La vida de Victoria Froelich es una historia de resistencia, fe y milagros. Nacida en Rusia y adoptada por una familia estadounidense cuando tenía apenas dos años y medio, su historia parecía tener un comienzo prometedor.

Fue criada en el estado de Utah, en una pequeña ciudad del oeste de Estados Unidos, rodeada de la cultura y valores de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Para quienes la conocían desde fuera, parecía crecer en una familia ejemplar. Sin embargo, la realidad era mucho más compleja y dolorosa. Desde muy pequeña, Victoria fue víctima de abuso físico, mental, verbal y psicológico dentro de su hogar. 

Imagen: Victoria Froelich, Instagram

Vivía con miedo constante, sin un espacio seguro al cual acudir. Según ha compartido públicamente, durante su infancia no hubo un solo momento en que no temiera por su propia vida.

A pesar de las profundas heridas emocionales y el sufrimiento acumulado, Victoria no se rindió. Su camino estuvo marcado por una serie de eventos que podrían haber quebrado por completo su espíritu. 

Uno de los más duros ocurrió cuando tenía 15 años, al sufrir un accidente automovilístico junto a su mejor amigo, quien lamentablemente perdió la vida. Esa experiencia transformó su perspectiva para siempre, dejándole una mezcla de dolor, culpa y confusión en plena adolescencia.

Avanzar a pesar de los traumas

Imagen: Victoria Froelich, Facebook

Pero algo en ella decidió seguir adelante.

Con el paso del tiempo, y a pesar de los traumas vividos, Victoria encontró fuerzas para avanzar. Con esfuerzo, sanación y determinación, logró prepararse para servir como misionera de tiempo completo en Europa. 

Esa experiencia no solo la ayudó a sanar espiritualmente, sino que le permitió consolar y fortalecer a muchas personas. Sirviendo lejos de casa, encontró nuevas razones para creer que su historia podía tener un propósito mayor.

Durante su misión, también conoció a una persona especial: su maestro del Centro de Capacitación Misional. Años más tarde, se reencontraron y terminaron casándose.

Hoy en día, Victoria y su esposo forman una familia feliz y estable, y juntos son padres de dos niños, a quienes describe como “los más dulces del mundo”. Cada uno de esos momentos de alegría fue posible gracias a una decisión persistente: no rendirse.

Pero su historia de sanación no termina ahí.

Conocer a sus familiares

A los 27 años, Victoria pudo reencontrarse con su madre biológica. Fue un momento de cierre, de respuestas, y de conexión con sus raíces, algo que había anhelado por años. 

Más recientemente, también logró conocer al lado paterno de su familia biológica, incluyendo a su hermano y otros familiares que la recibieron con cariño. Fueron encuentros que llegaron después de décadas de espera, búsqueda y perseverancia.

Victoria atribuye su fortaleza a su fe en Jesucristo. Para ella, tener un Salvador significa que no necesita rendirse, que puede seguir avanzando incluso cuando la vida se vuelve insoportablemente difícil. 

Imagen: Victoria Froelich, Facebook

Su testimonio personal se ha convertido en fuente de inspiración para muchas personas que también enfrentan desafíos silenciosos o heridas profundas del pasado.

“Puede tomar más de 20 años ver los milagros que llegan por no rendirse. Pero están ahí. Son reales”. 

Su historia recuerda que, aunque las respuestas no lleguen de inmediato, y aunque la vida no sea fácil, la perseverancia puede abrir puertas inesperadas. La sanación existe, el amor puede llegar después del dolor, y los milagros pueden tomar tiempo, pero sí suceden.

Victoria Froelich no solo sobrevivió. Eligió sanar. Eligió seguir. Eligió creer. Y gracias a eso, su historia hoy está llena de propósito, familia, fe y luz.

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