Uno de los descubrimientos más impactantes que una joven de Nueva York hizo al conocer el evangelio, con apenas 20 años, fue que Dios es real, que es su Padre y que podía hablar directamente con Él.
Aquella idea le parecía increíble. Incluso ahora, como madre de tres hijos y miembro de la Iglesia, sigue enseñando a su familia a “hablar con Dios” en vez de simplemente “decir una oración”. Es un privilegio que no da por sentado, tras haber pasado casi 21 años sin conocerlo.
Con el tiempo, aprender que Dios también podía hablarle directamente a través de las bendiciones del sacerdocio fue aún más revelador. ¿El Creador del universo podía dirigirle palabras personales, claras y llenas de amor? Aquello le maravillaba.
Como converso, al principio no siempre era fácil encontrar a alguien que pudiera darle una bendición. Sin embargo, nunca le molestó hacer llamadas o buscar ayuda para recibir palabras directas de su Padre Celestial.
Con los años entendió que la expresión “bendición de padre” suele referirse a las bendiciones que un padre terrenal da a sus hijos. Aunque nunca ha recibido una de su propio padre, que no es miembro de la Iglesia, sigue llamando con cariño a las bendiciones del sacerdocio sus “bendiciones de su Padre”.
Un legado espiritual para sus hijos

El Manual General de la Iglesia indica que es posible grabar las bendiciones de padre para uso personal (18.14.1).
Desde entonces, ella ha grabado cada bendición que sus tres hijos han recibido de su esposo. Lo que empezó con apuntes rápidos en un cuaderno, hoy se realiza mediante dictado de voz a texto.
Pero quizás la decisión más poderosa que ha tomado como madre ha sido imprimir cada bendición y guardarlas en un cuaderno personal para cada hijo. Así, cada uno posee una colección viva de palabras íntimas que Dios les ha dirigido específicamente.
Esto no solo les permite recordar los consejos y promesas del Señor, sino también ver cómo Él cumple Su palabra. Un Dios cercano, de amor íntimo y de hermosas magnificaciones en sus vidas.
Experiencias que edifican

En su hogar, los hijos se sienten cómodos pidiendo una bendición de padre. Es un recurso que, considera, podría aprovecharse mucho más.
Desde hace 12 años, la familia mantiene la tradición de recibir una bendición especial para el Año Nuevo. Leer esas bendiciones al cierre del año y ver cómo Dios ha cumplido Sus promesas es siempre una experiencia conmovedora.
Su hija Gracie, por ejemplo, recuerda una bendición que anticipaba un año lleno de cambios y nuevas experiencias. No imaginaron que cambiarían de estado, de escuela, de amigos, de equipo de hockey, de instrumento musical y mucho más.
Por su parte, su hijo enfrentaba un fuerte miedo a la oscuridad. Pegó su bendición en la cabecera de su cama y cada noche leía las palabras de consuelo de Dios hasta que logró superar ese temor.
En su familia, las bendiciones del sacerdocio han hecho tangible el amor de Dios. Les recuerdan cuánto Él los ama, los guía y cumple Sus promesas.
Tal vez este relato sirva como recordatorio: siempre es buen momento para recibir una bendición. Cada hijo de Dios es digno de recibir Su palabra personal.
Su voz puede transformar vidas. Siempre.
Fuente: LDS Living
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