5 consejos para hacer de la Santa Cena una experiencia más significativa

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1. Haz una introspección inspirada

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En Su Santa Cena, y en todas las demás ordenanzas, el Señor nos da un vistazo de nosotros mismos. En la introspección, nos sentimos más bendecidos cuando comenzamos a vernos como Él nos ve y nos conocemos como Él nos conoce (DyC 76: 94). El conocimiento del Salvador y el autoconocimiento fluyen juntos. “Examínese cada uno a sí mismo”, aconsejó Pablo (1 Corintios 11: 28).

Independientemente de nuestras enfermedades actuales del alma, el Salvador ve más allá de ellas. Él conoce nuestro glorioso pasado, quiénes fuimos en las esferas premortales. Además, Él puede visualizar nuestro destino y lo que debemos llegar a ser. En contraste, vivimos bajo la imagen borrosa de la amnesia de nuestro pasado y estamos sujetos a ataques de ceguera e incredulidad de nuestro verdadero potencial.

George Q. Cannon dijo:

“Ahora, esto es cierto. Nosotros, personas humildes, que a veces nos sentimos tan incapaces, tan buenos para nada, no somos tan incapaces como pensamos.  No existe ninguno de nosotros en el que no se haya gastado el amor de Dios. No existe ninguno de nosotros que Él no haya cuidado y acariciado. No existe ninguno de nosotros que Él no haya deseado salvar y que Él no haya ideado medios para salvar. No existe ninguno de nosotros al que Él no le haya dado a Sus ángeles para cuidarlo.”

“Tal vez, seamos insignificantes y despreciables ante nuestros propios ojos y ante los ojos de los demás, pero la verdad es que somos hijos de Dios y Él realmente les ha dado la responsabilidad a Sus ángeles de preocuparse por nosotros, nos cuidan y nos tienen en su guarda.”

2. Usa tu imaginación

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Puede que no seamos capaces de concebir o comprender completamente todo lo que sucedió en el Getsemaní, en la cruz y en la Resurrección. Pero, podemos imaginarlo. El poder de tal imaginación fue descrito por uno de nuestros líderes, Joseph Fielding Smith:

“Si pudiéramos ver al Salvador de los hombres sufriendo en el Jardín y sobre la cruz, y pudiésemos comprender plenamente todo lo que aquello significó para nosotros, desearíamos guardar Sus mandamientos y amaríamos al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, mente y fuerza, y en el nombre de Jesucristo le serviríamos.”

La imaginación incluye toda la gama de la conciencia humana, incluidos los tonos de los sentimientos. La vida de Jesús así como Sus enseñanzas son una serie de imágenes: concretas, pictóricas y vívidas. Sus parábolas son ilustrativas: narraciones, historias, usan objetos familiares, animales, lugares, cosas, de una manera desconocida. Sus imágenes rebosan de sentimientos, como si Él estuviera suplicando, “¿Puedes imaginarte eso? ¿Puedes sentir eso? ¿Puedes responder a eso?”

Su apelación a nuestra capacidad de creación de imágenes requiere más de nosotros que conceptos en la mente, que pueden ser indolentes. La imaginación es un atributo primordial del hombre verdaderamente arrepentido y religioso. Si nos falla, estamos empobrecidos espiritualmente y solo podemos ser “curados” mediante las ocasiones reales de sufrimiento y, luego, por la memoria precisa. Porque “todos sufrirán hasta que obedezcan a Cristo mismo.” Al final, la imaginación débil limita nuestro acceso a la Expiación.

3. Enfócate en arrepentirte, no en olvidar

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El arrepentimiento – en nuestros momentos de debilidad e indecisión, cuando lo deseamos fervientemente – no solo es cuestión de olvidar. “Si tan solo pudiera olvidarlo… sería libre.”

No es así. Si uno toma veneno, puede que reciba el perdón de todos, incluso de sí mismo. Pero, el veneno sigue ahí, todavía se está pudriendo. Requiere un antídoto. Cuanto más esperemos y más continuemos la ingesta, más desesperada será nuestra condición.

Sabemos, por las Escrituras, que un día tendremos “un vivo recuerdo de toda nuestra culpa” (Alma 11: 43). Recordaremos todo lo que olvidamos, incluso todo lo que nos esforzamos por olvidar. En el lenguaje de un observador astuto: “Lo hice,” dice mi memoria. “No podría haber hecho eso,” dice mi conciencia. Finalmente, la memoria cede. Él leerá nuestros corazones, cada rastro registrado del viaje largo y difícil, con un entendimiento eterno. Él conoce nuestros pecados precisa e íntimamente. Él los escribió en Su propio mundo interior en el Getsemaní. Él se expuso por su propia voluntad a los mismos sentimientos de abandono, culpa y oscuridad.

