Por casi 37 años, el presidente M. Russell Ballard sirvió en el Cuórum de los Doce Apóstoles. Además de dicho llamamiento, sirvió como presidente de la Misión Toronto Canadá, en el Primer Cuórum de los Setenta y como obispo dos veces.
Los mismos números dicen mucho sobre las décadas de servicio del presidente Ballard, pero, ¿cuánto sabes sobre la persona detrás de aquel llamamiento apostólico? Aquí hay cinco historias que mostrarán la dulzura en la vida del amado apóstol, su testimonio y ministerio.
Una conmovedora amistad
En el verano de 2020, el presidente Ballard visitó a su hijo Craig en el hospital, quien se había accidentado manejando bicicleta.
Un piso debajo, estaba Sarah Frei, una joven de 17 años que había sufrido un accidente automovilístico y tuvo que ser amputada por su parálisis.
Una de las terapistas de Sarah le pidió al presidente Ballard que la visitara. Según su biografía, dice:
“El presidente Ballard aceptó amablemente y fue a la habitación de Sarah para conocerla. Sarah era una joven fuerte, segura de sí misma y llena de fe, y su fe y determinación lo conmovieron. Antes de marcharse, le dio a Sarah una bendición y mantuvo una comunicación regular con ella durante su estancia en el hospital. Cuando terminaban de hablar por teléfono, el presidente Ballard le preguntaba: ‘¿Qué quiero que hagas?’ Sarah repetía: ‘¡Sigue siendo valiente y resiste!’”
Una galleta oreo
Hace casi tres años, el presidente Ballard compartió una conmovedora historia en Facebook del porqué tiene una galleta Oreo en su escritorio dentro de su oficina.
El presidente Ballard explicó que muchos años atrás fue a visitar el campamento de refugiados de Cara Tempe en Lesbos, Grecia, y conoció a un refugiado de 9 años que había viajado por el peligroso mar Egeo que recibió un paquete de galletas oreo de uno de los voluntarios.
Relatando, conmovedoramente comparte:
“En uno de los actos más desinteresados que he vivido, este dulce niño me ofreció su primera galleta. Lo rechacé, pero él se negó a comer antes de que yo tomara una. No pude ayudar, pero fui tocado profundamente por la abnegación de alguien tan joven y con tan poco.
Ahí estaba él, con nada más que la ropa que llevaba puesto, que todavía estaban húmedas, y aun así, la primera cosa que él pensó fue compartir un regalo con un extraño. Ahora guardo conmigo esta galleta en mi mesa como recordatorio para ayudar a todos los que luchan en este mundo”.
Un suéter rosa
La biografía del presidente Ballard detalla su misión en las Islas Británicas, durante la cual adquirió un peculiar suéter rosa:
“Durante mi último viaje a Edimburgo, Escocia, durante mi misión, caminaba por esta calle llena de tiendas que vendían estos hermosos suéteres de cachemira, una especialidad escocesa. De repente, vi este delicado suéter rosa y simplemente me atrajo. Lo miré detalladamente, vi su talla y luego me pregunté: ‘¿a quién le estoy comprando esto?’ No tenía a nadie en mente a quién comprárselo, solo sabía que debía hacerlo”.
Cuando el presidente llegó a casa y desempacó sus maletas, le mostró el suéter a su madre y ella le preguntó qué es lo que haría con eso. Aún con seguridad, le respondió:
“¡Encontraré a la mujer que le quede este suéter y me casaré con ella!”
Así que, cuando el presidente Ballard le dio el suéter rosa a Bárbara por navidad en 1950, un paso arriesgado, pues todavía no había comenzado a salir en citas, no se sorprendió cuando vio que le quedaba perfectamente.
Un conmovedor tributo
En su discurso de la Conferencia General de Octubre de 2019, el presidente Ballard comenzó explicando que preparó su discurso de octubre de 2018 resaltando el aniversario N.º 100 de la visión del mundo espiritual del presidente Joseph F. Smith.
Solo unos días después de enviar aquel discurso para su traducción, su esposa Bárbara Bowen Ballard falleció.
Tiempo después, el presidente compartió sus sentimientos:
“Bárbara y yo tuvimos la bendición de ‘vivir juntos en el amor’ durante 67 años, pero he aprendido de una manera muy real lo que significa ‘llorar por la pérdida’ de aquellos a quienes amamos. Cómo la quiero y la echo de menos.
Ahora que ha pasado a mejor vida, me alegro de haber elegido sentarme a su lado cuando volvía a casa de la oficina durante los últimos meses de su vida, para tomarla de la mano mientras veíamos los finales de algunos de sus musicales favoritos, una y otra vez porque el Alzheimer no le permitía recordar que los había visto justo la tarde anterior. Los recuerdos de esas sesiones tan especiales son ahora muy, muy valiosos para mí.
Hermanos y hermanas, por favor, no pierdan la oportunidad de mirar a los ojos de sus familiares con amor. Hijos y padres, acérquense los unos a los otros y exprésense amor y aprecio. Como yo, puede que algunos de ustedes se despierten un día y descubran que ya pasó el momento de una conversación tan importante. Vivan cada día juntos con el corazón lleno de gratitud, buenos recuerdos, servicio y mucho amor”.
Un amor por sus ancestros
El presidente Ballard tenía un profundo amor por la historia de su familia. José Smith era su tataratío y Hyrum Smith su tatarabuelo, y un video de Church News filmado en el lugar de nacimiento del profeta José destaca el amor del presidente Ballard por sus antepasados y su convicción de compartir el Evangelio:
“Tengo el busto de José F. Smith y de José y Hyrum. Los miro y me parece oírlos decir: ‘Ponte en marcha, muchacho, y haz algo que valga la pena. Cuéntale al mundo lo que ha pasado. Personalmente, recibo un gran ánimo cuando los veo y sé que hicieron y lo que dieron. Entonces me siento obligado a hacer todo lo que pueda para declarar y enseñar que la plenitud del Evangelio de Jesucristo está de nuevo sobre la Tierra, y eso es porque en esta casita, el 23 de diciembre de 1805, nació un niño llamado José”.
Fuente: LDS Living