Volver de la misión puede ser una experiencia maravillosa, llena de reencuentros, abrazos y proyectos por cumplir. Sin embargo, para muchos jóvenes, ese regreso también puede traer consigo algo inesperado: una sensación de vacío, tristeza o desorientación.

Después de haber pasado 18 o 24 meses completamente dedicados al servicio, el contraste con la vida cotidiana puede ser abrumador. De pronto, ya no hay un horario tan estructurado, ni un compañero con quien orar todas las mañanas, ni metas semanales claramente definidas. El mundo parece el mismo, pero el misionero ha cambiado profundamente.

No es falta de fe

Es importante decirlo con claridad: sentir tristeza o confusión después de la misión no significa que hayas fallado como misionero. Muchos de los jóvenes que enfrentan depresión postmisión son, en realidad, discípulos fieles de Jesucristo que sirvieron con todo su corazón.

Durante la misión, el ritmo espiritual y emocional es intenso. Hay una sensación constante de propósito y cercanía con el Señor. Al volver, ese ambiente cambia de forma drástica, y adaptarse puede ser difícil. No es debilidad, es una transición natural que requiere tiempo, paciencia y apoyo.

Expectativas que pesan

hombre escuchando problemas
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Al regresar, muchos jóvenes esperan encontrar un entorno distinto: familias más unidas, amistades fortalecidas, oportunidades abiertas. Pero el progreso que ellos han tenido, no siempre está reflejado en quienes aman. En algunos casos, hay desafíos en el hogar, falta de comprensión, o simplemente la vida cotidiana que sigue su curso.

Esa brecha entre lo que se esperaba y lo que realmente se encuentra puede causar frustración y tristeza. A veces, sin saberlo, colocamos sobre los hombros de los retornados una carga demasiado pesada: la de “seguir siendo perfectos”, “mantener el mismo espíritu” o “dar el mismo ejemplo”. Sin embargo, todos, misioneros o no, seguimos aprendiendo, creciendo y tropezando.

amigos caminando
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Si conoces a alguien que ha regresado de la misión, bríndale tu apoyo. Escucha sin juzgar. No minimices sus sentimientos con frases como: “¿Cómo puedes estar triste después de una misión?” o “pensé que volverías más fuerte”.

A veces, lo único que necesitan es compañía, una conversación honesta, o una invitación sencilla para salir o servir juntos. No subestimes el poder de tu compañía y tus palabras. Recordemos que el amor y la empatía también son parte del Evangelio.

Si tú eres un joven retornado que está enfrentando esta etapa, no te rindas. El Señor comprende tu proceso y te ama profundamente.

Cristo también camina contigo después de la misión

tenderse las manos
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Las cosas pueden parecer lentas: tal vez el trabajo, los estudios o los planes personales no lleguen tan rápido como imaginabas. Pero todo llegará en el tiempo de Dios.

Sigue orando, estudiando las Escrituras, y busca ayuda si lo necesitas. Hablar con un líder, un amigo de confianza o incluso con un profesional puede marcar una gran diferencia. El Evangelio no promete una vida sin dolor, pero sí promete esperanza y consuelo en medio de él.

El Salvador no solo te acompañó durante tus días como misionero; Él también está contigo ahora, en esta nueva etapa de reajuste y crecimiento.

oracion bendiciones
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Él entiende las lágrimas silenciosas y los pensamientos que a veces no sabes expresar. Tu misión no terminó al quitarte la placa. Tu servicio continúa, cada día que decides seguir creyendo, sirviendo y confiando en que el Señor tiene un propósito incluso en los silencios. Porque al final, el Evangelio no se trata solo de salir a servir, sino de aprender a seguir adelante con fe, incluso cuando regresamos.

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