Muchas personas piensan que los primeros hombres de ascendencia africana en recibir el sacerdocio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fueron aquellos que lo obtuvieron después del anuncio del presidente Spencer W. Kimball en 1978. Sin embargo, la historia revela algo distinto: desde la época del profeta José Smith, hubo hombres negros que no solo recibieron el sacerdocio, sino que también ejercieron responsabilidades dentro de la Iglesia. Estos hechos nos recuerdan una verdad eterna: el Evangelio de Jesucristo siempre ha estado destinado a todos los hijos de Dios, sin importar su origen, cultura o color de piel.

Elijah Able, un pionero en la historia

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Uno de los casos más conocidos es el de Elijah Able, nacido en Maryland en 1810. Se unió a la Iglesia en 1832 y muy pronto recibió el sacerdocio. 

En 1836 fue ordenado élder y en 1841 llegó a ser Setenta, una responsabilidad de liderazgo en la Iglesia. Elijah sirvió misiones, predicó el Evangelio y participó activamente en la obra de salvación.

Lo más notable es que también recibió ordenanzas en el Templo de Kirtland, incluyendo lavamientos y unciones, y realizó bautismos por los muertos en Nauvoo. 

Su ejemplo muestra que desde los primeros días de la Restauración hubo santos negros participando plenamente de las bendiciones del Evangelio.

Walker Lewis y otros testimonios

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Otro hombre que recibió el sacerdocio en la época de José Smith fue Q. Walker Lewis, miembro en Massachusetts. Fue recordado como un líder humilde y fiel. 

Su ordenación, aunque menos documentada que la de Able, es un testimonio de que la visión de la Restauración incluía a personas de toda raza y color.

Incluso hay registros de otros santos negros de esa época, como Joseph Ball, que llegó a ser presidente de rama. Aunque las fuentes son limitadas, sabemos que hubo participación real y significativa de miembros negros en la vida de la Iglesia en sus primeros años.

En 1840, la Primera Presidencia enseñó que el templo sería un lugar para “todas las personas, de todas las lenguas y colores”. José Smith mismo declaró en 1844 que el Evangelio debía llegar a todas las naciones. La doctrina siempre fue clara: en Cristo, no hay distinciones de raza, porque todos somos Sus hijos.

Un camino con retos y aprendizajes

Ruffin Bridgeforth, el primer presidente del grupo Génesis original con el entonces élder Gordon B. Hinckley, del Cuórum de los Doce Apóstoles, en una reunión en 1971.

Con el paso de los años, especialmente después de la muerte del Profeta, surgieron restricciones y confusiones respecto al sacerdocio y la raza, que marcaron a generaciones enteras. 

Sin embargo, en 1978 llegó una revelación que cambió la historia. El sacerdocio y las bendiciones del templo serían para todos los hombres dignos, sin importar raza o color.

Ese momento abrió una nueva página en la historia de la Iglesia. Como dijo el élder Bruce R. McConkie tras la revelación: 

“Olviden lo que se haya dicho en el pasado que vaya en contra de esta revelación. Hemos recibido luz nueva que borra la oscuridad anterior.”

Lo que aprendemos hoy

Mirar atrás nos ayuda a reconocer a pioneros como Elijah Able y Walker Lewis, y también a valorar cómo el Señor sigue guiando a Su Iglesia. La historia nos recuerda que el Evangelio es inclusivo, eterno y que el Señor cumple Sus promesas con todos Sus hijos.

Hoy, más que nunca, podemos testificar que la Iglesia avanza hacia la visión que José Smith tuvo desde el inicio: un pueblo de toda nación, tribu y lengua unido en Cristo.

Fuente: Ask Gramps 

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