Dios nos promete brindarnos grandes bendiciones si vivimos la ley del diezmo, sin embargo, los frutos de la obediencia no siempre son los que esperamos.
Por ejemplo, un día después de pagar su diezmo, mi amiga del trabajo recibió una carta del IRS notificándole un error en su declaración de impuestos.
En aquel mensaje, se dio cuenta que debía 20,000 dólares, definitivamente no era la bendición que esperaba o anticipaba.
Experiencias como esta pueden resultar confusas, sobre todo cuando oímos historias milagrosas de parte de otras personas que reciben una bendición inesperada o incluso cheques por correo después de pagar al Señor la décima parte de su sueldo.
Aunque Dios puede manifestar milagros en respuesta a nuestra fe y obediencia (Éter 12:12), no siempre notamos resultados obvios. Sin embargo, esto no significa que el Señor no nos esté bendiciendo.
El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
“Las ventanas de los cielos se abren de muchas maneras. Confíen en el tiempo del Señor; las bendiciones siempre llegan”.
¿Cuáles son esas bendiciones? ¿Cómo podemos reconocerlas especialmente cuando cumplimos este mandamiento?
Aquí hay 5 bendiciones de los diezmos que a veces pasamos por alto, pero que a la larga pueden transformar nuestra vida.
1. Una comprensión más profunda de Dios y las múltiples formas en que nos bendice
Podemos estar seguros de que Dios cumplirá Sus promesas, pero nuestra fe debe estar en Él y no en las cosas que nos da. No debemos exigir que nos dé algo en particular o que lo haga en un momento específico.
El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó:
“Algunos malinterpretan las promesas de Dios y creen que obedecerle a Él produce resultados específicos en un momento determinado… Sin embargo, las cosas no suceden de una forma tan mecánica en el sistema divino.
No debemos pensar en el plan de Dios como si fuera una máquina expendedora cósmica en la que (1) seleccionamos una bendición deseada, (2) insertamos la suma total requerida de buenas obras y (3) el pedido se entrega sin demora”.
Cuando no recibimos las bendiciones que esperamos después de pagar el diezmo, podemos aprovechar más la experiencia y acercarnos más a Dios para tratar de entender lo que nos quiere enseñar.
Es más fácil decirlo que hacerlo, pero Dios puede ayudarnos a reconocer otras formas en las que ya nos está bendiciendo (1 Corintios 2:14)
Gracias a esto, nuestra fe se ve fortalecida en el Señor, más que en los resultados, lo conocemos cada vez más y entendemos cómo Él obra en nuestras vidas. El élder Christofferson agregó:
“En definitiva, lo que buscamos es la bendición de una relación estrecha y duradera con el Padre y el Hijo; esto marca la diferencia por completo y el costo merece la pena por toda la eternidad”.
2. Una mayor perspectiva de nuestro verdadero valor
El diezmo es nuestra forma de agradecer a Dios y recordarnos que nuestra valía no depende de lo que tenemos. Al dar, reconocemos Sus bendiciones y mantenemos viva nuestra gratitud, incluso en momentos difíciles.
El presidente Russell M. Nelson dijo:
“Sin importar quién eres, puedes orar a tu Padre Celestial para pedir guía y dirección en tu vida. Si aprendes a escuchar al Señor por medio de Sus impresiones, podrás recibir guía divina en los asuntos grandes y pequeños”.
Gracias a esto, podemos recordar que tanto como el dinero y otras cosas temporales no son la única fuente de nuestra alegría o salvación, pero puede ser herramientas para nuestro propio gozo.
El Señor no necesita nuestro dinero, pero sí pide nuestro corazón. Cuando se le preguntó por qué el Señor ordenó a Abraham sacrificar a Isaac, “su única esperanza de posteridad” el presidente Hugh B. Brown respondió: ‘Abraham tenía que aprender algo sobre Abraham’.
A veces, pagar nuestros diezmos puede sentirse como un sacrificio Abrahámico, pero debemos confiar en que Dios nos ha dado ese mandamiento para nuestro bien, quiere enseñarnos algo sobre nosotros que solo podemos aprender a través de esa experiencia en particular.
