Hace unos años, el presidente Henry B. Eyring, segundo consejero de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, compartió una experiencia que me hizo recordar los momentos que vivimos únicamente en el templo.
El presidente Eyring expresó:
“Todavía recuerdo el primer día que entré en el Templo de Salt Lake. Era un hombre joven. Mis padres fueron mis únicos acompañantes ese día. Cuando estábamos adentro, se detuvieron un momento para ser recibidos por un obrero del templo. Yo me adelanté a ellos, solo por un momento.
Me recibió una amable dama de pelo blanco con un hermoso vestido blanco del templo. Me miró y sonrió y luego dijo muy suavemente: “Bienvenido al templo, hermano Eyring”. Por un momento pensé que era un ángel, porque sabía mi nombre. No me había dado cuenta de que había colocado una pequeña tarjeta con mi nombre en la solapa de mi traje.
Pasé junto a ella y me detuve. Miré a un alto techo blanco que hacía que la habitación fuera tan luminosa que parecía casi como si estuviera abierta al cielo. Y en ese momento, el pensamiento llegó a mi mente con estas claras palabras: “He estado antes en este lugar iluminado”. Pero inmediatamente vinieron a mi mente, no con mi propia voz, estas palabras: “No, nunca has estado aquí antes. Estás recordando un momento anterior a tu nacimiento. Estuviste en un lugar sagrado como este”.
En el exterior de nuestros templos, colocamos las palabras “Santidad al Señor”. Sé por mí mismo que esas palabras son ciertas. El templo es un lugar sagrado donde la revelación nos llega fácilmente si nuestros corazones están abiertos a ella y somos dignos de ella.”
¿Qué sientes cuando estás en el templo? ¿Has tenido experiencias en el templo como la del presidente Eyring?
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