La Iglesia debería ser un lugar donde encontramos paz y refugio Un espacio seguro para aprender, sanar, y acercarnos al Salvador. Pero la realidad es que, aunque el Evangelio es perfecto, las personas no lo somos.

A veces, entre reuniones y pasillos llenos de buenas intenciones, también nos cruzamos con hermanos y hermanas que juzgan, comparan o señalan cada error.

mujeres jóvenes
Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Personas que preguntan lo que no deben, que presionan más de lo necesario o que están más preocupadas por los errores que cometes que por tu corazón.

Estas experiencias hieren, cansan y, en algunos casos, han hecho que muchos hermanos se alejen no porque hayan perdido la fe en Jesucristo, sino porque fueron lastimados por quienes debieron acompañarlos.

Es duro admitirlo, pero pasa más seguido de lo que creemos. Y cuando pasa, es fácil preguntarse cómo seguir adelante sin que nuestra fe se vea afectada.

La Iglesia es perfecta, pero las personas no

juventud en el templo; jóvenes en el templo
Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

A veces esperamos que todos en la Iglesia actúen como Cristo, pero lo cierto es que todos estamos aprendiendo a ser como Él. Algunos lo hacen con humildad y amor; otros lo hacen desde la rigidez y el temor. El élder Jeffrey R. Holland lo expresó claramente:

“La Iglesia no es un museo para los santos perfectos. Es un hospital para los pecadores.”
(Conferencia General, abril 2013)

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Cuando entendemos esto, nos damos cuenta de que muchas personas que consideramos “tóxicas” no actúan por maldad, sino porque también están heridos, confundidos o atrapados en patrones que creen correctos.

Esto no justifica su comportamiento, pero sí nos ayuda a no asumir que Dios es como ellos o que Su Iglesia es un reflejo exacto de su actitud.

No puedes cambiarlos, pero sí puedes decidir cómo reaccionar

 

Reprimir el chisme trae bendiciones. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Intentar que alguien cambie suele terminar en frustración. El cambio verdadero siempre ocurre entre la persona y Dios, no porque alguien más se lo exija.

Lo que sí puedes hacer es proteger tu paz, cuidar tu corazón y elegir cómo vas a responder cuando alguien te trate de una forma que no refleja el Evangelio.

El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó:

“No juzguemos el Evangelio por quienes lo viven imperfectamente.”
(Conferencia General, abril 2012)

A veces, eso significa poner límites. A veces, ignorar un comentario. A veces, contestar con calma. Y otras, simplemente alejarte de una conversación que sabes que no edificará a nadie.

Consejos para seguir adelante sin perder la fe

Créditos: Rex Warner, Church News

1. Recuerda por qué vas a la Iglesia: No vas por ellos, ni por sus opiniones, ni por sus preguntas incómodas. Vas por el Salvador. Vas a renovar tus convenios, a sentir el Espíritu y a fortalecer tu fe. Si mantienes esto claro, lo demás pierde fuerza.

2. Establece límites saludables: No estás en la obligación de responderlo todo. Una frase como “Prefiero no hablar de eso” o “Gracias por preocuparte, pero estoy bien” suele ser suficiente.

3. Busca la compañía correcta: En cada barrio siempre hay alguien que edifica, que escucha, que ama sin juzgar. Aférrate a esas personas. Nadie crece espiritualmente en soledad.

4. Permite que el Espíritu te guíe: El Espíritu puede inspirarte a responder, a corregir con amor o a guardar silencio. Cada situación es distinta. Con Su guía, sabrás qué hacer.

5. Trabaja en tu propia actitud: No puedes cambiar cómo otros actúan, pero sí cómo tú decides reaccionar. A veces, el mayor crecimiento espiritual ocurre cuando eliges no absorber la negatividad ajena.

6. Sé paciente contigo: Es normal sentirse frustrado o incómodo. No te castigues por sentirlo. Lo importante es no permitir que esas experiencias definan tu fe.

No pierdas tu lugar por la actitud de otros

Imagen: Más Fe

Si alguna vez has sentido que quieres alejarte por culpa de alguien más, recuerda que tu convenio es con Dios, no con esa persona.

La Iglesia es amplia, llena de personas intentando ser mejores, algunas con aciertos y otras con errores. No todos actuarán como Cristo, pero Cristo siempre actuará contigo con amor, paciencia y comprensión.

Él conoce cada una de tus luchas y también cada una de las injusticias que has vivido dentro de Su Iglesia. No te pide que finjas que no duelen, pero sí te invita a permanecer cerca de Él mientras sanas.

No renuncies a tu fe por quienes aún están aprendiendo a vivir la suya. No pierdas tu lugar en la mesa del Señor. Él te ve, te entiende, te acompaña y te sostiene, incluso cuando otros no lo hacen.

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