G. K. Chesterson, un filósofo católico romano del siglo XX, escribió en una ocasión:
“Los adultos no tienen la fortaleza como para regocijarse en la monotonía. Los niños tienen una vitalidad desbordante porque su espíritu es feroz y libre, es por eso que quieren que las cosas se repitan y no cambien. Siempre dicen: “Hazlo otra vez”, y en cambio, el adulto solo lo repite hasta que se cansa”.
Chesterton pensaba que Dios era, en este sentido, muy parecido a un niño:
“Tal vez Dios es lo bastante resiliente como para regocijarse en la monotonía. Es posible que Dios le diga al sol cada mañana: “Hazlo otra vez”; y cada tarde a la luna: “Hazlo otra vez”.
Puede que no sea una necesidad automática la que hace que todas las margaritas sean iguales; puede que Dios haga cada margarita por separado, sin embargo, nunca se ha cansado de crearlas. Puede ser que Él tenga el eterno deseo de la infancia, pues nosotros hemos pecado y envejecido, y nuestro Padre es más “joven” que nosotros”.
Gran parte de la vida religiosa se basa en la repetición
Realizamos la obra vicaria por los muertos porque Cristo enseñó que todos deben ser bautizados para entrar en el reino de Dios. Imagen: La Iglesia de Jesucristo
Recientemente, experimenté la naturaleza del “hazlo otra vez” cuando en el bautisterio de un templo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, observé cómo unos adolescentes se bautizaron 72 veces por sus antepasados fallecidos.
Después, bauticé a varios jóvenes otras 32 veces, y cuando todos ya se habían secado y cambiado nuevamente, hicimos las confirmaciones por cada una de las mismas 104 personas fallecidas, una por una.
Los Santos de los Últimos Días realizamos la obra vicaria por los muertos porque Cristo enseñó que para entrar en el reino de Dios, todos deben ser bautizados. Sin embargo, muchos han muerto sin siquiera escuchar el nombre de Cristo ni Su doctrina.
La repetición puede volver lo bello en algo ordinario, y una verdad eterna en una repetición robótica. Imagen: La Iglesia de Jesucristo
Y así, como era común en los tiempos del apóstol Pablo (1 Corintios 15:29), entramos en la pila bautismal del templo para ser sepultados en el agua igual que Cristo fue sepultado en Su muerte, para luego resucitar del agua tal como Jesucristo resucitó de entre los muertos.
Realizamos esta obra con la esperanza de que aquellos por quienes nos bautizamos y confirmamos acepten la ofrenda y sean limpios en la eternidad por la gracia de Dios.
Sin embargo, confieso que cuando las oraciones del bautismo y la confirmación se repiten más de 100 veces cada hora, lo bello amenaza con volverse ordinario, y cuando eres tú el que hace la obra, puede llegar a parecer más una repetición robótica que una verdad restaurada.
Para ello, hay que recordar que, en palabras de un apóstol moderno, “aun cuando sea gozosa, la obra del templo es trabajo”.
Podemos regocijarnos en la monotonía de escuchar mensajes similares en la Iglesia. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
En realidad, se requiere de mucho esfuerzo mental y físico para ir a la Iglesia cada semana, escuchar las mismas oraciones sobre el cuerpo y la sangre de Cristo, escuchar mensajes similares en las conferencias generales, e ir al templo con regularidad donde todo se repite.
Entonces, ¿cómo podemos tomar la frase de Chesterton y “regocijarnos en la monotonía” en lugar de sentirnos abrumados por el aburrimiento de la repetición?
Ayuda bastante recordar que cada Santo de los Últimos Días está en una relación con Dios a través de los convenios.
Regocijarnos en la monotonía del matrimonio
Podemos convertir la vivencia del matrimonio en experiencias únicas que harán que la repetición no genere el aburrimiento dentro de una relación. Imagen: Canva
Incluso una vida en un matrimonio con hijos puede llegar a ser tediosa y agotadora, pues hay que cambiar pañales, darles de comer a los hijos a todas horas, acostarlos, lidiar con sus amigos y los deberes, y muchas cosas más; la paternidad es agotadora.
Pero podemos hacer que todo funcione mejor aplicando lo que enseñan las Escrituras:
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. (Gálatas 6:2)
Además, la conexión emocional y física es fundamental; hablar sobre la vida, cogerse de la mano, salir a pasear, jugar, ver programas y acostarse juntos son experiencias únicas que harán que la repetición no genere aburrimiento dentro de una relación.
Por supuesto, todos tenemos días duros donde nos desentendemos, pero en general, el trabajo que realicemos en nuestra relación conyugal dará como fruto una compañía que será el clímax de nuestra alegría.
Podremos ser santos si ponemos a Dios en primer lugar, tal como Él lo hace con nosotros. Imagen: Videos del Libro de Mormón
Una relación duradera con Dios se construye de la misma manera. Las Escrituras incluso utilizan la metáfora del matrimonio para ayudarnos a entender esta relación:
“Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre… Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová”. (Isaías 54:5-6)
Apocalipsis nos enseña lo mismo al decir que cuando Jesús venga de nuevo, será como una boda:
“Regocijémonos y alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado”. (Apocalipsis 19:7)
Ese glorioso momento será una recompensa hecha posible gracias a una vida de amor a Dios; y tal amor se desarrolla solo a través de una vida de esfuerzo por alcanzar la santidad poniendo a Dios en primer lugar y pasando tiempo con Él en oración, estudio y servicio.
Jesucristo sabía que miles de millones rechazarían Su expiación, pero aun así lo hizo. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
“Porque ¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él, y se halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?” (Mosíah 5:13)
Recordemos que gran parte del servicio que ofrecemos al Señor pasa por desapercibido para los demás, y esto sucede en el matrimonio también, pero Cristo nos enseñó que servimos porque es lo que tenemos que hacer, no por reciprocidad.
Jesucristo sabía que miles de millones rechazarían Su expiación, pero aun así lo hizo; Él siguió adelante y, en palabras celestiales que cambian la vida de quien las aplica, dijo:
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Lucas 22:42)
No siempre sentiremos el gozo de aquellos que acepten o no el bautismo y la confirmación que realicemos por ellos al otro lado del velo en el santo templo, pero si Cristo es nuestro Señor y estamos viviendo como Él vivió, entonces sentir eso realmente no importa.
Nuestro Padre no se cansa de salvar almas
Nuestro Padre no se cansa de salvar almas, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Arte: Heinrich Hofmann
Mientras José Smith describía los detalles que se debían seguir para los bautismos por los muertos, dijo:
“Os parecerá que este orden de cosas es muy minucioso, pero permítaseme deciros que solo es para obedecer la voluntad de Dios, acomodándonos a la ordenanza y preparación que el Señor ordenó y dispuso antes de la fundación del mundo, para la salvación de los muertos que fallecieran sin el conocimiento del evangelio”. (Doctrina y Convenios 128:5)
Y como punto a resaltar, José Smith llamó a la obra del bautismo por los muertos y a la totalidad de la obra realizada en los templos por los muertos, como lo “más glorioso de todos los que pertenecen al evangelio sempiterno” de Cristo (Doctrina y Convenios 128:17).
Parafraseando a Chesterton, desde la perspectiva de los Santos de los Últimos Días, podemos imaginar a un Dios que dice “hazlo de nuevo” después de escuchar cada nombre siendo bautizado en el templo.
Nuestro Padre no se cansa de salvar almas y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
Fuente: Public Square Magazine