Sin embargo, Él los dominó porque Él no prestó atención a las tentaciones que nos atrajeron y atraparon. Pero, si nos arrepentimos a través de Cristo y nos purgamos por medio de Su poder, el futuro recuerdo no será amargo o tormentoso. En cambio, será una combinación de gratitud para las llagas curadas, para el dolor que se ha ido, para el alivio que ha reemplazado a nuestro ser divido, culpable y salpicado de lodo.

4. Enfócate en el cordero

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En el diálogo de Nefi con el ángel, se dio una visión de la futura vida redentora de Jesús. No menos de 50 veces, el ángel usa el nombre o el título de “cordero” para referirse a Cristo (1 Nefi 11 – 14). Un cordero es muy activo, impulsivo, fácil de engañar. Es vulnerable a los estragos del clima, los lobos depredadores y los chacales. Otros peligros son el desierto, la separación y las amenazas que acechan en la noche fuera del redil.

¿Por qué, de todas las cosas, Jesús sería llamado cordero? Porque Él es el clásico ejemplo de las cosas débiles que se hacen fuertes en las manos de Dios. Desde la infancia como un corderito hasta convertirse en un cordero triunfal, Él “venció al mundo” (Juan 16: 33). Él fue el cordero preparado para ser entregado “desde antes de la fundación del mundo” (Moisés 5: 57). Y, luego, al triunfo. “Y miré, y he aquí el Cordero estaba sobre el monte a Sion” (Apocalipsis 14: 1).

En la cima de nuestra comunión en las dedicaciones del templo, hacemos una oración de redención. Pedimos a la única fuente invencible para superar nuestra mortalidad y heredar los altos privilegios de Jesús. No decimos que solo sea la gloria a Dios, sino que sea la gloria a “Dios y al Cordero” (DyC 76: 119; véase también los versículos 21, 39, 85). Su cordero. Nuestro cordero.

¿Cuándo Él nos permite vencer? Cuando llegamos a ser como el cordero. Este es un milagro apacible y privado. Es el encuentro de aquellos que en verdad se conocen y conocen a su Pastor. Eso es posible porque el Cordero es el Pastor principal. Todos los corderos que lo siguen, cuando Él los guía, se convierten en pastores. De lo contrario, tendemos a ir sin rumbo, en vano, y nos perdemos los tonos más brillantes de la vida. Y, del amor.  Y, de la luz…

5. Piensa en renovar y ser renovado

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Entre nosotros, es algo frecuente participar de la Santa Cena, así como también regresar al templo para renovar nuestros convenios. Eso es necesario. A veces, también es abrumador. Como el Presidente David O. McKay dijo, “¿Quién puede medir la responsabilidad de tal convenio? ¡Es muy amplia! Excluye de la vida del hombre, las blasfemias, la vulgaridad, la ociosidad, la enemistad, los celos, la embriaguez, la deshonestidad, el odio, el egoísmo y toda forma de vicio.”

Obliga a uno a la sobriedad, al trabajo, a la bondad, al cumplimiento de cada deber en la iglesia y el estado.  Él se obliga a respetar a sus semejantes, honrar el Sacerdocio, pagar sus diezmos y ofrendas además de consagrar su vida al servicio de la humanidad.

No es de extrañar que podamos sentirnos apocados. Una voz suave en nuestro interior nos dice: “Será mejor que no haga eso. ¿Cómo puedo hacerlo?” Pero, este es el meollo de nuestro obstáculo: Hasta que hagamos un convenio, Él no puede bendecirnos para guardar nuestros convenios.

Sin excepción, el Señor agrega una bendición divina a cada convenio que guardamos. Cada convenio garantiza una respuesta desde lo alto. En la Iglesia de Jesucristo, los deberes bien ejecutados se expanden en privilegios, y los privilegios se expanden en deberes más altos. La bendición más acogedora de la Santa Cena es Su Espíritu. Los dones y los frutos del Espíritu abarcan todas nuestras necesidades más profundas: entendimiento, destellos de guía, energía… todas las virtudes que se centran en Cristo y, a través de ellas, todo el fuego que purifica nuestros sentimientos y aspiraciones. Entonces, sí, venimos a renovar los convenios. Pero, también venimos a ser renovados, renovados con una infusión divina. Luego, aumentamos nuestra fuerza para honrar nuestras promesas con Él y con los demás.

Este es un extracto del libro “Sacramentall Reflections” de Truman G. Madsen y fue publicado en ldsliving.com con el título “5 Tips to Make the Sacrament More Meaningful.”

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