“De política, religión y fútbol, no se habla”.
Seguramente, has escuchado alguna vez esa frase. Y aunque como cristianos devotos, probablemente, hemos tenido que alzar la voz para defender nuestra fe en un mundo que cada vez ridiculiza más a la religión; lo mismo parece suceder ahora con las elecciones en Estados Unidos.
Especialmente cuando es el centro de atención global por la influencia, impacto y repercusión —social y económica— de este país en casi todo el mundo.
Las redes sociales parecen un estado de división perpetua por cada candidato. Al grado en que esta contienda constante afecta nuestra vida cotidiana, alejando al Espíritu de nosotros y de quienes nos rodean.
Algunos –certeramente– pueden afirmar que tan necesario como defender nuestras creencias religiosas es asumir una postura sobre políticas públicas que podrían definir el futuro de las próximas generaciones; por lo tanto, este artículo no pretende limitar nuestra participación política, sino hallar —un poco— de esperanza en un clima de tensión e incertidumbre, con las elecciones ya resueltas.
Construir puentes de entendimiento
He sentido cómo el miedo y la discordia se infiltran en mis interacciones con los demás. Aparece un silencio incómodo cuando un amigo o familiar hace una declaración política audaz, suponiendo que uno está de acuerdo.
Tratamos de evitar a nuestro vecino que ha revestido su hogar con propaganda política contraria a nuestras convicciones.
Sin embargo, el Salvador no nos enseñó a huir; por el contrario, es responsabilidad de todos los que se llaman sus discípulos buscar la unidad incluso frente a los obstáculos más abrumadores.
Jesús, una figura radical que inspiró acalorados debates y fuertes sentimientos en su época, instruyó:
“Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43).
Cristo fue un modelo de este tipo de amor cuando pasó tiempo con los samaritanos (Juan 4) y los excluidos sociales (Mateo 9:10), perdonó a la adúltera (Juan 8:3-11), sanó la oreja del sirviente (Juan 18:10) y pidió compasión para quienes lo crucificaron (Lucas 23:34).
Aunque nunca podemos esperar alcanzar Su estándar de perfección en esta vida, podemos y debemos buscar el don de Su gracia para amar a todos los hijos de Dios.
Esto significa dejar de lado nuestros egos, renunciar a nuestra necesidad de tener razón y resistir el impulso de sumar puntos contra quienes consideramos rivales.
Significa considerar con humildad que nuestras suposiciones no siempre son correctas y estar dispuestos a buscar comprensión, incluso de perspectivas que entren en conflicto con nuestras convicciones más profundas.
En la conferencia de de abril de 2023, el presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Russell M. Nelson compartió:
“Trabajo todos los días con siervos dedicados del Señor que no siempre ven un problema de la misma manera. Saben que quiero escuchar sus ideas y sentimientos sinceros sobre todo lo que analizamos, especialmente sobre temas delicados”.
Así como los apóstoles en los días de Cristo no siempre estaban de acuerdo, los profetas de nuestros días deben dejar de lado sus opiniones personales para buscar la voluntad de Dios para la Iglesia.
Al hacerlo, descartan diferencias mezquinas, rechazan la contienda y el resentimiento, y permiten que el Espíritu les inspire, los unifique y los guíe.
En el mismo discurso, el presidente Nelson se refirió específicamente a la política:
“Si un amigo en las redes sociales tiene opiniones políticas o sociales firmes que violan todo lo que crees, una respuesta furiosa y mordaz por tu parte no servirá de nada. Construir puentes de entendimiento requerirá mucho más de tu parte, pero eso es exactamente lo que tu amigo necesita”.
Yo modificaría su última frase para decir: “eso es exactamente lo que el mundo necesita”.
Consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios
Aunque sigo sintiendo una fuerte sensación de que aún quedan muchos días oscuros por delante tras el fin de las elecciones, recordé que Jesús fue enviado para tiempos como estos: para consolarnos en nuestro dolor, ayudarnos a sobrellevar nuestras cargas e iluminar el camino hacia adelante.
Supe, entonces, que estaremos bien aun cuando nuestro candidato preferido no vaya a presidir la Casa Blanca. Algunos dicen que es el cargo más poderoso del mundo, pero ese poder se reduce al mínimo en comparación con el poder de Jesucristo.
Mientras Él viva y mientras nos apeguemos a Él, no debemos temer lo que el hombre pueda hacer. No hay acontecimiento en el que Él no salga vencedor.
Haz lo mejor que puedas. Elige con oración. Permite que los demás hagan lo mismo. Sé un pacificador en tu hogar, tu vecindario y tu comunidad. El mundo seguirá girando. El sol saldrá y se pondrá.
Y un día, el Príncipe de Paz vendrá a gobernar a Su pueblo.
“Y toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará al escuchar el sonido de la trompeta, que dice: Temed a Dios y dad gloria al que se sienta sobre el trono, para siempre jamás” (Doctrina y Convenios 88:104).
Fuente: LDS Daily