¡Ya casi llega el Año Nuevo! Muchas metas se han cumplido mientras que otras tal vez no.
Relaciones rotas, nuevas amistades, trabajos obtenidos o también perdidos; familias se han unido, mientras que otras se han separado o han partido de este mundo. Estoy seguro de que sucedieron cosas que nunca nos hubiésemos imaginado.
Si tu corazón llora y tu pecho se aprieta, si sientes que todo está yendo en tu contra o que Dios te ha dejado de lado, por favor, recuerda que eres muy valioso o valiosa para Él (Doctrina y Convenios 18:10-11).
En este artículo te compartiré 6 ideas de cómo sobrellevar el año nuevo si estás pasando por algunos momentos de depresión.
1. Arrodíllate y derrama tu corazón
Desahógate con Dios. Dile todo lo que sientes en ese momento: sin esperanza, totalmente incomprendido o incomprendida, perdido o perdida, acabado o acabada. Dios está a la espera de tu oración para ir a tu rescate.
Sigue el ejemplo de Enós. Él era hijo de un profeta, pero aun así decidió orar y esmerarse para que su súplica llegara a los cielos, y lo logró:
“Y mi alma tuvo hambre; y me arrodillé ante mi Hacedor, y clamé a él con potente oración y súplica por mi propia alma; y clamé a él todo el día; sí, y cuando anocheció, aún elevaba mi voz en alto hasta que llegó a los cielos”. (Enós 1:4)
Formar un vínculo con tu Padre Celestial mediante una oración es la mejor idea para sobrellevar un momento de crisis. No importa donde, cuando o con quién estés, Dios está a una oración de distancia. No estás solo ni sola.
2. Recuerda en quién confiar
La depresión puede cegarte de tus virtudes y dones, pero no te sientas mal por ello, no eres la única persona que se ha sentido sin valor. Yo también lo he hecho, pero podemos leer de la misma experiencia de un profeta de la antigüedad.
¿Recuerdas a Nefi? Él es el ejemplo perfecto de la obediencia, la rectitud y la perseverancia. Nadie podría imaginar que Nefi, en algún momento, pasó por un episodio de depresión, ¡pero no es así! Es más, registró un capítulo entero para expresar cómo se sentía:
“Sin embargo, a pesar de la gran bondad del Señor al mostrarme sus grandes y maravillosas obras, mi corazón exclama: ¡Oh, miserable hombre que soy! Sí, mi corazón se entristece a causa de mi carne. Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades”. (2 Nefi 4:17)
Nefi, a pesar de ser un experimentado profeta, se sintió afligido a causa de sus iniquidades, pero todo cambió cuando recordó los grandes milagros que el Señor había obrado en su vida, y sobre todo, cuando depositó su confianza en el Señor:
“¡Oh Señor, en ti he puesto mi confianza, y en ti confiaré para siempre!… Sí, sé que Dios dará liberalmente a quien pida. Sí, mi Dios me dará, si no pido impropiamente. Por lo tanto, elevaré hacia ti mi voz; sí, clamaré a ti, mi Dios, roca de mi rectitud”. (2 Nefi 4:34-35)
3. Aférrate a todo lo bueno
A veces el panorama o la condición emocional en la que estamos puede literalmente bloquear cualquier conexión con nuestro Padre Celestial y Jesucristo.
Puede que te has sentido abandonado o abandonada porque simplemente sentiste que Dios se alejó de tu vida. Esta experiencia universal la entienden los profetas modernos, por ello el élder Anderson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió:
“Cuando las dificultades personales o las condiciones del mundo que están fuera de nuestro control oscurecen nuestra senda, los recuerdos espiritualmente decisivos de nuestro libro de la vida son como piedras brillantes que ayudan a iluminar el camino que tenemos por delante”.
Por favor, cuando te sientas así nuevamente, busca en el libro de tu vida aquellas piedras brillantes que te trajeron tanta felicidad en aquel momento, y recuerda que esas emociones regresarán a medida que te esfuerces.
4. Busca la ayuda de tus verdaderos amigos
Si piensas en los milagros que Jesucristo hizo durante Su tiempo en la Tierra, vendrán las sanaciones que tantas personas anhelaban. Tú también anhelas esta cura y Dios te quiere sanar.
Aunque no lo creas, no solo tú y Dios lo desean, sino también tus verdaderos amigos. Sigue el ejemplo del paralítico, que no pudiendo caminar e ir hasta Cristo por su propia cuenta, recibió la ayuda de sus cuatro mejores amigos para llegar hacia Él:
“Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado entre cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa del gentío, destaparon el techo de donde él estaba y, haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”. (Marcos 2:3-5)
Tus amigos te sostendrán y te guiarán. Búscalos y permite que te lleven hasta el Señor que todo lo puede sanar.
5. Busca ayuda profesional
Sé que faltan algunos días para Año Nuevo y tal vez los profesionales de la salud mental estén de vacaciones, pero no pierdas las esperanzas.
Si el Señor ha dejado de manifestar sus milagros de sanación física a gran escala como antes, probablemente sea porque ha dado luz y entendimiento al hombre para obrar en Su nombre, a veces sin que ellos lo sepan.
Busca ayuda profesional y el Señor contará cada uno de tus esfuerzos. Puede que tu profesional de salud te recete Vitamina D o algún antidepresivo, no te sientas mal en tomarlo.
Es una bendición tener esta ayuda en estos últimos días (siempre sigue las directrices de tu personal de salud).
6. Repite este pequeño versículo todos los días
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13)
En todo momento y en cada tormenta, puedes sentir al Salvador cerca de ti.
Aunque estés en caminos desconocidos, Él te puede guiar; y cuando sientas que ya no puedes más, Él sanará tu alma entristecida.
Él te mostrará quién puedes llegar a ser, se quedará a tu lado y podrás saber que todo lo puedes, porque Él está contigo.
Cada meta y sueño que tengas, recuerda, ¡lo puedes lograr!
No lo digo yo ni algún profesional de la salud mental o coach motivacional, lo dice Aquel que está por sobre todos nosotros, Aquel que es perfecto, lo sabe y lo puede todo; lo dice tu amoroso Padre Celestial.
Todos confiamos en ti. El Señor confía en ti. No lo estás decepcionando. Él te está esperando, por más quebrado o quebrada que te sientas.