En una historia que compartió en Facebook, Glaizy Ann Abasanta relató una experiencia que ha conmovido a muchos.

El domingo 27 de abril de 2025, su vida y la de su familia cambió en cuestión de horas tras un incendio repentino. 

Afortunadamente, no hubo pérdidas humanas, pero el fuego arrasó con casi todo lo que había adentro: muebles, ropa, fotos, libros, utensilios… objetos que habían acompañado generaciones.

Los días siguientes fueron duros. La familia, aún en shock, limpió los restos de lo que una vez fue su hogar. Lo poco que quedó fue desechado: calaminas quemadas, cosas rotas, pedazos de lo que alguna vez tuvo valor. Todo parecía perdido.

Créditos: Glaizy Ann Abasanta, Facebook

Sin embargo, al día siguiente, después de volver del colegio y visitar donde sus familiares se alojaban temporalmente, Glaizy sintió la impresión de regresar a la casa de sus abuelos. No iba buscando nada específico, simplemente quería ir una vez más. A veces, el alma necesita despedirse en silencio.

Lo que no esperaba era encontrar algo que marcaría su corazón para siempre.

Al visitar habitación por habitación, observando en silencio y llegó al cuarto de su abuela algo captó su atención: un libro. 

A simple vista, parecía viejo y dañado, pero no completamente destruido. Estaba quemado en algunas partes, sí, pero aún se podía leer. 

Créditos: Glaizy Ann Abasanta, Facebook

Glaizy pensó que tal vez era un libro académico cualquiera. Pero al fijarse bien, leyó una palabra que le resultó muy familiar:

“Nefi”.

Era el Libro de Mormón.

Con cuidado, lo tomó entre sus manos. Al abrirlo, encontró entre sus páginas una hoja de papel con letras de colores, que llevaba un mensaje tan simple como profundo: “Perdón.

Y como si no fuera ya sorprendente, al levantar el libro, descubrió una imagen de Jesucristo y tampoco estaba quemada. En medio de toda la destrucción, estos dos elementos —un libro sagrado y la imagen del Salvador— habían permanecido casi intactos.

Créditos: Glaizy Ann Abasanta, Facebook

Ese momento la dejó sin palabras.

En sus propias palabras, escritas poco después en una publicación que conmovió a miles en redes sociales, Glaizy dijo:

“De todo lo que se quemó, ¿por qué solo esto quedó? ¡Eres increíble, Señor! Gracias por esta lección”.

Muchos compartieron su historia, no solo por lo que ella encontró, sino por lo que significa: un recordatorio de que, incluso en medio del dolor, Dios sigue hablándonos, a veces de formas tan silenciosas como poderosas. No era solo un libro. No era solo una imagen. Era un mensaje claro, directo y lleno de amor: el perdón también puede resistir al fuego.

Créditos: Glaizy Ann Abasanta, Facebook

A veces, cuando sentimos que lo hemos perdido todo, lo que queda tiene un valor que no se mide en cosas materiales. A veces es una palabra, una enseñanza, una pequeña señal. Esta vez, fue un libro sagrado, una imagen de Cristo y una sola palabra que dice tanto: perdón.

El perdón no reconstruye paredes ni devuelve lo que se quemó. Pero sí reconstruye corazones. Sana heridas que no se ven. Y nos da fuerza para seguir adelante con más fe, con más esperanza y con más amor.

El fuego destruyó dos casas, pero no pudo tocar un hogar eterno.

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