Hno. Aburto: Leer el Libro de Mormón, me ayudó a descubrir un universo de luz y verdad

esposo de la hermana Aburto

El siguiente es un extracto del libro “Reaching for the Savior” de la hermana Reyna I. Aburto, segunda consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro.

Mi esposo Carlos se unió a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en México, junto con su familia, cuando tenía nueve años.

Debido a diversas circunstancias, la mayor parte de su familia no permaneció activa en la Iglesia. Sin embargo, Carlos no olvidó cómo se sintió cuando los misioneros visitaron la casa de su niñez.

Años más tarde, cuando tenía 23 años, se mudó a Estados Unidos y vivió con su hermano.

De vez en cuando los visitaron miembros y misioneros. Ambos mantenían en su apartamento una copia del Libro de Mormón, que, durante mucho tiempo, básicamente solo acumuló polvo.

el libro de mormón

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Cuando Carlos tenía 27 años, terminó su relación con su novia y se sintió devastado.

Luego, recordó cómo se había sentido en su niñez cuando el Espíritu Santo le testificó de la verdad del evangelio de Jesucristo a su corazón.

Finalmente, tomó el Libro de Mormón y lo abrió. Cuando empezó a leer, sucedió algo asombroso: no podía detenerse.

En ese entonces, tenía dos trabajos y no tenía mucho tiempo libre. Sin embargo, en lugar de comer durante sus descansos, continuó leyendo el Libro de Mormón.

Reyna I. Aburto

Un detalle interesante sobre la historia de Carlos es que todo esto sucedió durante la Copa Mundial de la FIFA de 1990.

Aquellos que conocen bien a mi esposo saben cuánto ama y disfruta el fútbol y lo importante que es para él este evento cada cuatro años.

No obstante, ignoró por completo la Copa del Mundo porque estaba tan cautivado por el Libro de Mormón que terminó de leerlo en dos semanas con el poco tiempo libre que tenía.

Nefi

Me dijo:

“Cuando comencé a leer sobre Nefi y su familia, inmediatamente me familiaricé con él porque siempre traté de ser el pacificador en mi familia cuando había conflictos que, por cierto, ocurren en todas las familias. 

Nefi tenía un deseo sincero de conocer las cosas que [su] padre había visto, y creyendo que el Señor podía hacérselas saber, [meditó en su corazón]’ (1 Nefi 11: 1). 

Debido a ese sincero deseo, Nefi recibió su propio testimonio de la realidad del Señor Jesucristo y tuvo una visión que lo preparó para lo que le esperaba. 

De alguna manera, sabía que me podía pasar lo mismo a nivel personal”.

adulterio

Carlos continuó:

“Sentí que cada invitación al arrepentimiento se extendía a mí personalmente. 

Las palabras de Nefi, Jacob, el rey Benjamín, Mosíah, Abinadí y todos los profetas del Libro de Mormón, y su testimonio de la misión divina de Jesucristo, conmovieron mi corazón de una manera profunda. 

Al leer cómo Alma, hijo, describió su angustia al recordar sus pecados, sentí lo mismo. Mi alma estaba atormentada por el dolor. 

De manera similar, cuando leí sobre el gozo que Alma sintió al recordar ‘haber oído a [su] padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo’ (Alma 36:17), sentí mucha alegría y esperanza de que yo también pudiera ser perdonado”.

Cuando Carlos leyó el Libro de Mormón, experimentó un cambio de corazón y se convirtió en un hombre nuevo.

Volvió a ir a la Iglesia todos los domingos, renovó el convenio que había hecho en su niñez. Mediante ese simple acto de fe de acercarse al Salvador al leer el Libro de Mormón, descubrió todo un universo de verdad y luz en su vida.

Algo parecido me pasó cuando tenía 26 años.

Recuerdo vívidamente los sentimientos de paz y consuelo que tuve al seguir la invitación de los misioneros de comenzar a leer el Libro de Mormón.

En ese momento, me llamó la atención una promesa recurrente del Señor:

“Si guardareis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra” (2 Nefi 1:20). 

¡Nunca antes había escuchado ese concepto en mi vida! ¡Qué hermosa promesa! El Señor nos asegura que, si somos obedientes a Sus mandamientos, seremos bendecidos y prosperaremos, tanto temporal como eternamente.

¿Eso significa que tenemos que ser perfectos? ¡No! ¡No tenemos que ser perfectos en todos los aspectos de nuestra vida! Solo necesitamos tener un deseo sincero de saber y obedecer, como Nefi o Carlos.

Lo que debe ser exacto es nuestro deseo de obedecer. Si nos esforzamos por ser obedientes, por medio del Espíritu Santo recibiremos la seguridad del Señor de que está complacido con nuestros esfuerzos.

Por favor, recuerda Su promesa:

“Al grado que guardes los mandamientos de Dios, prosperarás en la tierra; y [no] serás separado de su presencia” (Alma 36:30 ; véase también Alma 37:13).

Esta es una traducción del artículo que fue publicado originalmente en LDS Living con el título “He could not stop: Why Sister Aburto’s husband missed the 1990 FIFA World Cup in order to read the Book of Mormon”.

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