Recordemos las palabras del presidente Nelson sobre la ley del diezmo:
“A medida que piensen de manera celestial, su fe aumentará. Cuando yo era un joven pasante, ganaba quince dólares al mes. Una noche, mi esposa, Dantzel, me preguntó si pagaba el diezmo de aquel escaso salario. Yo no lo estaba pagando. Rápidamente, me arrepentí y comencé a pagar un dólar y medio más en nuestro diezmo mensual.
¿Cambió la Iglesia en algo porque nosotros pagáramos más diezmo? Desde luego que no. Sin embargo, pagar un diezmo íntegro me cambió a mí. Fue entonces cuando aprendí que pagar el diezmo es una cuestión de fe, no de dinero”.
3. Mayor capacidad de autodisciplina y establecimiento de prioridades
Pagar el diezmo nos ayuda a reflexionar sobre cómo manejamos el dinero. Aprendemos a ser moderados, a invertir en lo que realmente importa y a ser responsables con las bendiciones terrenales (Doctrina y Convenios 104:13).
Para mí, pagar el diezmo es una oportunidad para evaluar mi salud financiera y alinear mi dinero con mis valores.
Cada vez que recibo mi sueldo, me gusta considerar primero invertir en el Señor a través del diezmo, luego en mí y en mis seres queridos mediante el ahorro.
Este enfoque me recuerda ajustar mi presupuesto después de hacer mi donación, asegurándome de destinar mis recursos a lo más importante mientras planifico gastos necesarios y metas financieras.
Debido a esto, el élder David A. Bednar, Cuórum de los Doce Apóstoles, sugirió:
“Tal vez, y con razón, deseemos y trabajemos para recibir un aumento de sueldo a fin de proveer mejor para las necesidades de la vida. Sin embargo, se necesitan los ojos y los oídos de la fe para reconocer en nosotros mismos una mayor capacidad espiritual y temporal… Para hacer más con menos, una mayor habilidad para establecer prioridades y simplificar, y una mayor capacidad de cuidar las posesiones materiales que ya hemos adquirido”.
Estos resultados no solo nos permiten mantenernos mejor a nosotros mismos y a nuestras familias, sino que también nos brindan más oportunidades de servir a Dios y a los demás fuera de nuestro entorno.
4. Un mayor sentido de pertenencia y significado
Cuando donamos fondos del diezmo, nos unimos al esfuerzo colectivo mundial de compartir el evangelio de Jesucristo.
Al pagar el diezmo, nos entregamos al Señor, mostrando nuestro deseo real de servirle y fortalecer nuestra conexión con Él. Así reafirmamos nuestro compromiso con Su mensaje y nuestra participación en Su Iglesia.
El élder D. Todd Christofferson enseñó:
“Gran parte de nuestro sentido de pertenencia proviene de nuestro servicio y de los sacrificios que hacemos por los demás y por el Señor… Cualquier sacrificio que hagamos por la causa del Señor ayuda a confirmar nuestro lugar con Él, quien dio Su vida en rescate por muchos”.
Incluso cuando creemos que nuestras ofrendas del diezmo son las más mínimas, como los de la viuda, el Señor honra nuestras contribuciones y utiliza estos fondos sagrados para avanzar Su obra.
5. Oportunidades para centrarse en el exterior y aliviar el dolor
Las bendiciones de pagar el diezmo van más allá de nuestros deseos y necesidades personales. Cumplir con este mandamiento nos ayuda a mirar más allá de nuestras preocupaciones individuales y encontrar alegría en el espíritu de la generosidad.
Nuestras intenciones con el diezmo son para brindar ayuda humanitaria y cumplir con los mandamientos de Dios para “atender a los pobres y necesitados para administrar auxilio a fin de no sufrir y los enviarán al lugar que [el Señor] les ha mandado”.
Al seguir este mandato divino de cuidar de todos los hijos de Dios, compartimos las bendiciones del Señor y apoyamos a los demás en momentos de necesidad.
“Todo lo que tenemos y todo lo que somos proviene de Dios. Como discípulos de Cristo, compartimos de buena gana con quienes nos rodean… La única solución permanente a la pobreza de este mundo es el Evangelio de Jesucristo” – Neil L. Andersen
Fuente: LDS Living