atuendo formal. Pero su camiseta simbólica —la del equipo del Señor— la lleva con orgullo todos los días. “Estoy en el equipo del Señor”, dice. “Y quiero usar Su camiseta para siempre”.

Miembro del Barrio Sudbury de la Estaca Sudbury, Ontario, Anick ha transformado su vida en una misión personal. Sin haber servido formalmente como misionera de tiempo completo, ha presentado el Evangelio restaurado a miles de personas y ha regalado, con sus propios medios, más de 400 ejemplares del Libro de Mormón. A su ritmo actual, probablemente alcance los 500 muy pronto.

“Quiero jugar en el equipo del Señor desde el primer minuto. No se necesita una placa para estar en la cancha”.

Créditos: Anick Gervais

Pero el camino que la llevó hasta allí fue largo y difícil.

Gervais creció en un hogar donde no se hablaba de Jesucristo. Aunque se identificaba con una religión “de nombre”, nunca recibió una guía espiritual real. De adolescente, sentía un vacío profundo. Aunque socialmente era exitosa —líder de equipos deportivos, voluntaria, muy involucrada—, en su interior libraba una guerra contra la oscuridad y el desánimo. 

“Escuchaba una voz que me decía que no valía nada, que era fea, que debía desaparecer”.

hombre leyendo el libro de mormón
Imagen: Venir a Cristo

En uno de sus momentos más oscuros, escuchó otra voz. Una muy distinta. 

Me dijo: ‘Anick, no puedes rendirte. Estás destinada a la grandeza. Tengo un plan para ti’”.

Esa experiencia la marcó. A los 17 años, con 200 dólares y muchos sueños, dejó su hogar para ir a la universidad, decidida a encontrar ese plan.

En la universidad, su compañera de cuarto, Sarah, le habló de Jesucristo con un amor que nunca antes había sentido. 

“Me enseñó quién era, qué hizo, cómo murió por nosotros. Me quedé llorando. Nunca había escuchado esa historia”.

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Y Sarah le dijo algo que no olvidaría: 

“Creo que Él viene por ti”.

Años después, en 2020, en plena pandemia y con una búsqueda espiritual más urgente que nunca, Gervais se reencontró con un viejo amigo, Aaron Walsh. Él le presentó el Libro de Mormón. “Le pregunté: ‘Tiene que haber un libro para nuestros días, ¿verdad?’ Y me dijo: ‘Sí lo hay’”. Ese fue el momento que lo cambió todo.

Cuando recibió su primer ejemplar del Libro de Mormón, no lo sabía, pero estaba sosteniendo la respuesta que buscaba desde hacía años. “Ese libro me trajo a casa”, dice. Fue bautizada el 27 de febrero de 2021. 

“Al salir del agua, sentí una paz increíble. Porque Jesucristo siempre había estado conmigo”.

Créditos: Anick Gervais

Desde entonces, Gervais ha hecho del recogimiento de Israel su prioridad, tal como lo enseñó el presidente Russell M. Nelson. Y su forma de hacerlo ha sido simple pero poderosa: compartir el Libro de Mormón. Cada libro que entrega —en persona, por correo o incluso a desconocidos— es una invitación a conocer el Evangelio.

Ha regalado más de 400 ejemplares, muchos de ellos comprados por ella misma, cuidadosamente envueltos, marcados o acompañados de notas personales.

 “Este libro salvó mi vida, ¿cómo no iba a querer compartirlo?”.

Gervais reconoce que su camino no ha sido perfecto. “Cada vez que dejo de leer el Libro de Mormón, empiezo a desconectarme”, confiesa. Pero también sabe qué hacer cuando eso ocurre: volver a las páginas que le devolvieron la luz.

Créditos: Anick Gervais

Para los que se sienten estancados o adormecidos espiritualmente, su consejo es directo:

“Lee el Libro de Mormón. No lo leas por leer. Léelo con el corazón. Si le muestras al Espíritu que quieres más, lo recibirás”.

Anick Gervais no necesita una placa para ser una misionera. Su testimonio y sus acciones hablan por sí solos. Porque cuando alguien regala más de 400 Libros de Mormón, lo que está regalando en realidad es esperanza. Y eso, sin duda, la convierte en parte del mejor equipo de todos los tiempos.

Fuente: LDS Living

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