Nota del editor: Este artículo está inspirado en la experiencia de Aaron D. Franklin

“Cuando buscamos verdaderamente oír Su voz, seremos guiados para saber qué hacer en cualquier circunstancia” — Russell M. Nelson

¿Esperando la llamada?

Seguramente has sentido esto antes: oraciones sinceras, deseos honestos de recibir respuestas, y sin embargo… silencio. Durante meses, Aaron Franklin se sintió así. Él oraba con fervor, buscaba al Señor en las Escrituras, servía a los demás y afinaba sus preguntas en busca de dirección divina. Pero por más que se esforzaba, las respuestas no llegaban como él esperaba.

Aaron estaba tratando de “hacer todo bien”. Pero fue precisamente en medio de ese esfuerzo espiritual constante que tuvo una revelación clave: Dios sí está hablando. Siempre lo ha hecho. Solo que yo no estaba sintonizado.

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La diferencia puede parecer sutil, buscar que Dios te hable vs. aprender a escucharlo, pero marcó una transformación total en su vida espiritual. No se trataba de esperar que Dios “llamara”, como si usara un teléfono. Era más como una radio ya que Dios transmite Su mensaje y somos nosotros quienes debemos “sintonizarnos”.

Ese “click” cambió su enfoque y entendió que no era que el cielo estaba en silencio, sino que Aaron había limitado las formas en que el Espíritu podía hablarle. En lugar de esperar una respuesta en forma de palabras claras o revelaciones dramáticas, comenzó a abrirse a otras formas en que Dios se comunica: un sentimiento suave, una idea recurrente, una frase en las Escrituras, una persona que aparece justo en el momento necesario.

Y aquí entra una enseñanza clave del presidente Russell M. Nelson:

“Cuando estamos rodeados de incertidumbre y temor, lo que más nos ayuda es oír a Su Hijo. En esas dos palabras —‘Escúchalo’— Dios nos da el patrón para el éxito, la felicidad y el gozo en esta vida.” – Rusell M. Nelson

Escuchar a Cristo no es solo una sugerencia, es una invitación activa y constante a vivir de tal manera que Su voz no nos sea ajena.

La perfección no es para ahora, pero sí el progreso

Este proceso nos recuerda otra enseñanza profunda del presidente Nelson en su mensaje clásico “Perfección en Proceso”. Ahí, él explica que el mandamiento de ser perfectos como nuestro Padre Celestial no significa ser impecables hoy. Significa caminar hacia una meta eterna, no inmediata.

“La perfección que el Salvador desea para nosotros va mucho más allá de una conducta sin errores. Es una expectativa eterna… Perfección es alcanzar un objetivo lejano.”

A veces creemos que para que Dios nos hable debemos estar “espiritualmente impecables”. Pero esa es una trampa. El Salvador no espera la perfección para hablarnos; más bien, nos guía amorosamente hacia ella, paso a paso.

¿Cómo afinamos el oído espiritual?

Dios
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Aquí algunas ideas que emergen de esta historia y enseñanzas proféticas:

  • Haz espacio para lo divino. Apaga un poco el ruido del mundo y dedica momentos reales a la reflexión espiritual.
  • Sé constante. La revelación rara vez llega de inmediato, pero sí al alma perseverante.
  • Acepta que Dios puede hablarte de formas inesperadas. No siempre con palabras, a veces con paz, oportunidades, o incluso con silencio que enseña.
  • No te frustres si no sientes algo “grande”. A veces, el Espíritu confirma la verdad como el sol calienta la piel: no lo notas al instante, pero sí cuando falta.

¿Y tú? ¿Estás sintonizado?

La próxima vez que sientas que tus oraciones “no pasan del techo”, detente y pregúntate: ¿y si Dios ya respondió, pero yo estoy esperando otra frecuencia?

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Quizá no necesitas orar más fuerte, sino escuchar más profundamente. Quizá no estás lejos de Dios solo necesitas ajustar tu enfoque. Solo falta que lo escuchemos.

Fuente: LDS Living

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