Durante la conferencia general de abril de 2020, el presidente Russell M. Nelson anunció un nuevo símbolo para identificar a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, señalando que:
“Debería resultar familiar para muchos, ya que desde hace mucho tiempo identificamos el Evangelio restaurado con el Cristo viviente y resucitado”.
Y aunque para los miembros y amigos recientes sea una representación conocida, no siempre fue así.
Distanciamiento a la iconografía religiosa
En el primer siglo después de la restauración del evangelio y el crecimiento de la Iglesia, los líderes de los Santos de los Últimos Días se abstuvieron de adoptar cualquier iconografía.
De hecho, hasta el día de hoy, por política de la Iglesia, no se representan imágenes o íconos en las capillas dentro de los centros de reuniones para evitar que una imagen se convierta en el foco de adoración. Y, a diferencia de la mayoría de las religiones cristianas, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no se centra en la cruz , como símbolo de fe.
Incluso, en la década de 1950, algunos líderes de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días se resistieron a tener representaciones artísticas de Jesús. Sin embargo, ese malestar cultural hacia el simbolismo religioso daría un giro importante en una reunión en junio de 1957.
Símbolo del cristianismo de la Iglesia
Durante una reunión con la Primera Presidencia, la presidencia de la Manzana del Templo de Salt Lake City –compuesta por Richard L. Evans, Marion Duff Hanks y Robert McKay— expresaron su opinión de que la Iglesia necesitaba una representación del Salvador que dejara pocas dudas de que la Iglesia era cristiana.
Querían algo que fuera bien conocido y que se recibiera sin controversias. Así, Duff sugirió el Christus de Thorvaldsen en Copenhague, Dinamarca. Continuó:
“Lo que nos gustaría es obtener su autorización para adquirir una copia de esa estatua. El presidente McKay escuchó mi idea, se dio una palmada en el muslo y dijo: ‘¿Por qué no?’”.
Afortunadamente, el primer consejero del presidente McKay, Stephen L. Richards, era amigo de Hubert Eaton, propietario de los cementerios de Forest Lawn, compañía que contaba con tres copias de la estatua del Cristo en exhibición y tenía los derechos para hacer copias adicionales de la estatua en los Estados Unidos.
Así, el presidente Richards pronto comenzó a trabajar para obtener la estatua.
Una representación hoy en día icónica en la que, además, están grabadas las palabras “Venid a mí”, como símbolo de la fe de los Santos de los Últimos Días y de su deseo de seguir a Cristo.
Fuente: Meridian Magazine